52º Festival de Cine de Nueva York (à traduire)
26 de Septiembre al 12 de Octubre de 2014 | |
Como la realidad en la que nos hallamos inmersos, el 52º Festival de Cine de Nueva York, dirigido por Kent Jones, en su segundo año al frente de este evento, ha sido un Festival en transición. Todavía no se visualiza -nunca mejor dicho- una política definida en cuanto a la selección de películas recientes, documentales, retrospectivas y video-arte, siendo un poco el calco del desconcierto del Festival anterior, pues todo cae y todo cabe y nadie parece saber de dónde viene ni hacia dónde va. Lo único claro ha vuelto a ser la estrategia de privilegiar el cine norteamericano, sobre el resto de la cinematografía mundial, donde solo el cine francés ha estado ampliamente representado. De hecho, de las 31 películas escogidas para la sección principal, 10 han sido de factura norteamericana y 10 francesas, o en coproducción con Francia, lo cual ha redundado en una muestra bastante limitada, en cuanto a las tendencias, estilos y temáticas actuales, cuando era, justamente, esta, la característica primordial del Festival a lo largo de su primer medio siglo de existencia. De entre la poco variada entrega cabe destacar, sin embargo, "'71", ópera prima del británico-argelino Yann Demange, acerca de los enfrentamientos entre católicos y protestantes durante los años duros de las luchas armadas en Irlanda del Norte. El director utiliza su amplia experiencia televisiva para adaptar las peculiaridades del medio a la pantalla grande, mediante el uso de un montaje fragmentado, donde lo documental y el sitcom se imbrican en el argumento del film. Aquí un soldado inglés recién llegado a la región, quien ha sido accidentalmente abandonado por su unidad tras un violento encuentro en el centro de Belfast, intenta volver al cuartel, sin ser descubierto por los guerrilleros que patrullan las calles. Los encuentros con integrantes de ambos bandos, mientras busca huir de quienes pretenden asesinarlo, es el detonante para una viva reflexión en torno a la manipulación de los jóvenes por el IRA y el gobierno británico, donde es posible hallar similitudes con los conflictos bélicos multiplicándose hoy en Asia y Oriente Medio. El cineasta logra mantener la tensión a lo largo del film, privilegiando los espacios cerrados y las calles atenazadas por el estado de sitio. Visiones nocturnas de explosiones, redadas, trincheras, y figuras escurriéndose por portales y escaleras en medio de la lluvia, crean un ambiente irreal y fantasmagórico, donde se hace patente la desesperanza, el recelo y la sospecha. Lo inútil de aquellas muertes y el daño de los fanatismos sobre el tejido social, avergüenzan sin embargo a la sociedad británica contemporánea, dada la futilidad de tanta violencia pues, tal cual apuntó el realizador durante la rueda de prensa, "Belfast no se parece en nada a la ciudad de 1971. Es un lugar completamente diferente, con una sociedad totalmente distinta a la de entonces". Y, sin embargo, el daño ya está hecho. Una sensación similar de desesperanza se hizo patente en el documental "Silvered Water, Syria Self-Portrait" de Ossama Mohamed y Wian Simav, que centra la cotidianeidad de una sociedad devastada por las luchas armadas entre el gobierno, la guerrilla y el terrorismo islámico. El diálogo visual entre Mohamed exiliado en París y Simav radicada en Homs, construye una historia desgarradora y poética a la vez, donde los exilios, las torturas y el afán de sobrevivencia en medio del caos, se intersectan con los girones del país perdido. Un país discernible en los discos de Edith Piaf abandonados por una familia en su huida, un gato herido arrastrándose entre la basura buscando algo para comer, o un niño con una flor en la mano caminando por las calles destruidas hacia el cementerio donde yace el padre asesinado. Todo ello yuxtapuesto con la voz en off de los cineastas, quienes reflexionan acerca del despotismo del régimen, la historia milenaria del pueblo sirio y el papel del creador en el registro artístico del horror. Las conversaciones de los realizadores puntúan además el desconcierto, el miedo y, en ocasiones, la muerte en tiempo real de quien se hallaba en ese momento filmando pues, tal cual indica Mohamed en un respiro del