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Fritz Lang La soledad de una sociedad mezquina (à traduire)



La mirada de Fritz Lang es la de un creador que ha dado al lenguaje cinematográfico seres atormentados, historias llenas de personajes que carecen de conciencia, sino también, y lo que es más importante, una radiografía de la sociedad, con sus mezquindades y sus atributos.
Lang nació en Viena el 5 de diciembre de 1890, era hijo de Paula Schlesinger, mujer de ascendencia judía y de Anton Lang, arquitecto jefe de los trabajos públicos de la ciudad. Lang aprendió de su padre el mundo de la arquitectura, no en vano, se matriculó en la Escuela Superior Técnica de Viena.
No hay que olvidar que la arquitectura es una clara influencia que puede verse en las películas de Lang, como los grandes espacios en que ocurren partes de los hechos de películas tan afamadas como Metrópolis o los ambientes fantasmagóricos de filmes tan interesantes como Moonfleet (el cementerio) o Más allá de la duda (la cárcel).
Lang es, sin duda alguna, un creador que cincela todo lo que toca, un hombre que da vida a proyectos que nos pudiesen parecer casi inverosímiles (como en el caso de Metrópolis), pero, que una vez realizados, gozan de la inmortalidad que confieren las obras maestras.
Pero Lang no siguió arquitectura, ya que le tentaba más el dibujo, se apuntó a la Academia de Artes Gráficas de Viena, pero luego, aburrido de sus estudios allí, acabaría en Munich, en la Escuela de Bellas Artes.
Antes de ser director de cine, Lang, después de un periplo por otros países, se fue a París y allí fue dibujante de comics, diseñador de moda, caricaturista para la prensa, hasta pintor de acuarelas.
Para Lang, la llegada a París será fundamental, porque le hace entrar en contacto con el cine, asiste a muchas sesiones de cine, ve muchas películas francesas y, obsesionado con la pintura, decidirá transmitir a la misma el movimiento que tienen las imágenes del cine.
Pero la primera guerra mundial le sorprende y tendrá que marcharse de París, ya en Viena entra en el ejército austriaco y se graduará como teniente. En el frente ruso será herido de gravedad, en la convalecencia en el hospital Lang vuelve a su obsesión por la pintura, pero también por el cine. Se dedicó también a escribir cuentos cortos.
Si bien Lang se trasladó a Berlín donde empezará su carrera cinematográfica, será en 1922 cuando realice El doctor Mabuse, una película que ya toca el tema de la Alemania de posguerra, que confirmará luego con la excelente M y el regreso de Mabuse, El testamento del doctor Mabuse.
Llama la atención que M. fuera permitida por la censura alemana mientras que en Hungria se prohibiese por su crueldad y en Checoslovaquia por la forma en que se evidenciaban los métodos policiales para descubrir asesinos, nada ortodoxos. El testamento del doctor Mabuse sí fue prohibida en Alemania.
Cuando empezó el ascenso del nazismo, Lang abandonó su residencia en Berlín para dirigirse a París. Allí se encontró con amigos como Peter Lorre (con el que había trabajado en las películas antes citadas), con Billy Wilder, Franz Waxman, los hermanos Robert y Curt Siodmak, entre otros.
Debido a que hombres como Murnau y Lubitsch se habían ido a Hollywood para triunfar en el cine americano, Lang decidió dar el salto y se fue a Estados Unidos. Desde 1934, Lang comienza su carrera en Hollywood, donde dará los mejores frutos de una carrera brillante como director: Furia, Más allá de la duda, La mujer del cuadro, Perversidad, Deseos humanos, Los sobornados, etc.
Pero lo que nos interesa es hasta qué punto Lang vive la soledad como un tema clave en sus películas, desde muy joven al cineasta austriaco le interesó el tema de la desconexión del individuo con el medio que le rodea, por ello, M. es una película espeluznante sobre un asesino de niñas, ya que el director vienés ya estaba perfilando a través de su cine, sus obsesiones: las relaciones humanas, la inadaptación del individuo, la soledad del hombre en una sociedad que le obliga a la violencia (Furia), o las relaciones marcadas por la infidelidad, en un ambiente de hampa y de novela negra (Los sobornados o Deseos humanos), sin olvidar películas donde el individuo es utilizado fríamente, por su ingenuidad y su infelicidad, como Perversidad, donde Joan Bennett fragua la manipulación de Edward G. Robinson con su amante Dan Dureya.
Lang es un autor que filma con la cámara como si diseccionase la mente del individuo, penetra en su interior para sacar la verdad y la mentira que hay en él, solo un maestro podría hacerlo.

