Fausto (à traduire)
Rusia, 2011 Título original: Faust Dirección: Alexander Sokurov Guión: Alexander Sokurov, basado en la obra homónima de J. W. von Goethe Reparto: Johannes Zeiler, Anton Adasinskiy, Isolda Dychauk. Duración: 135 minutos Nota Cinecritic ![]() |
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Dr. Fausto es un personaje de un cuento alemán del siglo XVI que inspiró a Johann Wolfgang von Goethe a escribir su novela Fausto, obra monumental de la literatura occidental. El Fausto de Goethe es la más famosa adaptación de la leyenda del hombre que se dedicó a los saberes del mundo y, sin embargo, desilusionado con ese conocimiento, pacta con Mefistófeles, el Demonio, la entrega de su alma a cambio de dinero y la mujer que él desea. El cineasta Alexander Sokurov revisitó el mito con su propia versión de Fausto, filme que recibió el León de Oro en el Festival de Venecia 2011. Su intención fue la de reavivar la obra de Goethe e incentivar a los espectadores a leerla: "Es una obra aterradora por su claridad, su clarividencia premonitoria. Leyéndola, uno siente un escalofrío… Es una obra que indudablemente me crea una cierta angustia." "Yo, como director de cine, soy un pequeño hombre que tira una piedra para que caiga lo más lejos posible. Si puedo despertar la curiosidad del espectador, habré cumplido mi cometido". (A. Sokurov) Con Fausto, Sokurov cierra su tetralogía sobre el Poder y el Totalitarismo iniciada con Molokh (1999), Taurus (2001) y El Sol (2005). En esos filmes él retrata personajes controversiales de la historia mundial como Lenin, Hitler y el emperador japonés Hirohito, antes de abordar a Dr. Fausto, siendo este último el único personaje ficcional de la serie. Decía el director con respecto a su tetralogía del Poder: "me gustaría que la tetralogía no fuese lineal, sino un círculo. Una vez que el bucle se cierre, este círculo conectará personajes y momentos históricos muy alejados en el tiempo". La tetralogía de Sokurov cuenta la historia de la transformación de hombres sedientos de poder en fantoches sin alma, de monstruos moralmente condenados a la soledad existencial, que han perdido completamente la noción de lo sagrado y del origen divino del Poder. Hombres que han vendido su alma al Diablo, como Fausto, para convertirse en tiranos, oligarcas, genocidas, que finalmente quedan solos en la cima del poder porque allí no hay lugar para un otro. El pacto con Mefistófeles es también un pacto con el demonio interior, con el mal que anida en cada uno de los seres humanos pero que en ciertos casos parece tomar el control total de la persona. Ese es el caso de Fausto, pero también de los tres personajes reales de la tetralogía de Sokurov: Lenin, Hitler e Hirohito. Además de la literatura, Sokurov se inspiró en cineastas y pintores alemanes para crear su estética tan personal. Por ejemplo hay algunas similitudes entre su Fausto y El Enigma de Kaspar Hauser de Werner Herzog (1974), cuyo título original podría traducirse así: "Cada cual para sí y Dios contra todos", lo cual da una noción del grado de escepticismo de la mirada de Herzog sobre la condición humana. Allí se establecía visualmente comparaciones constantes entre seres humanos y animales encerrados en jaulas, siendo el mismo Kaspar Hauser un Niño Salvaje, puro instinto e ingenuidad, como consecuencia de haber sido criado en situación de encierro, alejado totalmente de la civilización. Por su parte Sokurov, en Fausto, compara a los seres humanos con cerdos, perros, cuervos, garzas, dependiendo de la psicología y la situación de cada uno de los personajes. Para componer los cuadros, el director ruso se inspiró en pintores como Albrecht Altdorfer y Carl Spitzweg. Este último era un poeta y pintor nacido en Munich en 1808. Sus obras, mayormente satíricas, se burlaban del estereotipo romántico del hombre consciente de su pequeñez frente a la Naturaleza, creando, en cambio, pequeños anti-héroes grotescos concentrados sobre asuntos minúsculos y encerrados en ambientes claustrofóbicos. Spitzweg solía pintar sus escenas intimistas en tonalidades casi monocromas, virando a los pardos y negros con toques de verde o rojo. Sus intelectuales eran pequeño burgueses retratados como seres recluidos en sí mismos, divorciados de la realidad exterior. El Fausto y el Mefistófeles de Sokurov aparecen en el filme retratados también de una