El crepúsculo de los dioses
Estados Unidos, 1960 Título original: The apartment Dirección y guión: Billy Wilder Intérpretes: Jack Lemmon, Shirley Mac Laine, Fred Mac Murray, Ray Walston Duración: 125 minutos Nota Cinecritic ![]() |
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La idea de filmar una película como El apartamento le vino a Billy Wider después de ver la cinta de David Lean Breve encuentro (1945), con Trevor Howard y Celia Johnson, una historia donde un hombre y una mujer comienzan a charlar mientras esperan el tren. Son dos personas casadas, pero no logran esa felicidad completa, al hablar, se dan cuenta de la importancia de los afectos, de encontrar a la persona adecuada, de enamorarse de verdad. Parece sorprendente que Billy Wilder tuviera como referente esta película para una obra maestra que en nada se parece a la historia que cuenta David Lean, pero, sí lo observamos bien, en ambas historias se habla de personajes solitarios, en la de Lean, un hombre y una mujer que no han encontrado quien realmente les entienda, en la de Wilder, un hombre irrelevante, un tipo que vive solo en su apartamento, que está empeñado en ascender en la empresa donde trabaja y que presta su apartamento a sus jefes para conseguir mejores puestos. La soledad es el tema esencial de esta obra maestra de Wilder, sin olvidar otros temas que la película hilvana con extrema pericia: el arribismo, la deshumanización de una sociedad capitalista donde todos son personajes sin personalidad propia, seres que han perdido los verdaderos detalles de un tiempo que no ha de volver (la escena en la que el genial Lemmon sube en el ascensor y es el único de todos los hombres que se quita el sombrero ante la ascensorista de la que está enamorado (la deliciosa Shirley Mac Laine), pero hay otro tema importante en la película, la mirada tierna de un director a unos seres que, sin ser importantes socialmente, representan lo mejor de la condición humana, C. C. Baxter es un hombre que sufre su soledad esperando a que uno de sus jefes termine la juerga con su amante, mientras duerme en un parque, cogiendo un terrible resfriado, es el hombre que espera a Fran Kubelik para ver una obra de teatro, sin que ella llegue, porque está con el jefe Sheldrake, el notable actor Fred McMurray. La película es un reflejo de un mundo donde las apariencias y las verdades se confunden, Lemmon parece a los ojos de su vecino, el médico paciente que no se queja de las juergas de éste, un verdadero espécimen por aguantar tantas fiestas y tener tantas amantes, cuando, en realidad, es un hombre solitario que es utilizado por todos. También la aparente felicidad de Fran Kubelik esconde la tristeza de una relación con el jefe Sheldrake que no conduce a una historia con futuro, la aparente felicidad de los matrimonios de los jefes esconden la mentira de la infidelidad. Película llena de detalles que la convierten en una de las obras maestras de la historia del cine, película donde ya podemos ver la sociedad deshumanizada, la enorme oficina, el intento de Lemmon de ver una película (un guiño de Wilder al cine clásico, Gran Hotel), sin conseguirlo, por las interrupciones continuas de la publicidad, película que trata con ironía las relaciones humanas, la ascensión social (la forma magistral en que Lemmon tiene que concertar las citas de sus jefes para que no coincidan ninguno en el apartamento), película que trata de la soledad más amarga, las fiestas navideñas donde Lemmon conoce a una mujer, también solitaria, a la que lleva al apartamento. Recordemos la escena del espejo de bolsillo roto de Shirley Mac Laine que sirve para que Lemmon descubra el día en que comienzan las fiestas navideñas, donde todo debe ser alegría, que ella es la mujer que estuvo con su jefe en su apartamento, herida que le duele especialmente, ya que es la mujer que ama y ha estado con otro hombre en su propia cama. No hay que olvidar que Lemmon cuida con una ternura maravillosa a Fran cuando intenta suicidarse en el apartamento. Recordemos las palabras de Billy Wilder, el por qué volvió a una historia que le rondaba en la cabeza desde tiempo atrás, desde que vio Breve encuentro: "Volví a ella porque acabábamos de terminar Con faldas y a lo loco y me encantaba Lemmon. Esa película fue la primera vez que trabajamos juntos y dije: "Éste es el que necesito- Éste es el que tiene que interpretar al protagonista. Un poco hombrecillo, como decíamos antes, una persona que despierta compasión" (Cameron Crowe, Conversaciones con Billy Wilder, Alianza Editorial, 2000, p. 150). La idea de elegir a Lemmon fue fundamental, muy pocos actores en la historia del cine hubiesen dotado al personaje de ese aire de tristeza y de comedia a la vez que el genial actor americano (uno de los más grandes del cine moderno) regala a su personaje, es un hombre entrañable, que no podemos odiar, pese a alquilar su apartamento, porque en cada secuencia está el humor, el encantamiento de un hombre tierno en una sociedad feroz que ya no tiene lugar para una persona de sus características. También el médico, el doctor Dreyfuss, interpretado muy bien por Jack Kruschen, tiene vida, es un hombre que no ha perdido su humor, tiene una gran paciencia y no duda en ayudar a Lemmon cuando Fran intenta suicidarse y, sin duda, Fran, una mujer que cree en el amor, que vive el autoengaño por Sheldrake, un cínico de nuestro tiempo, un ejecutivo que manipula a los demás, porque así entiende la vida. La soledad está detrás de muchas escenas, la escena del parque, cuando Lemmon duerme allí, la escena del teatro cuando él espera pacientemente a una mujer que no va a acudir a su cita, cuando ve la televisión en su apartamento y al final, aburrido por la publicidad, la quita y se va a la cama. Toda la película es un reflejo de esa soledad que viven muchos seres en una ciudad de mucha gente, que buscan algo especial entre la rutina de sus vidas. El apartamento es una de las mejores muestras del talento de Billy Wilder, porque la mirada del director está llena de ternura y de ironía a sus personajes, el final, cuando Fran cree que Lemmon se ha suicidado, después de la heroica acción de dar a su jefe la llave del aseo en vez de la de su apartamento, para recuperar la dignidad perdida, pero se trata solo del ruido del corcho de la botella de champán cuando abre la misma, nos reconcilia con un mundo en que debemos creer, donde la inocencia y la ternura nos salven del despiadado mundo de las oficinas y de la gran ciudad. La soledad de dos seres que intentan, en un final feliz, iniciar una historia de amor, jugando a las cartas, nos hace pensar que la vida siempre da otra oportunidad y que debemos aprovecharla. Con un guión de Billy Wilder y su nuevo colaborador, I. L. Diamond, con decorados de Alexander Trauner, con la música maravillosa de Adolph Deutsch, la película se llevó cinco Oscar de la Academia (sorprende que no se lo llevasen Lemmon y Mac Laine por sus excelentes interpretaciones), porque fue y sigue siendo una obra maestra. Pedro García Cueto |
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