Haneke y Tarantino, dos visiones opuestas (à traduire)
Entre las cinco películas nominadas al Oscar a "mejor guión original" del 2013, dos de ellas han protagonizado un conflicto silencioso, una fisura ideológica que no debería pasar inadvertida. Los tres primeros nominados han sido títulos diferentes, emblemáticos. Flight (Robert Zemeckis, 2012) fue escrita por John Gatins y aborda un drama intimista de redención, matizado, eso sí, con toques de acción y thriller. Moonrise Kingdom, nueva joya de Wes Anderson que, escrita junto a Roman Coppola, narra un cuento para adultos tamizado con su habitual humor y melancolía. Zero Dark Thirty, último proyecto de la oscarizada Katherine Bigelow, escrita por Mark Boal, y cuya visión de la historia contemporánea ha arrastrado gran revuelo. Todas estas cintas eran, por supuesto, ganadoras potenciales del galardón. Sin embargo, la cuarta y la quinta nominaciones prometían una rivalidad diferente. Dos cineastas con estilos únicos que promueven su propia idea del Cine; los autores de Django Unchained y de Amour. Si bien cada película tenía más o menos potencial para ser premiada, la elección de estas dos últimas trascendería más allá de la crítica cinematográfica.
Pero para comprenderlo, habría que familiarizarse primero con el contexto de cada director. Tarantino siempre ha sido un defensor abierto de la violencia ficticia. Aún mantiene que ésta es una expresión más del arte y debería ser catalogada en el ámbito de lo estético y no de lo social. En una rueda de prensa, el cineasta recordó una secuencia de Sergio Leone en la que un personaje aplasta una mosca con sus manos. "Eso es violencia real y no me gusta". La sangre teatral, sin embargo, ha sido un recurso constante en su trayectoria. La vemos en su debut como director en Reservoir Dogs, donde un personaje se va desangrando a lo largo de la película, o en Pulp Fiction, con la que bromea volando la cabeza de un tipo por accidente, en las peleas viscerales de Kill Bill o en la más reciente escena final de Django Unchained. Tarantino ha llevado todas esas peleas de kung-fu que tanto admira a un nuevo nivel, lo ha hecho un sello personal. Para él, el cine es espectáculo, por encima de todo, entretenimiento. Después de convencer a Lawrence Bender para que le produjera su primer largo, Tarantino se enfrentó a un segundo proyecto, una cinta que marcaría un antes y un después en su carrera. Pero la saturación de drogas y violencia de Pulp Fiction era tal que TriStar se negó a financiarla. Irónicamente, la productora Miramax, propiedad de Disney, acabó financiando la película. La descomposición del guión, la rapidez de los diálogos y las referencias cinematográficas la convirtieron en una obra de culto. Se aceptó, de alguna manera, que "ese era un universo cerrado e irreal del que sólo formaban parte sus personajes y al que no tenía acceso nadie más" (Gisbert, 81). Al respecto, decía Paco Gisbert que Quentin Tarantino introducía elementos violentos como ardides narrativos, nunca con el fin de publicitar algo. No obstante, con sus dos últimas películas esta explicación ha vuelto a ponerse en duda. En Malditos Bastardos disparó, quemó y mató a Hitler en un teatro parisino. El protagonista de su nuevo film, un héroe occidental afroamericano, se desahoga a balazos con los esclavistas que comercian con el color de la piel. En ambas películas, Tarantino va urdiendo la moral del espectador para generar la necesidad de un clímax satisfactorio, o lo que él denomina "violencia catártica". Al principio la violencia es sobria; quería que la audiencia tuviera ese dolor, esa pena. Tenían que necesitar que Django se vengara. Que [los espectadores] necesiten que él se encargue de esos tipos para tener una experiencia satisfactoria. Una vez conseguido, podía tener mi gran secuencia y hacer all-in. La opinión sobre sus venganzas en celuloide se ha ramificado. Los hay que las consideran un alegato inofensivo, una especie de "justicia poética divertida". Él mismo asegura que su última película ha abierto una herida sin cicatrizar, la de los años de esclavitud sureña (también cubierta por la reciente Lincoln, de Spielberg, nominada al "mejor guión adaptado"). Pero su temática no ha sido el único centro de la polémica; aparte de cierta palabra peyorativa, se ha cuestionado la manipulación que admite estar tejiendo en la mente de los espectadores. Algunos ya han exteriorizado esa duda. ¿Es éticamente profesional utilizar sucesos terribles, como son