pavor, "mi película está constituida por el ensamblaje de mil y una imágenes, tomadas por mil y una cámaras", cual un turbador guiño al libro de los libros de la cultura árabe. Pero las historias del film adolecerán de la convivencia cultural que su homónimo compila, para conjurar tanto el fracaso del totalitarismo de Bashar al-Assad, como el sectarismo de los grupos opositores, más preocupados en imponer su agenda que en construir una sociedad justa e inclusiva. Como una alegoría a los áridos trasiegos gubernamentales, pero de la Argentina actual, Lisandro Alonso presentó "Jauja" que, si bien se remonta a la campaña de la Conquista del Desierto a fines del siglo XIX, para aniquilar a la población indígena de la Patagonia con objeto de permitir los asentamientos de inmigrantes europeos, no puede dejar de compararse con el país presente. Y es que ya desde el título, la idea de una tierra rica y generosa, a la manera del Dorado de la conquista, choca con lo desangelado del paisaje, cuya aridez espejea la esterilidad histórica de las políticas estatales para darle al país la importancia que tuvo en el pasado y proporcionar a la población el alto nivel de vida del cual disfrutó en las primeras décadas del siglo XX. La ironía subyacente en el título del film queda reforzada por la precariedad de los protagonistas, indiferentes y cínicos como el teniente Pitaluga (Adrián Fondari), o perdidos real y metafóricamente en un mundo incomprensible, como el ingeniero danés Gunnar Dinesen (Vigo Mortensen). La fuga de la hija de este con un joven soldado, motoriza el argumento, situando el film en una atemporalidad donde el presente se esfuma y el futuro carece de sentido. Las grandes panorámicas de la tierra desolada y los planos fijos de Dinesen, anclado en aquella inmensidad, exhortan a meditar acerca de la dificultad continental para salir del atraso y construir una sociedad mejor; pues simbolizan lo cíclico de los procesos de sacudimiento, revolución, construcción y destrucción de lo que trabajosamente se ha logrado en Latinoamérica. Una certeza que Alonso reitera cuando afirma que esta película "ha llegado a mí, tomando esta forma irreal, cual modo de ayudarme a entender el mundo y el tiempo en que vivimos. Cómo desaparecemos para retornar, inexplicablemente, de maneras muy misteriosas". "Two Days, One Night", de Jean-Pierre y Luc Dardenne, se hace eco de tales aseveraciones, al mostrar la angustia existencial contemporánea desde la perspectiva de la clase obrera europea. La presión y competencia entre los trabajadores por miedo a perder su trabajo, fue vivamente explorada desde la perspectiva de Sandra (Marion Cotillard) quien es despedida de la fábrica y debe convencer a los demás integrantes de su grupo para que la vuelvan a admitir, a fin de que su familia no se quede en la calle. El hecho de que ellos tengan que renunciar a un bono para compensar el salario de Sandra, muestra la solidaridad, o no, al momento de decidir entre el propio beneficio y el de su compañera, en situación de grandes dificultades económicas para todos. La película busca rescatar el heroísmo de la debilidad de la protagonista, quien visita a cada excompañero para convencerle de que renuncie al dinero y la vuelvan a admitir. En un intenso tour de force, el personaje de Cotillard intenta dialogar con cada uno, soportando humillaciones y violencia contenida, pero también logrando la adhesión de algunos trabajadores. Ello, siguiendo las directrices de los directores, interesados en destacar las rivalidades pero no en mostrar una visión reduccionista, mediante la división entre buenos y malos, que no aportaría matiz alguno al argumento. El uso del plano-secuencia y los grandes primeros planos acentuaron los desplazamientos a veces erráticos por las calles, las luchas internas y los altibajos de la protagonista, al tiempo de crear un espacio donde la urgente inmediatez de los eventos se contrapuso a la fragilidad de Sandra quien, no obstante, se crece ante las adversidades, por momentos pareciera que imposibles de superar. La dinámica de pareja con Manu (Fabrizio Rongione), el marido apoyándola y exhortándola a seguir adelante, contribuyó a profundizar en lo importante del estamento familiar para sobrevivir, dentro de un entorno hostil y