Somos la noche (à traduire)

Alemania, 2010
Título original: Wir sind die Nacht
Dirección: Dennis Gansel
Guión: Dennis Gansel, Jan Berger
Reparto: Karoline Herfurth, Nina Hoss, Jennifer Ulrich, Anna Fischer, Max Riemelt Duración: 100 minutos

Nota Cinecritic
Regular

Decir que esta película es original, novedosa o innovadora sería mentir con descaro. Claro que el género de vampiros es un tema demasiado manoseado como para sorprender al espectador, de modo que no seré demasiado dura con esta cinta alemana que ganó el premio especial del jurado en el Festival de Sitges del 2010. A fin de cuentas ¿Quién no echaba de menos vampiros sanguinarios que no se reflejan en los espejos, que caminan por las paredes y se queman al contacto con el Sol?
Esta película sorprende por la naturaleza puramente clásica de este trío de vampiras que se funden perfectamente en una metrópolis alemana contemporánea. A años luz de los insípidos chupasangre de Crépusculo las vampiras Louise, Charlotte y Nora rebosan estilo y personalidad, al menos en un principio, pues finalmente se estancan en meros estereotipos. Les gusta vivir la noche entre bailes, compras, drogas y sangre. Lena es una joven delincuente de 18 años, copia prácticamente idéntica a Lisbeth Salander, que vive con su ausente madre en un piso de mala muerte en un barrio marginal. Su vida da un vuelco de 180º cuando Louise, líder indiscutible de ese clan, la muerde y la convierte en vampira.
Se podría decir que la metamorfosis de Lena (la frutera pelirroja de El Perfume: historia de un asesino) es lo más destacable de esta película. Dennis Gansel, director de La Ola, consigue hacer de una transformación vampírica algo casi místico, como ver al patito feo convertirse en un bellísimo cisne. La escena de la bañera es lírica, casi poética. Allí vemos a una Lena magullada y herida entrar en el agua y liberarse de todo, sus heridas, el tinte de su pelo, su tatuaje, su pasado y emerger a la superficie como una hermosa sirena. Una ninfa ahora insegura que se deja guiar por sus mentoras a una vida de desenfreno, lujos y placer.
A partir de aquí la película entra en una espiral de decadencia y falta de originalidad, con un romance entre Lena y un (guapísimo) inspector de policía cogida casi por los pelos. La entrelazada subtrama policial es bastante inverosímil y el argumento se vuelve flojo y forzado, acelerando un final previsible y manoseado. Procurando crear un mínimo de controversia pero sin querer asumir demasiados riesgos, el resultado final es una película de feminismo vampírico pero sin demasiadas novedades.

Más recomendable para alquilar que para pagar el cine por ella.

Anahis Bahillo

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