forma satírica y muy crítica del racionalismo y el Positivismo que surgió en el siglo XIX. Su Fausto es un soberbio que cree que con el conocimiento filosófico y científico puede dar cuenta de la comprensión total del mundo, para así lograr estar a la altura de Dios, pero luego se da cuenta de que es sólo un ser humano mortal y falible, y esa idea le es insoportable. Es un personaje sombrío que busca el poder absoluto en el racionalismo extremo. El pacto con el Demonio significa para él, el poder total, pero a cambio de este poder pierde su humanidad. La película está hablando del hombre del siglo XIX pero también se extiende hasta la actualidad, al hombre moderno y contemporáneo. Tiene que ver con el Positivismo que nos ha llevado a la ruina moral, porque el Hombre comenzó a descreer de todo lo que no podía ver, tocar o probar científicamente, entonces el alma, los afectos, la intuición, todo lo que no tiene lógica dejó de ser valorado hasta su negación. Por su parte el Mefistófeles de Sokurov no es sólo el Demonio, también es un usurero que le hace firmar a Fausto un préstamo con sangre, un poco como el Shylock de El Mercader de Venecia. Este demonio-usurero es el aspecto oscuro, instintivo, animal e irracional de Fausto, pero además Sokurov le agregó otro significado, el de la ambición desmedida por el dinero. Estos dos aspectos, para Sokurov, constituyen la base del mal en el hombre moderno, y lo que hace de Fausto un ser tan real y actual a pesar de su origen mítico. Ese aspecto demoníaco, ambicioso, oscuro e irracional de Fausto lo lleva a matar al hermano de Margarita y a sentir deseo sexual por ella, luego lo lleva a matar a la madre de Margarita y a dejar que la culpen a ella por matricidio. Como científico analiza cuerpos sin vida, como si se trataran de reses muertas, y crea horribles monstruos en probeta. Quiere descubrir el alma en un cuerpo inerte y no lo logra, entonces llega a la conclusión de que el alma y Dios no existen, y por ende el Hombre tiene permiso para satisfacer sus deseos sin importar el medio, sin necesidad de seguir un comportamiento ético. Lo que aquí se plantea es la falta de moralidad de un Hombre sin Dios, la existencia de un mundo gobernado por el apego a lo material, la ambición de dinero y la avaricia, y sobre todo una época en la que el fin justifica cualquier medio. Luego, el Infierno para Fausto es la soledad total, su castigo es quedar aislado en medio de un desierto de hielo, un paisaje desolador, a merced del Mal que existe en su interior. Llama la atención la irreverencia hacia la Iglesia por parte de Mefistófeles, quien besa en los labios la escultura de la Virgen María y vacía sus intestinos en el suelo del recinto sacro. Por su parte Fausto se queja constantemente de padecer necesidades físicas, como el hambre o el cansancio, estableciendo el filme una comparación entre el protagonista y los perros de la calle que, muertos de hambre, comen de la basura. Hay allí instintos que urgen en ser satisfechos. Es un filme en cierta forma surrealista ya que la acción parece transcurrir en la mente de Fausto. Hay mucha fantasía e irrealidad en la atmósfera. Incluso sus diálogos con el Demonio son acaso imaginarios, al igual que su visión de Margarita iluminada como la figura cristiana de la Virgen María. Sokurov trabaja mucho con la luz difusa y las anamorfosis para dar esa atmósfera irreal. En ese aspecto recuerda un poco a los paisajes mentales de Tarkovsky, especialmente en los planos generales vacíos y desoladores del final, reflejo de la interioridad del personaje. El Fausto de Sokurov no es idéntico al de Goethe. Este Fausto tiene un cuerpo, una historia, un padre, una psicología que el mítico personaje del escritor alemán no poseía, o al menos no en forma tan explícita. Además convertir al Demonio en usurero fue una idea pura y exclusivamente del realizador ruso, en aras de darle al tema una mayor actualidad y, por decirlo así, bajar el mito a la calle, a la vida cotidiana, a un mundo material tangible y comprensible para un espectador del siglo XXI. Esas diferencias enriquecen la obra aún más. Lejos de ser simplemente "un pequeño hombre que tira una piedra…", Alexander Sokurov se está consagrando como uno de los herederos de los grandes maestros del cine ruso y mundial. Adriana Schmorak Leijnse |
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