El rey de la comedia (à traduire) |
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Francia, Polonia, Alemania, 2011 Dirección: Malgorata Szumowska Reparto: Juliette Binoche, Anaïs Demoustier, Joanna Kulig Duración: 99 Minutos Nota Cinecritic ![]() |
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Ver a la gran actriz francesa en una película siempre es un buen reclamo, tiene esa mirada fascinante que nos deja absolutamente prendados de sus ojos, de su sonrisa, del espacio de reflexión que deja en el espectador que ama la belleza y también la inteligencia que anida dentro de ésta. La directora polaca Malgorzata Szumowska dirige esta historia, centrada en el mundo de la prostitución y en la investigación que una periodista de la revista Elle lleva a cabo de las estudiantes que venden su cuerpo, mientras sacan una licenciatura. Llama la atención el tema, porque da juego para hacer una película que enlace lo moral con la reivindicación de una vida digna para mujeres que cultivan el intelecto, pero la película sucumbe a la estética fácil de unas escenas, como la muy desafortunada secuencia de sexo explícito con música clásica en un pretendido deseo de sorprender, pero que, lamentablemente, nos parece estar viendo alguna secuela de Emmannuelle, sin que el espectador entre en la profundidad que la directora, en su fuero interno, quiere denunciar. Juliette Binoche hace un papel que se ve sostenido por su intensa mirada, su rica presencia, la de una mujer siempre en estado de madurez que nos atrae por fuera pero que queremos conocer por dentro, como si anduviesen dentro de ella mil rostros. Por ello, precisamente, lamentamos que la película se quede en la superficie de las cosas, que pretenda hacer una denuncia con la frivolidad de una revista del corazón, donde nos muestran a mujeres hermosas que en nada parecen culpables por lo que hacen, sino que parecen modelos de pasarela. Lejos de esta película queda la mirada fija de una mujer camaleónica que destapa la intriga de la personalidad envolvente en aquella inolvidable trilogía de Kieslowski, sobre todo, en Azul, película de mil lecturas, con una Binoche inolvidable. Como si el mundo de la publicidad pesase más que el de la realidad pura y dura que cuenta, no nos creemos a estas estudiantes prostitutas, parecen demasiado felices para vender su cuerpo, sin duda, algo falla en la mirada de la directora, algo no encaja en su propuesta y en la estética elegida con el tema tratado. No olvido las grandes prostitutas del cine, las que alumbraron directores como Billy Wilder en Irma la dulce o la Isabelle Huppert en la célebre Señorita de día, prostituta de noche, dirigida por el gran Claude Chabrol en 1978. Ellas sí que alumbran una vida apasionante, la Irma de Wilder desde la sonrisa y la comedia y la Huppert desde el drama y la historia policíaca, en el mejor estilo de Chabrol. Nada de esto hay aquí, por ello, solo nos queda Juliette Binoche, para mirarla, como quien mira un océano, con el afán de descubrir donde radica su fascinante belleza, de tantas películas míticas ya, como Azul, La insoportable levedad del ser, El paciente inglés y tantas otras. Como último detalle para la posterioridad cinematográfica (lo digo con la ironía correspondiente), la actriz se masturba en una escena y yo me pregunto ¿era necesario esas imágenes explícitas para hablar de un tema ambiguo y complejo, pero que puede ser abordado de muchas otras maneras? Si en la famosa película de Bertolucci, El útlimo tango en París, la escena del griego entre Brando y María Schneider era necesaria para comprender el grado de violencia de una relación sustentada en el desconocimiento y en el inmenso dolor de Brando ante la vida, aquí nada se explica, solo es una escena para esos cinéfilos que coleccionan a sus actrices favoritas y sus mejores desnudos, pura superficialidad, que en nada explica los temas esenciales de esta malograda película. Dejo al espectador la respuesta, pero, en mi opinión, la película quiere y no puede, porque no saca la honda mirada de este mundo complejo de chicas que estudian y se prostituyen, son solo modelos, chicas de mirada alegre, que, en nada, tocan fondo a tan espinoso tema social. Pedro García Cueto
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