Elefante Blanco (à traduire) |
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Argentina, España, Francia, 2012 Dirección: Pablo Trapero Guión: Pablo Trapero, Alejandro Fadel, Martín Mauregui, Santiago Mitre Duración: 110 minutos Reparto: Ricardo Darín, Martina Gusmán, Jérémie Renier, Federico Benjamín Barga Nota Cinecritic ![]() |
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El director argentino Pablo Trapero tiene una obra cinematográfica muy arraigada en el cine social. Sus films anteriores, Mundo grúa (1999) o Carancho (2010) son un exponente de ello. Con Elefante blanco, continúa su recorrido por un mundo marginal, desesperanzado y mísero que sobrevive a duras penas. El curioso título del film proviene de un inmenso edificio a medio construir, que de alguna manera "preside" la villa marginal de Buenos Aires, donde se desarrolla la historia. Lo que en un principio tenía que haber sido el hospital más grande de Latinoamérica, se ha convertido, por culpa de la desidia y corrupción de las autoridades, en un mastodonte siniestro y laberíntico, abandonado por todos, que solo sirve de amparo a yonquis, desocupados pero también a un grupo de sacerdotes comprometidos. Estos últimos son los protagonistas de la historia. El gran actor Ricardo Darín encarna al padre Julián, párroco de la barriada chabolista, al que se une Nicolás, un joven misionero francés (interpretado por el belga Jérémie Renier, al que hemos podido ver recientemente con un papel completamente diferente en El niño de la bicicleta, de los hermanos Dardenne) y que aquí realiza un notable trabajo. Completa el trío protagonista Martina Gusmán (compañera en la vida real de Trapero) que hace de una abnegada asistente social. El film quiere reivindicar a estos hombres y mujeres que se comprometen, ya sea a través de la religión o de sus propias convicciones personales, para ayudar y dedicar su vida a todos los seres abandonados por la sociedad de consumo, las autoridades religiosas o políticas. Trapero no duda en asestar un duro varapalo a esta parte de la sociedad egoísta e insensible, para luego confrontarla a esa minoría generosa, dedicada y bondadosa que defiende los intereses de los más desfavorecidos. El film está rodado con mucho ritmo y la cámara de Pablo Trapero se desliza ágil y nerviosa por las laberínticas callejuelas de la barriada, mostrando la miseria, los personajes patibularios, la muerte pero también las ansias de vivir y sobretodo el dinamismo de los protagonistas. Esta parte, digamos más documental del día a día, del trabajo y la lucha cotidianos por hacer del suburbio marginal un sitio un poco más humano y vivible es lo mejor de la película. La fuerza del film radica en el empeño de Trapero por mostrar y denunciar la pobreza del barrio. Lo que quizás no está tan conseguido es el retrato de los dos sacerdotes. Si bien las interpretaciones son muy acertadas, falta más profundidad y matiz, en la descripción propiamente dicha de la psicología de cada uno de los dos. La divergencia que tienen a la hora de enfocar los problemas de la barriada (el padre Julián más volcado en la religión mientras que Nicolás está más preocupado por los vecinos) no está suficientemente desarrollada. Así mismo, la relación amorosa que se establece entre la asistente social Luciana y el padre Nicolás no aporta mucho a la historia principal. Quizás Trapero ha querido reivindicar así la condición más libre y moderna de ciertos sacerdotes que defienden su libertad a la hora de tener relaciones sentimentales y sexuales. Pero, en cualquier caso, esta parte romántica no es lo mejor del film. En cualquier caso, Elefante blanco posee un gran interés no solo por sus buenas interpretaciones y su realización de calidad, sino por habernos mostrado con veracidad y honestidad una tremenda realidad de miseria que no siempre es denunciada. Trapero no cae en el paternalismo o sentimentalismo sino que a la par que critica la pobreza y la corrupción que la alimenta, también nos manda un cierto mensaje de esperanza encarnado en la asombrosa dedicación de los sacerdotes comprometidos así como de otros personajes también entregados a la causa. Los olvidados de Dios lo siguen siendo pero quizás, un poquito menos gracias a la generosidad de algunos. Carmen Pineda
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