Ágora
(à traduire)
Estados Unidos, España, 2008
Realización: Alejandro Amenábar
Intérpretes: Rachel Weisz, Max Minghella, Oscar Isaac
Duración: 2 h 06
Fecha de estreno en Francia: 6 de enero de 2010
Nota Cinecritic
Alejandro Amenábar, el "niño prodigio" del cine español, nos brinda su última creación: Ágora, estrenada en Cannes (selección oficial fuera de competencia), que ya es leyenda por ser la película de mayor presupuesto de toda la historia del cine español.
En efecto, se emplearon algunos medios colosales para la reconstitución fiel de la ciudad de Alejandría del siglo IV, escenario de una lucha sanguinaria que enfrentó a los paganos con los primeros cristianos. El relato se articula alrededor de la figura de Hipatia, personaje mal conocido de quien nos han llegado pocos indicios y a quien se le deben importantes descubrimientos en matemática y física. Sin embargo la elección de Hipatia es ante todo un pretexto para estudiar el momento clave en el cual los primeros grupos cristianos accedieron al poder a través de violentas confrontaciones con los paganos, suscitando el paso brutal de una era del saber a una era de barbaries. Pero si de historia se trata, Amenábar nos brinda una visión muy personal de los hechos. En efecto, se sabe muy poco sobre Hipatia aparte de ser hija de Teón (personaje de alto rango, director del museo de Alejandría), de haber realizado importantes investigaciones en el ámbito científico y de haber muerto lapidada por los cristianos. Sobre esta base, Amenábar nos presenta un tratamiento novelado del personaje a la que convierte en una suerte de guerrera de la libertad. El concepto de libertad, caro al realizador (ya tratado en Mar Adentro a través del problema de la eutanasia) está en el centro de Ágora. Aquí se trata de la libertad de pensamiento y de creencia, evocada por la integridad de Hipatia ante los conflictos religiosos de su tiempo. La película toma valerosamente parte en el debate y se eleva en crítica de los conflictos ideológicos, que son aún y más que nunca de actualidad, y en particular contra la actitud violenta y belicosa de los cristianos listos a destruirlo todo a su paso para acceder al poder. Y mientras que la historia del cine procuró ilustrar los sufrimientos del cristianismo, los mártires, las heridas de Cristo, los cristianos son aquí presentados como verdugos y no ya como víctimas. Esta toma de posición tiene el mérito de ser valiente y de esbozar un "recalibrado" del discurso del cine occidental. Se puede sin embargo acusar a Amenábar de caer un poco demasiado fácilmente en el maniqueísmo: los buenos de un lado, los malos del otro, los blancos y los negros, los intelectuales frente a los bárbaros. Ídem para la figura central de Hipatia, que se transforma rápidamente en una encarnación del bien luchando contra el mal, flirteando con la iconografía cristiana: virgen y mártir, ella prodiga amor y sabiduría, sacrificando su vida por sus creencias. Es deplorable que la figura central del relato sea tan lisa. Se tienen dificultades en alcanzar realmente una empatía con Hipatia y uno experimenta más bien deseos de interesarse por Orestes o Davus, personajes complejos y contradictorios… simplemente más humanos. Si uno se interesa en cambio por las características formales, el film permanece en un tratamiento muy clásico. Dignos decorados hollywoodenses de los Péplums de los años 50, trajes de época y cámara discreta: es el guión (escrito por Amenábar mismo) lo que es puesto al honor y todo se desarrolla de forma tal de llevarnos hacia el desenlace trágico del relato. Para concluir se puede decir que a pesar de algunos facilismos, la película funciona bien y nos tiene en vilo con una historia lo suficientemente real como para creerla y lo suficientemente novelada como para que se convierta en una fábula. Amenábar consolida su imagen de "cineasta camaleón", pasando del "thriller de estudiante-cámara al hombro" a película hollywoodense de gran presupuesto, pasando por el drama y lo fantástico. Navega entre los géneros y nunca está allí donde se lo espera. ¿Genio de múltiples facetas o artista sin personalidad? Es la pregunta que uno se plantea inevitablemente… Mélanie Romat |
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