M, el vampiro de Düsseldorf. La soledad del asesino


Película emblemática de 1931 que cuenta la historia de un asesino de niñas, en Düsseldorf, se trata de un personaje solitario que se mira en el espejo para ver siempre ese rostro extraño, sin amigos, hombre introvertido y enfermo.
Los mendigos y delincuentes hacen en la película de otra policía, ya que lo detienen y sirven para ser la representación de la mezquindad de una sociedad rota y resquebrajada, Lang lo sabe y filma una película que va destilando la angustia de un personaje anómalo, hombre sin atributos (recordando la famosa novela de Musil).
Pero hay un tema en la película que sí debe destacarse, la presencia del asesino alrededor de los honrados ciudadanos, ya que M. (es muy curioso que la película se titule así, nos recuerda, sin duda, a los personajes de Kafka que nunca aparecen con su nombre completo, sino con las iniciales, con el afán de deshumanizar a estos seres) es uno más entre las personas que aparecen en la ciudad, un hombre que puede pasar perfectamente desapercibido entre la multitud.
La historia se basa en los hechos acaecidos en 1930 cuando hubo una gran psicosis por la presencia de un asesino en serie.
Pero hay que destacar el logro de Lang para crear atmósferas donde podemos ver la soledad del protagonista, un hombre recluido en un mundo de paroxismo que le lleva a odiar a sus semejantes, las calles solitarias de la ciudad por donde transita M., reflejo de una Alemania derrotada, que aún no se ha repuesto de la pérdida de la Gran Guerra de 1914 y que vive una enorme decadencia que Hitler logra parar al llegar al poder, antes de que su locura termine con la nación.
El juego de luces y sombras de la película, la famosa melodía de "Peer Gynt" del famoso compositor Grieg que silba Beckert  (el protagonista, M, el gran Peter Lorre) durante toda la película, los silbidos de los mendigos cuando persiguen a M. por las calles solitarias. Sin duda alguna, M. es una radiografía de la soledad, donde un hombre sin capacidad para discernir el bien del mal va asesinado niñas, porque es allí, en la muerte de un inocente, donde el horror cobra toda su intensidad.

