El cine americano actual cuenta, entre sus mejores bazas, con un género indie que representa lo más destacado de su producción. Las películas independientes demuestran ser, en muchas ocasiones, más interesantes, más originales y más valiosas que las realizadas por las grandes majors. Es el caso de "Frío en julio" de Jim Mickle ("We are what we are"). El film, que participó en la sección oficial del Festival de Sundance 2014, cuenta con un reparto excepcional: San Shepard ("Agosto", "Mátalos suavemente") en un papel de personaje decadente que consigue emocionar; Don Johnson ("Django desencadenado", "Corrupción en Miami") demostrando que con la edad se está convirtiendo en un gran actor y finalmente, Michael C. Hall ("Dexter", "A dos metros bajo tierra"), magnífico en su papel de héroe casual. Si es lo primero que resaltamos es porque la historia recoge su fuerza en la interpretación de estos tres actores. Son tres personajes, un poco a la deriva, que encuentran, cada uno a su manera, en su "misión", el sentido a su vida. La película aúna, con maestría, varios géneros: desde el thriller, pasando por el cine de acción, hasta reminiscencias del western más clásico. Una amalgama cinematográfica que se salda con un resultado más que notable. La belleza de las imágenes, a menudo oscuras, en penumbra reflejan un mundo cerrado, monótono y que esconde profundos secretos en un pequeño pueblo del este rural de Texas. Richard Dane (Michael C. Hall) es un hombre joven, que vive con su mujer y su hijo pequeño, sin sobresaltos, aunque también sin emociones. Una noche, mata en defensa propia a un intruso que se mete en su casa. A raíz de este hecho, su vida da un vuelco. Aparece Russell, el padre del ladrón (San Shepard) quien, en un principio, le acosa para vengarse de su hijo muerto. Sin embargo, las cosas no son lo que parecen. Descubren que el fallecido no es, en realidad, su hijo. Los dos hombres se unen para descubrir todos los secretos. A quién ha matado Dane? Dónde está el verdadero hijo? Todo ello, enmarcado en un mundo de violencia, corrupción y hondas miserias, en el más profundo Texas. Jim Bob (Don Johnson), antiguo amigo de Rusell aparece para ayudar a los dos hombres. Aun siendo lo más dispar entre sí por origen y vivencias, los tres hombres encuentran una razón para luchar unidos contra lo que cada uno interpreta como el mal y la injusticia, aunque, para ello, tengan que replantearse muchas cosas. Encontrarán un ambiente aún más sórdido y depravado del que habían imaginado. Rodada con pausa, con silencios, donde la música y la luz adquieren un papel importante, la película no deja resquicio al espectador. Tensión psicológica, suspense y violencia contenida que estalla, en un momento dado de la historia, llenan unas imágenes que están en lo más profundo, impregnadas de una cierta melancolía decadente. Se trata de un buen guión, inteligente, medido, que compone un film bello y triste. Los silencios que preceden el duelo final, a semejanza de los westerns, quedan en la retina del espectador. Los personajes del film son héroes o corrientes por una vida vacía o atormentados por un pasado de delincuencia que intentan expiar sus culpas en una especie de "Happening" del más profundo sur americano. Un lugar, cercano a la frontera mejicana, decadente y deprimido que muestra una américa muy diferente de la que nos tiene acostumbrado Hollywood. "Frío en julio" es buen cine indie, pero sobre todo buen cien a secas.
Carmen Pineda
|
 
|