Septembre - Octobre 2021
¿Y ahora adónde vamos? (à traduire)
Líbano, 2011 Dirección y guión: Nadine Labaki Reparto: Nadine Labaki, Kevin Abboud, Claude Baz Moussawbaa, Julian Farhat, Ali Haidar Duración: 100 minutos Nota Cinecritic ![]() |
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El cine nos tiene acostumbrados en los últimos tiempos al tratamiento fílmico del conflicto endémico libanés entre la comunidad musulmana y la cristiana. En efecto, películas como Incendies, de Denis Villeneuve, igualmente del año pasado, plantean también como telón de fondo la situación crítica vivida por el enfrentamiento en la sociedad libanesa entre grupos de distinta adscripción religiosa. Pero si en Incendies la narración pasaba por el tratamiento exclusivamente dramático del conflicto, a raíz de la angustiosa búsqueda por parte de dos hermanos del rastro de asesinatos y violaciones que acompañó el pasado de su madre, en ¿Y ahora adónde vamos? nos encontramos en sentido estricto con una tragicomedia. En un contexto mucho más reducido -un pueblo pequeño donde todos se conocen-, asistimos al esfuerzo por parte de las mujeres del lugar por evitar que la población masculina se haga cómplice del enfrentamiento entre las dos comunidades religiosas que está destrozando el país. Uno no puede evitar acordarse, en ese difícil equilibrio entre la risa y el dolor, de La vida es bella, donde la crudeza de los campos de concentración nazis aparece diluida por el esfuerzo de Roberto Benigni por incorporar al niño coprotagonista a un discurso alternativo donde la reclusión se vive en clave lúdica, un auténtico juego imaginario con pruebas a superar por el infante que permitan evadirse del horror del holocausto. ¿Y ahora adónde vamos? discurre también, como la película italiana, por la vereda del escamoteo. Pero aquí no se construye para ello un universo fantástico que aleje la guerra del pueblo, sino que las mujeres -la conexión con el esfuerzo femenino en la Lisístrata de Aristófanes es más que palpable- optan directamente por la ocultación: primero verbal, durante la proyección colectiva de un informativo donde se da cuenta del conflicto, ante el cual las presentes comienzan a discutir por cuestiones azarosas, sabedoras de la necesidad de mantener a sus hombres alejados de la guerra, y por último física, mediante el entierro clandestino tanto de un joven asesinado accidentalmente en un fuego cruzado a las afueras de la localidad como del arsenal de rifles con el que los varones del pueblo cuentan para sumarse a la lucha desde el bando cristiano o musulmán. La película dispone de una estructura marcadamente especular que favorece el tratamiento simétrico que Labaki quiere dar a los dos grupos enfrentados. Para ello se sirve de un relato en apariencia circular, que comienza y acaba de igual manera, con un entierro. Sin embargo, el círculo se ha evitado gracias a la acción de las mujeres, que ha logrado reconciliar a ambas facciones, como bien demuestra que los hombres, en última instancia, sean incapaces en la escena final de decidir en qué cementerio de las dos confesiones allí presentes han de enterrar al joven. Esto solo se comprende una vez que el espectador ha asistido a la estrategia de disolución entre las dos religiones orquestada por las madres, hermanas e hijas de los protagonistas del conflicto, sirviéndose para ello de una fiesta que acaba en un feliz hermanamiento y de una jugada maestra en la que las libanesas del pueblo optan por cambiarse de credo de un día para otro, para confusión y enfado de los hombres, incapaces de saber ya cuál es su enemigo. Simétrica es también la narración del enfado de las dos comunidades religiosas, fruto igualmente de acontecimientos fortuitos: la fragmentación de una cruz en la iglesia y la irrupción de un rebaño de cabras en la mezquita. Imán y sacerdote, dos caras en el fondo de la misma moneda, se sumarán al esfuerzo femenino por lograr que no llegue la sangre al frío. A pesar de los aciertos en la estructura, la película juega a veces en terrenos resbaladizos que no parecen ser tratados de la mejor de las maneras. Así, las partes humorísticas, sumergidas en un baño costumbrista que recuerda en ocasiones a las comedias italianas de corte neorrealista, no siempre son resueltas sin que a uno le quede cierto regusto a estridencia. De igual modo, el film tontea también con el musical en un par de escenas solo esbozadas, por fortuna, pues cuesta entender la idoneidad de esos pasajes musicales. No cabe ninguna duda de que la película está construida con tino e inteligencia, y el espectador, poco predispuesto por un principio que no engancha, termina por verse sumergido en una trama con espectáculo de bailarinas extranjeras incluido donde la risa sirve como mecanismo de relajación ante la tensión por la inminencia del conflicto fratricida. Recomendable, en suma, para quienes gusten de la distancia que proporciona el humor para la reflexión sobre los enfrentamientos humanos de raíz religiosa. José Antonio Calzón |
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