Rapt (à traduire)
Bélgica, Francia, 2009
Dirección y guión: Lucas Belvaux
Intérpretes: Yvan Attal, Anne Consigny, André Marcon, Françoise Fabian.
Duración: 2h 05
Fecha de estreno en Francia: 18 de noviembre de 2009
Nota Cinecritic
Hombre de industria y de poder, Stanislas Graff es secuestrado por un grupo comando, una mañana como tantas otras mientras se dirigía en auto a su oficina. Comienza entonces un calvario que durará varias semanas, durante las cuales Graff permanece completamente apartado del mundo exterior. Amputado, humillado, negado en su humanidad, Graff no comprende por qué nadie acepta pagar la suma que los secuestradores piden para liberarlo.
La televisión y los semanarios de actualidad revelan mientras tanto su verdadera vida, su personalidad, haciendo que su mundo se desmorone poco a poco. Adaptación libre de un caso real, el del secuestro del barón Édouard Empain, ocurrido en 1978, el filme es una historia ficcional sobre un hombre de negocios que no lleva una doble vida, sino cuádruple. Cada una de estas vidas forma para él un círculo independiente y escindido de los otros tres. Su círculo familiar, su círculo de amantes, uno para las apuestas en el póker y otro para sus relaciones laborales. Graff es un hombre de múltiples caras, dos caras visibles y dos, ocultas. Pero ¿por qué mostrar antes de la escena del secuestro, tema que le da título al filme, las imágenes de su doble vida privada? Acaso sea una forma de presentar al personaje en su medio, el de la alta burguesía, el de un círculo exclusivo, de élite, con contactos estrechos con el poder político para el que todo vale, para el que la impunidad es total y, por ende, todo está permitido. A Belvaux no le interesaba contar la historia verdadera del barón Empain a través de su personaje ficcional Stanislas Graff, sino sólo inspirarse en ella trasladándola a la actualidad, cambiando los nombres y los hechos, e imaginando diálogos imposibles de conocer con certeza. Esa primera secuencia, de un rápido montaje con cortes abruptos entre una escena y la siguiente, muestra al personaje viviendo su vida a toda velocidad, como un caballo desbocado que no tiene freno ni límites. De pronto el límite se impone de la manera más brutal, a través de un secuestro. Entonces la cámara se sube al automóvil, se encierra en el cofre junto con el rehén, queda aprisionada en el sótano y detrás de la cámara las puertas se cierran. Casi podemos sentir ese frío, tocar esas paredes húmedas, sufrir ese encierro gracias a los primeros planos cercanos con los que el director belga logra la identificación del espectador con el protagonistas, en un estilo realista bien logrado. El film toca el género policial sin pertenecer a él, sin respetar sus normas ni sus clichés. Porque no hay aquí la intención del vértigo, de la acción, de la persecución exitosa de los "malos" por parte de los "buenos". La intención aquí es de realizar un film de corte social, un retrato crítico de las clases pudientes con sus luces y sombras. El secuestro funciona como un catalizador que acelera el proceso de decadencia de Stanislas Graff en la ficción y Édouard Empain en la vida real y, con ellos, la decadencia de la clase social a la que pertenecen. En ese sentido cabe recordar que el director belga refleja en La razón del más débil (Lucas Belvaux, 2006) los problemas de desempleo de la clase trabajadora en Bélgica, a través de un grupo de obreros que, tras el cierre definitivo de la fábrica de acero en la que trabajan y el consecuente despido de todo su personal, deciden robar su antiguo lugar de trabajo. En La razón del más débil el delito, sin decirlo abiertamente, queda de alguna manera justificado. Y en Rapt ocurre algo similar. La amputación del dedo es una prueba de vida pero también un castigo por las deudas contraídas en el póker. La insinuación del juez sobre la teoría del auto-secuestro planeado para hacer pagar al grupo empresario las deudas privadas contraídas por Graff en el casino, el comentario al pasar de su esposa Françoise sobre la inmoralidad de perder miles de euros al póker mientras tanta gente no tiene para comer (llama la atención este comentario que denota cierta consciencia social en una mujer proveniente de un entorno tan ajeno a los problemas de las clases bajas), el retorno al hogar del secuestrado quien, lejos de mostrarse más humano y transformado por el dolor, parece dispuesto a continuar su vida exactamente en las mismas condiciones que lo venía haciendo hasta entonces, son algunos de los aspectos oscuros que impiden al espectador, finalmente, simpatizar con el protagonista. Este realismo de Belvaux logra que los "buenos" no sean tan buenos y los "malos" no lo sean en términos absolutos. Este realismo es su estilo, el de la crítica social, el de una división de clases tan profunda que siempre desemboca en violencia. El secuestrador apodado el "marsellés" lo expresa con claridad: "con este dinero voy a poder hacer lo mismo que usted", lo que cientos de veces ha visto y leído en los semanarios, en los periódicos, en las noticias del jet set. El director explica en una entrevista cómo él interpretó las declaraciones que Édouard Empain había realizado a la prensa a propósito de su secuestro: "Era la historia de una caída, no de un declive sino de un desclasamiento social". El caso nunca se resuelve. No se sabe quién ha sido el ideólogo ni cómo los secuestradores estaban al tanto de detalles que surgen de conversaciones privadas. Cómo un secuestro tan bien planeado terminó en fracaso y por qué nunca se llegó a fondo con la investigación. La teoría del auto-secuestro no se confirma pero tampoco queda descartada, y no se proponen hipótesis alternativas. Todo queda en el filme abierto, bajo un signo de interrogación. Adriana Schmorak Leijnse |
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