La mujer del cuadro y perversidad: la trampa de la soledad

Hay dos películas claves de Lang para entender la soledad en su cine. En ambas películas, vemos a un personaje (Edward G. Robinson) de vida gris, que está ávido de aventuras, en ambas veremos cómo las cosas se complican para este hombre de apariencia modesta, de vida anodina.
La mujer del cuadro fue una película de 1944, producida por Nunnally Johnson, basado en la novela Once Off Guard, de J. H. Wallis.
La historia de un profesor universitario que, ausentes su mujer y su hijo, que conoce a Alice (una inolvidable Joan Bennet), la cual seduce al profesor, le lleva a su casa, allí llega su amante y el profesor (Richard Wanley) mata en defensa propia al tipo, tendrá que deshacerse del cuerpo, viviendo una pesadilla, pero, en realidad, todo ha sido un sueño.
La idea que tuvo Lang de tratar el subconsciente de este hombre, sus anhelos de una vida menos anodina, le llevan a esa historia donde todo ha sido soñado.
La idea de la importancia del arte como sustituto de la vida aparece aquí como tema sustancial, ya que Wanley conoce a la mujer en una galería de arte donde admira su retrato, hay un onirismo latente en la historia, como nos recordó Noël Simsolo en su libro sobre Lang, cuando dice:
"Lang transforma el melodrama policíaco en una representación de los mecanismos del inconsciente, no dejando nada al azar. El retrato muestra una mujer que el protagonista desearía encontrar, de la misma forma que el espectador de una película sueña con encontrar a la mujer cuya imagen le ha fascinado en la pantalla. Toda esta ficción implica una doble "aventura" en la que la idea del sexo se mezcla con la de la muerte en una culpabilidad común" (Noël Simsolo, Fritz Lang, Ediling, 1982).
Esa verdad anida en la historia, como bien dice el crítico de cine, ya que el deseo de vivir otra vida parte de su soledad, un hombre casado que no siente apego a una vida de rutina y que vive la fascinación de un encuentro con una bella mujer que se interesa por él. Tan alto merecimiento para un hombre anodino (otro hombre sin atributos como M. aunque aquí le dota de más personalidad, sin cosificar al personaje, como sí lo estaba Lorre en M.).
Todo es onírico en la película, la imagen de Alice reflejándose en el cristal junto al cuadro que contempla Wanley, la forma imprevista en que llega el amante, la solitaria y lluviosa carretera por la que se interna el protagonista para esconder el cadáver, la mirada del fiscal (un genial Raymond Massey).
La película está llena de un metodismo y una perfección absoluta, ya que no existe plano que no conlleve una imagen distorsionada de la realidad, son pequeñas brumas donde el protagonista sueña su historia, fruto de su notable mundo de soledad.
Que Lang eligiera a Joan Bennet fue un acierto ya que la guapa actriz dota al personaje de una mirada perversa, es la tentación como Eva cuando le dice a Adán (salvando las notables diferencias con G. Robinson) que muerda la manzana.
Si La mujer del cuadro incide ya en lo onírico, en Perversidad (1945), Lang ya no hace concesiones, se adentra totalmente en el mundo del infierno, al hacer una historia donde una pareja (los mismos actores de La mujer del cuadro, aquí también amantes, Dureya y Bennet), se ríen y utilizan vilmente a otro hombre solitario, un personaje aún más dotado de simpleza, un verdadero hombre sin carácter, dominado terriblemente por su mujer.
Fue un producto de Diana Productions, que Lang creó con la guapa Joan Bennett, el guión de Dudley Nichols sobre una famosa pieza teatral de Georges de la Fouchardiere, merece nuestra máxima admiración.
Christopher Cross (Robinson) conoce a Kitty  (Bennett) y se enamora de ella, para mantenerla cuando va a verla, es un hombre casado, comete un desfalco en el banco en el que trabaja como cajero, luego descubrirá que es objeto de chanza y de manipulación por parte de la joven y de su amante (Dureya), mata a Kitty y logrará que culpen a su amante, Cross se marcha mientras vive la pobreza, sin saber que los cuadros que pintaba para matar su vida anodina, empiezan a venderse a gran precio.
Esta historia, como La mujer del cuadro, tiene tintes oníricos, nos cuesta creer en la relación de Cross con esa mujer, por qué la mantiene, por qué llega tan lejos, por qué llegará a matar a Kitty. El título original de la obra en que se basa es La golfa, pero se decidió cambiar el título para evitar la censura de Hollywood.
Hubo una versión de Renoir de la obra de teatro con Michel Simon como protagonista (ambos G. Robinson y Simon tienen una extraña imagen de hombres de aspecto tosco con aspecto de niños, como si se hubiesen perdido en la infancia, a mi modo de ver, habría que unir a estos dos grandes monstruos del cine, el de Laughton).
Lo más interesante de la película es la atmósfera de pesadilla, la crueldad al que someten al pobre hombre, donde se trasluce la enorme soledad de un personaje que irradia, en cada plano, compasión, un hombre sin suerte, lapidado por aguantar a su mujer y engañado por la bella Kitty.
El triste personaje servirá a la mujer como criado, no sólo la alimentará, sino que, en una memorable escena, le pinta las uñas de los pies (como hará Mason con Sue Lyon en la famosa Lolita de Kubrick). El grado de desprecio al que somete a Cross no tiene límites, entendemos entonces las respuestas violentas del hombre, ya que, en esta historia, el tema de la soledad, tiene tintes más duros que en La mujer del cuadro.

Deseos humanos: el destino fatal de los personajes de Lang.