luchar juntos contra las adversidades. Una certeza haciéndose mucho más apremiante hoy, especialmente cuando la Europa comunitaria no ha logrado aún salir de la crisis y el sueldo, la pensión o los ahorros de uno de los miembros, se constituyen en el único ingreso para varias generaciones viviendo bajo el mismo techo. Es por ello que "Maps to the Stars" de David Cronenberg, si bien se ubica en el espectro social opuesto, contiene el mismo germen de inadecuación, competitividad y coerción, mediante las interacciones de unas estrellas que han hecho de su brillo la mejor arma para aplastar al otro. Julianne Moore, en el papel de la neurótica hija de una leyenda de Hollywood -remedo irrisorio de "Mommy Dearest" de Frank Perry, sobre la turbulenta relación entre Joan Crawford y su hija adoptiva-, histerizó con gusto la diégesis del film, imbricando las historias del resto de los personajes. Aquí la facultad de Cronenberg para mostrar descarnadamente el lado oscuro de la psiquis humana, centró lo ilusorio de la carrera hacia el éxito de las celebridades orbitando en el universo de Hollywood, además de satirizar, con una fuerte dosis de humor negro, lo disfuncional de las familias atrapadas en esa espiral. Lo decadente y artificioso de un modo de vivir completamente desligado de la realidad, cobra visos dramáticos en un presente signado por el aumento exponencial de la miseria, el empobrecimiento de las clases medias y el acrecentamiento del pánico global, como consecuencia de las epidemias y el terrorismo contemporáneos. La combinación de glamour y desencanto, creatividad y desesperación que la Meca del Cine representa, quedó afinadamente contenida en la película, permitiéndole al espectador adentrarse en las obsesiones, secretos y excesos de lo que se oculta tras los altos muros y sofisticados sistemas de seguridad, en los barrios acomodados de esa megalópolis que es la ciudad de Los Ángeles. En palabras del director: "La atmósfera de Los Ángeles permea la historia. Aquí la ciudad entra como una densa selva tropical que se apropia de los personajes, los magnetiza y los devora. En parte, no pueden escapar pues ella no les permite pensar que quieren hacerlo. Si bien uno puede ver en cada personaje la desesperación y el deseo de huir. Pero no pueden. No pueden". La imposibilidad de abandonar lo que se teme pero al mismo tiempo se ansía, llevándolo a sus últimas consecuencias, es el argumento de "The Blue Room", dirigida y protagonizada por Mathieu Amalric. Los encuentros entre Julien (Amalric) y Esther (Stéphanie Cléau) en el cuarto azul de un pequeño hotel, a espaldas de sus respectivas parejas, cobran visos de urgencia para Esther, obsesionada con apartar al amante de su rival, aun cuando para ello deba hacerla desaparecer. Filmada principalmente en interiores con objeto de intensificar los pormenores del deseo y la culpa, "The Blue Room" logra, con pocos elementos, profundizar en la psicología y las dinámicas del adulterio, manteniendo una imparcialidad que incrementa la tensión y precipita los eventos. Esta adaptación, de la novela homónima de Georges Simenon, capta la esencia del texto sin desvirtuarlo, mediante un montaje en flashback donde los planos de conjunto y los grandes primeros planos enmarcan el diálogo de los cuerpos, al tiempo que estructuran los pormenores de la representación y reconstruyen los hechos que llevaron al fatal desenlace. La sutileza y elegancia de Amalric al abordar el espacio cinemático, se crece en los intercambios entre los amantes, puntuados por elementos que se constituyen en pistas a seguir para rehacer el argumento. El close-up de una gota de sangre sobre las sábanas en desarreglo, por ejemplo, alegoriza la que se derramará después en el fuera de cuadro; pues no es intención del director enfrentar al espectador con la violencia abierta, sino más bien llevarlo al terreno de las pasiones ocultas, puestas a motorizar los encuentros y desencuentros de sus hacedores. "Beloved Sisters", sobre el triángulo sentimental entre dos hermanas y el poeta alemán Friedrich Schiller, igualmente focaliza las pasiones prohibidas, pero esta vez con el consentimiento de sus protagonistas, sumidos en un feliz ménage-à-trois que se prolongó hasta la muerte del escritor. Rodado en escenarios