Ciclos Cinecritic - El Nuevo Cine Iraní - El viento nos llevará (à traduire)
Francia, Irán, 1999
Dirección: Abbas Kiarostami
Intérpretes: Behzad Dourani y los habitantes del pueblo Siah Dareh
Duración: 115 minutos
El viento nos llevará, del realizador iraní Abbas Kiarostami, es la historia de cuatro citadinos que visitan un lejano pueblo en la región del Kurdistán. Los motivos de su arribo permanecen oscuros a lo largo del film. El personaje principal, llamado "ingeniero" por la gente del lugar, cuenta a un pequeño que su misión es buscar un tesoro, aunque parece más bien estar morbosamente interesado en la mala salud de una anciana del pueblo. ¿Vendrán estos cuatro personajes a asistir a su entierro para registrar fotográficamente la tradicional ceremonia funeraria?
Desde el primer plano general de un paisaje desértico cruzado por una serpenteante carretera, encontramos infinidad de elementos que se pueden observar recurrentemente en los films anteriores de Kiarostami: un automóvil perdiéndose en el paisaje, un camino sinuoso en la colina, un árbol solitario y siempre los finales abiertos que permiten al espectador concluir la historia en su imaginación. Pero quizá lo más notorio en este film sea el choque entre las costumbres tradicionales de este pueblo y la vida moderna encarnada aquí por el "ingeniero", que acaso sea un reportero gráfico de Teherán trasladándose en su camioneta último modelo, vistiendo ropa occidental y portando teléfono celular y cámara de fotos. En ese pueblo enteramente pintado de blanco, integrado perfectamente a un paisaje pleno de color, que remite al Paraíso coránico, su teléfono celular no funciona, su cámara de fotos no es aceptada -la religión islámica prohíbe la veneración de imágenes y, por extensión, la producción de las mismas-, la tecnología moderna no encaja bien en ese medio tradicional sino que viene a romper y dar vuelta, como en la toma de la tortuga, el natural transcurrir de esa vida. No es casual que el teléfono sólo comunica cuando quien lo porta se traslada al cementerio o que el "ingeniero" lleve en su camioneta un hueso humano mientras espera con ansia la muerte de la anciana. La tecnología aparece asociada a la idea de muerte, quizá a la muerte de la tradición misma. El título del filme proviene de los versos de un poema que el protagonista recita a una muchacha en un sótano; este poema pertenece a Forough Farrokhzad, la primera poetisa iraní que describe el deseo sexual, motivo por el cual esta escena considerada de contenido erótico no se exhibió en Irán. El poema habla de la vida y de la muerte, habla del amor y de la Naturaleza, de la noche, del deseo y del viento que nos llevará cuando nuestra vida finalice. Como el médico va a decir más adelante: "si cierras los ojos a la belleza, la belleza no vuelve jamás". La vida es aquí y ahora, ya que nadie tiene garantías de un más allá. Es como una corriente de agua que se realimenta continuamente. El protagonista, al arrojar el hueso humano al río, devuelve a la naturaleza lo que le pertenece y permite la continuación del ciclo natural de la vida. El prestigioso crítico de cine norteamericano Jonathan Rosenbaum, comentaba el 26 de septiembre de 2000 en una conferencia dada en Buenos Aires: "Creo que la película es una autocrítica, es la épica de la relación de los cineastas y la gente común." Según él, Kiarostami se preocupa muy especialmente de manejarse de la forma más ética posible no interfiriendo en la vida de la gente que filma. De acuerdo a esta mirada, el "ingeniero" sería, entonces, el alter ego del realizador iraní, pero a diferencia de éste, el personaje ficcional sí interfiere en la vida de la gente, al punto de desear la muerte de una anciana para obtener una buena historia que sirva de tema a su reportaje fotográfico. El viento nos llevará es una obra llena de poesía. Quizá uno de los films de Kiarostami más ricos en imágenes visuales y literarias. La recurrencia de temas, lejos de verse como una repetición innecesaria, debería interpretarse como la plasmación de múltiples variaciones de los mismos temas que preocupan obsesivamente a todo artista. Adriana Schmorak Leijnse |
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