Pero Deseos humanos (1954) es una de las grandes muestras de la soledad de los personajes de Lang, cuyo destino está trazado por la adversidad.
Deseos humanos es un remake de una película de Jean Renoir, al igual que Lang recreó la versión que hizo el cineasta francés de La golfa. La idea de hacer esta historia (la película de Renoir se llamó La bête humaine), dio unos estupendos frutos porque la película tiene la temperatura de un mundo claustrofóbico donde un grupo de personajes solitarios tienen que enfrentarse a la fatalidad de sus vidas.
La historia está basada en un relato de Emile Zola, ya sabemos que el escritor francés se caracterizó por crear mundos depravados y por ser el adalid del naturalismo, escuela en la que se evidenciaban las peores características del ser humano. Por ello, la película rastrea en esos mundos sórdidos, ambientada en el mundo del ferrocarril, donde, como si de una metáfora se tratase, la vida pasa rauda, como los trenes, sin que podamos cambiar el destino que les conduce a sus lugares de llegada.
Carl Buckley es un hombre anodino que acaba de ser despedido de su trabajo en el ferrocarril,  tiene una joven esposa, Vicki, la inolvidable Gloria Grahame, que intenta interceder sobre un hombre influyente para que Carl recupere su puesto, lo consigue, pero Carl, invadido de celos, descubre que ambos fueron amantes en el pasado y decide asesinar a Owens.
Entra en escena un ex combatiente de Corea (papel que interpretó el notable y atractivo Glenn Ford) y, después de ser seducido por Vicki, ésta le pide que mate a su marido. Al final, Ford abandona la idea. La marcha de ella, tras la negativa de Ford a cometer el asesinato, produce el malentendido de su marido, el cual cree que ambos han huido juntos, encuentra a su mujer y la estrangula.
Podemos pensar, con un argumento así, que la bestia humana (siguiendo el título de Renoir) es el marido (interpretado por un excelente Broderick Crawford) pero, en realidad, se trata de la mujer, capaz de seducir a varios hombres, despertar los celos de su marido, la mujer es, sin duda, un ser malévolo que trae la tragedia a todos sus protagonistas.
Los temas de Lang están en la película: el adulterio, la soledad, la violencia, la idea de la manipulación de unos seres sobre otros, etc.
Para Quim Casas, en su notable estudio sobre Lang en Cátedra, Signo e Imagen, la planificación de la película es envidiable, lo que demuestra que el cineasta vienés era un artífice del cine en todas sus perspectivas:
"La planificación de Lang es determinante en este sentido: les dedica a Warren y a Vicki un plano medio mientras se abrazan por vez primera y, cuando inician su beso, acerca la cámara en corto y casi imperceptible travelling como si quisiera vulnerar ese aparentemente feliz encuentro amoroso". (p. 211).
Por ello, la fatalidad está presente, es una película donde la inmensa soledad de los protagonistas no hace concesiones, ninguno de ellos tiene nada realmente, Carl quiere solo poseer como un objeto a Vicki, ésta desprecia a Carl (otro hombre sin atributos de la filmografía de Lang, siempre con las mismas características, poco agraciado, a veces violento, raro y celoso) y el personaje de Glenn Ford viene también de la soledad, de la guerra y del desencanto vital. Sí es, sin embargo, un hombre con conciencia, porque el deseo de tener a Vicki no le lleva al asesinato, sino que le refrena su criterio ético.
Miguel Marías, el gran crítico de cine, también cita el tema de la fatalidad a raíz de esta película, cuando dice lo siguiente en un artículo de la revista Nuestro cine, perteneciente a octubre de 1969:
"Como ese tren no puede salirse de su vía, los personajes languianos no pueden huir del destino implacable que rige y guía sus vidas".
Cierto, porque la película se centra en la fatalidad de cada uno de ellos, en el fatum terrible que les lleva a ir perdiendo todo lo que tienen, como si estuviesen tocados por la mala suerte.

Algunas opiniones de otros directores sobre Fritz Lang

Algunos directores de prestigio han dejado sus opiniones sobre Lang, debido a que, sin duda, ha logrado ser un maestro para ellos. Algunos de estos cineastas se encuadran en la famosa Nouvelle Vague, como Chabrol, Truffaut o Godard, grandes teóricos del cine, a la par que directores realmente notables.
Chabrol dice sobre Lang: "Lang era el director más misterioso que se pueda imaginar, en la manera de trabajar, en la fabricación del film. Pero estoy convencido de que nada para él era difícil. Las cosas venían y se hacían, simplemente. Es imposible que un tipo capaz de rodar Más allá de la duda en veinte días tenga que hacer demasiados esfuerzos. Es una película hecha son sencillez, no hay nada que no esté en su sitio. Para él era natural" (Cahiers du Cinema, núm. 437).
Merece la pena recoger también las opiniones de Francois Truffaut, porque incide en la idea de la obsesión, sus personajes viven obsesiones, son hombres anodinos que quieren cambiar su vida, al precio que sea. Por ello, en sus películas aparece el cine  negro, porque crea una atmósfera (calles solitarias, mujeres hermosas, hoteles), donde puede desarrollarse la trama:
"Fritz Lang se expresa con libertad mediante historias estrambóticas que trata de mejorar, no en el sentido de afinar las psicologías ni la verosimilitud, sino de deformarlas de acuerdo con sus propias obsesiones" (Truffaut en "Fritz Lang en América" en Las películas de mi vida, Mensajero, 1976).
Lo que está claro en estas opiniones, hay otras muchas, pero prefiero ceñirme a las aquí citadas, es que Lang trabaja sin descanso y lo hace movido por su obsesión de crear una película donde los personajes sufran algunas de las impresiones que laten en la vida del director: la soledad de una época, el mundo como un sueño, la fantasmagoría de una sociedad mezquina donde el ser humano muestra lo peor de sus instintos, dejando un resquicio para el compromiso con la ética, como en el personaje de Glenn Ford y en otros de su dilatada carrera.
La soledad planea sobre sus películas, porque esos personajes sufren esa sensación de incomunicación que les lleva al sueño, al crimen, al adulterio. Lang crea atmósferas y personajes inolvidables en su cine, como buen conocedor del alma humana.

Pedro García Cueto
Fritz Lang

Metrópolis

Deseos humanos

M

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