Melancholia (à traduire)
Francia, Dinamarca, Suecia, Alemania, 2011 Dirección: Lars von Trier Intérpretes: John Hurt, Kirsten Dunst, Charlotte Gainsbourg. Duración: 130 minutos Nota Cinecritic ![]() |
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Presentado en preestreno durante el último festival de Cannes, el filme Melancholia de Lars Von Trier ha dado mucho que hablar. Desgraciadamente no por las buenas razones ya que, como muchos de nosotros saben, su notoriedad está más ligada a las declaraciones polémicas de su realizador que a su inmensa calidad cinematográfica. Pero dígase lo que se diga, Melancholia es una gran película. Una película con P mayúscula. Una obra que transmite lo que el cine tiene de grandioso y magistral. Para aquellos que aún no habrían oído hablar, el filme se centra en la vida de un puñado de individuos, mientras el planeta Melancholia se dirige directamente hacia la Tierra. El relato se divide en dos partes. La primera está dedicada a la boda de la rubia y depresiva Justine (Kirsten Dunst), que termina en fracaso a pesar de todos los esfuerzos de su hermana Clara (Charlotte Gainsbourg) y de su esposo. La segunda se centra en Claire y sus allegados, mientras el planeta Melancholia se acerque inexorablemente a la Tierra, amenazando con destruirlo. Dos partes, dos hermanas, dos modos opuestos y complementarios de relatar la angustia. La primera luminosa, festiva y rítmica. La segunda sombría, aislada, desesperada. Pero estos dos capítulos tienen en común el destilar angustia palpable y casi insoportable, que el espectador no puede más que compartir con los protagonistas. Una angustia que crece y conmociona, recordándonos que somos muy poca cosa. Justine y Clara expresan dos modos opuestos de enfrentarse a la muerte, una depresiva, resignada, melancólica, y otra violenta y rebelde. Al leer el argumento uno puede esperar una historia estrafalaria y poco creíble, pero no es nada de eso. El guión está tan bien hilvanado, los personajes tan bien escritos e interpretados, que uno no puede más que dejarse llevar y vibrar frente a este drama universal. En cuanto al planeta con nombre de psicopatología, resulta completamente creíble. Los pocos pasajes que hacen referencia a elementos científicos reales, están bien documentados y en ningún momento la situación parece grotesca. El espectador asiste a una visión intimista del fin del mundo, lejos de los flashes y las sirenas mediáticas de un Independance Day, un espacio cerrado con dejos pictóricos. Esto en lo que concierne al fondo, y la forma no se queda atrás, porque Lars Von Trier pone al servicio de su propuesta una fotografía increíble que da lugar a imágenes sorprendentes. El universo visual de la película toma prestado mucho de la pintura, particularmente de las obras renacentistas a las cuales el filme hace referencia repetidas veces. Es el caso de las magníficas primeras imágenes que reproducen escenas reencontradas más tarde en los libros de pintura que Justine hojea, en los momentos en lo que desea aislarse de su pesadillesca boda. ¿Y qué podíamos esperar de mejor que la música de Wagner para sublimar estas imágenes y subrayar la atmósfera poética que inunda toda la película? La alianza funciona a la perfección y hace del filme una obra completa, enteramente dedicada a sumergirnos las tinieblas de una melancolía a la vez romántica y trágica. Para completar el cuadro, podemos citar la mansión aislada, los caballos, las pieles lechosas de ambas hermanas, la histeria a la vez colectiva y contenida… todo contribuye a crear esta atmósfera de suave descenso a los infiernos, de cruel e irremediable final. A pesar de las ambiciones estéticas del filme, el realizador no abandona su apego a los preceptos del Dogma. Toda la primera parte de la película está filmada con cámara al hombro, acentuando la sensación de caos y de opresión. No podemos más que sentirnos arrebatados por la belleza de la obra, por la emoción que se desprende, aún cuando la misma va de la mano con una desesperación casi insoportable. El tema es tan universal que no deja lugar a la indiferencia. Solo Lars Von Trier podía hacer tal película. El realizador es conocido por sus tendencias depresivas, y podemos interpretar a Justine como su alter-ego. Al final es una oda a la melancolía, una reflexión sobre la muerte, sobre nuestra triste condición de mortales. El niño terrible del cine supo sobrepasar su gusto por la provocación (que caracterizaba su película precedente Anticristo) para probarnos a través de este filme que es un gran artista. Melancholia es seguramente su película más lograda. Mélanie Romat |
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