naturales que espejean la época histórica de los eventos, el film de Dominik Graf, quien ya había filmado una película para televisión acerca de Schiller, reconstruye fielmente la relación de los jóvenes con sus altibajos y complicidades. Los disturbios políticos que llevaron a la Revolución francesa, y los avances culturales y técnicos de la República de Weimar, como el desarrollo de las prensas para la impresión en serie, sirvieron de marco al inusitado arreglo, dable de permitir a sus hacedores sobrevivir en medio del caos y aprovechar lo extraordinario de los adelantos del momento. La escritura se constituye entonces en el leit motiv y motor de la diégesis, generando un detallado diario cinemático donde la palabra cobra todo su sentido y más en los rendez-vous de los protagonistas. La fragilidad física del poeta adquirió visos dramáticos, en tanto más se acercaba a la extinción definitiva, pero igualmente se transformó en canto, desde el amoroso cuidado de sus mujeres. Poemas dedicados a ambos, cruce de correspondencia, a veces dolorosa, por momentos sublime, sumergieron al espectador en el microcosmos del trío, fortaleciendo el vínculo entre cine y literatura, pero sin imponer o superponer un arte al otro. Siguiendo al realizador: "Lo que me atrajo del tema, fue hacer una película sobre las palabras de amor, felicidad, anhelo, promesa de una vida menos ordinaria. Filmar su correspondencia, observar a los caracteres escribiéndose, dejándoles por momentos leer sus cartas en voz alta; poniéndolos a hablar de sus sentimientos, del triángulo amoroso; descubrirlos planeando con cierto tono conspirador sus encuentros: tres seres complejos y muy inteligentes, cada uno a su manera. Desde una perspectiva contemporánea, intenté filmar como si escribiera un libro, como si la película misma fuera la cuartilla a intervenir". Evidenciar la intervención, pero del lienzo, por el pintor inglés William Turner, es lo que Mike Leigh logró con gran precisión en "Mr. Turner", acerca de los últimos años en la vida del paisajista. La cinematografía condensó con extraordinaria fidelidad el ambiente de la época y la estética del artista, transformando cada encuadre en un cuadro como extraído de su estudio. La relación cine-pintura quedó fidedignamente consignada y realzada por el excelente trabajo de Timothy Spall (Turner), premio a la mejor actuación en el Festival de Cannes 2014, así como por la cuidada caracterización del resto del elenco. Con ello, Leigh abrió una ventana privilegiada a la Inglaterra en los inicios de la era victoriana. De hecho, en cierta escena, la reina Victoria visita al poco de casarse una muestra donde hay obras de Turner pero no se muestra demasiado entusiasmada, a diferencia de su marido quien admira y entiende la obra del pintor. La cotidianeidad del creador, su estrecha relación con el padre, quien fue además su asistente por más de 30 años, la difícil relación con las mujeres que orbitaron a su alrededor, y el movimiento pictórico inglés romántico, encontraron su lugar en la cinta, al tiempo que se constituyeron en el telón de fondo de un momento en la obra de Turner cuando la crítica y el público empezaron a tildarle de excéntrico, sin percatarse de que sus lienzos apuntaban ya hacia un temprano impresionismo. Como todo genio, el suyo fue incomprendido durante este último período de su existencia, cuando su estilo se volvió menos complaciente y más crítico del facilismo de sus contemporáneos. En la dirección de Mike Leigh, los tonos, claroscuros y brillos del llamado "pintor de la luz" se crecen y vibran, revalorizando y acercando el legado de Turner a un público menos familiarizado con su devenir. Por su parte, la digitalización del material imprimió una impecable nitidez a la fotografía, haciendo de "Mr. Turner" un compendio de efectos pictóricos sumamente rico. "Si uno hace una película sobre Turner, se vuelve mucho más sensible al tema de la luz", recalcó el cineasta, durante la rueda de prensa del Festival que, pese a atravesar un período de transición, sigue acercándonos a una parte privilegiada del Séptimo Arte, a la luz de esta confusa contemporaneidad que nos subyuga. Alejandro Varder |
![]() Jauja
![]() Silvered water
![]() 71
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