el holocausto nazi y el esclavista, para evadir los reparos morales que genera la violencia y poder saciar sus pretensiones artísticas? Entre los críticos que juzgan mis películas, detalla el autor, están los críticos sociales; ellos no han influido ni un ápice en mis guiones, en ninguno; a esos críticos los ignoro, porque yo creo en lo que hago y mi trabajo es seguir haciendo cine a pesar de ellos. La opinión de Michael Haneke, contrincante suyo en el Oscar al mejor guión, siempre ha sido abiertamente opuesta. La violencia en mi cine aparece como realmente es, el sufrimiento de una víctima. De este modo, equipara la visión naíf y aceptable de la violencia con esos accidentes consecutivos de tráfico: cierto accidente conducirá a otro porque un conductor ha sido cautivado por el siniestro y no se ha fijado en la carretera. Mirar a situaciones horribles es tan fascinante porque al espectador no le concierne directamente; sin embargo, la próxima vez sí que podría incumbirle. Haneke cuenta divertido que en la première de Funny Games para Cannes todo el mundo aplaudió cuando la madre protagonista mata a uno de los intrusos con la escopeta. Hubo una sensación general de alivio y satisfacción. Pero después de que el otro cómplice rebobinara la película y la escena se repitiera, se hizo el silencio. Todos comprendieron que se habían dejado manipular. Al fin y al cabo, habían aplaudido un crimen. Es cierto que esta película trataba específicamente sobre la visión de la violencia en el cine, convirtiendo al espectador en cómplice criminal. Sin embargo, toda la filmografía de Haneke, cada película, Benny's Video, Caché, La pianista, La cinta blanca…, se ha mantenido fiel a ese principio. Incluso en su última obra, Amour, los escasos momentos de violencia son de una crudeza buscada. Cada vez que nos muestra un acto de violencia, en cualquiera de sus formas, no es divertido, ni si quiera entretenido, lo que él intenta es revolvernos el estómago. No diré que no disfruto de las buenas películas de consumo y entretenimiento, confiesa el director, pero creo que el hecho de que deba ser una película de consumo o no depende enteramente del tema que trate, y si lo que quieres es hablar de una temática problemática debes hacerle justicia. Un ejemplo de ese compromiso es la decisión de mostrar el cadáver de la protagonista de Amour al comienzo de la película. No quería crear una falsa sensación de misterio; si no muestras eso al principio generas una tensión alrededor de si va a morir o no, pero la cuestión no era si muere o no; la película trata sencillamente sobre cómo tratar el sufrimiento de alguien a quien amas. Las películas de Haneke nunca han pasado inadvertidas. Igual que Tarantino, tiene seguidores y detractores, algunos alaban la densidad del director y otros no son capaces de tolerar ni veinte minutos de sus metrajes. Sin embargo, estimado o no, el director alemán siempre ha defendido la libertad de su público. Hace no mucho le preguntaron por su rechazo a Downfall (Oliver Hirschbiegel, 2004). Él alegó que todo cineasta debe responder ante ciertas responsabilidades. Una de esas responsabilidades implica que tu audiencia permanezca independiente y libre de toda manipulación. La cuestión es cómo de en serio me tomo a mis espectadores, hasta que punto le ofrezco la oportunidad de crear su propia opinión, confrontando esa figura histórica a la suya propia. ¿Estoy tratando de forzar la visión del espectador o, por el contrario, trato de ofrecerles los medios para generar su propia opinión? Tanto la película de Tarantino como la del cineasta alemán ofrecen un trasfondo inusual. Django Unchained revive a su manera la tragedia esclavista del siglo XIX. Haneke escribió Amour después de que su tía le pidiera que la ayudara a suicidarse y él no pudiera hacerlo. La película nos sumerge en dos ideas cada vez más presentes en nuestra sociedad, la vejez y la eutanasia. Pero más allá de su temática, ambas películas transmiten una filosofía propia, una visión del cine y de la violencia radicalmente opuesta. Si la Academia se decanta por alguna de las dos, de alguna manera, también está firmando una declaración de intenciones. El veredicto de la octogésima quinta entrega de los Oscar se ha anunciado el 24 de febrero del 2013. El ganador del Oscar a "mejor guión original" ha sido Quentin Tarantino. Referencias:
Martín Ibarrola Nájera |
![]() M. Haneke
![]() Django Unchained
![]() Amour
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