Septembre - Octobre 2021
El hijo de Saúl (à traduire)
Dirección: Lászlo Nemes
Guión: László Nemes y Clara Royer
Actores: Géza Röhring, Levente Molnar, Urs Rechn, Sándor Zsótér, Todd Charmont, Björn Freiberg,
Fotografía: Mátyás Erdély
Música: Lászlo Melis
Duración: 107 minutos
Nota Cinecritic

No se trata de un nuevo film, al uso, sobre el genocidio o el Holocausto nazi, sino una visión novedosa de lo que supuso para muchas personas desde un punto de vista moral, ético y psicológico un drama de semejante envergadura. La narración está contada desde la mirada de Saúl Ausländer, un prisionero que, obligado a quemar los cadáveres del campo, descubre, un día, a un joven muerto que él identifica como su hijo. A lo largo del film, su única obsesión y motivación será encontrar un rabino para dar sepultura al joven. Pero, es en realidad su hijo o no lo es? Entre la realidad, el delirio, la pesadilla, el director sigue a su protagonista filmándolo, en la mayoría de los planos, por detrás. Solo vemos su espalda, sus andares mecánicos más de moribundo que de vivo. Esta despersonalización del individuo que Nemes refleja con su cámara está en el centro de la historia. Saúl, vive su obsesión como un motor de supervivencia. Se agarra a la idea de ese hijo como una razón de vivir, como algo que de sentido a su infierno, aportándole dosis de moral y de humanidad. La manera en cómo está filmada la película es fundamental para aportar esa sensación de opresión y de oscuridad (la fotografía es espectacular) apocalípticas. Los planos se centran en el personaje de Saúl y adivinamos al final otras figuras, otras cosas que sin embargo no acertamos a ver, porque están fuera de plano. Esto es recurrente a lo largo del film como si lo único que importara fuera la mirada, el movimiento, el sentir de Saúl. Nos identificamos tanto con él que parece que somos el propio personaje.
La ambientación de la película con gritos violentos, con fuego, con sangre, en una oscuridad angustiosa (hay pocas escenas con luz natural) dan una sensación de fin del mundo, de infierno dantesco en el que Saúl se mueve como un robot que persigue una finalidad que como hemos dicho tiene una parte de humanización y otra de locura de supervivencia. La frontera entre los muertos y los vivos es frágil en esta película donde si bien volvemos a ver las atrocidades que cometieron los nazis, descubrimos también, la fortaleza del ser humano que, frente a un trágico destino de desesperanza, consigue encontrar un sentido que le devuelva a la conciencia de sentirse y de ser humano.
La interpretación de Géza Röhrig como Saúl es admirable en sus matices. Con un papel donde los diálogos son limitados, el actor consigue transmitir una paleta de sentimientos extremadamente variada. Su mirada es estremecedora y su esbozo de sonrisa de la última escena que apenas vemos ya que como en otros momentos, adivinamos lo que ocurre sin verlo, es uno de los momentos más dramáticos que el cine de los últimos años nos ha dado. "El hijo de Saúl" es como un puñetazo en el alma: duro, fuerte y doloroso pero también emocionante y profundamente humano.
Carmen Pineda
