El crepúsculo de los dioses
Título Original: Sunset Boulevard Estados Unidos, 1950 Director: Billy Wilder Guión: Charles Brackett, Billy Wilder, D. M. Marshman Jr. Intérpretes: Gloria Swanson, William Holden, Erich Von Stroheim, Nancy Olson Duración: 110 minutos Nota Cinecritic ![]() |
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Billy Wilder dirige en 1950 esta película realmente brillante, donde nos cuenta la soledad de una actriz en decadencia, una Gloria Swanson espectacular. La película es un homenaje a la historia del cine mudo, porque la actriz (Norma Desmond en el film) conoció las glorias del cine mudo y no supo adaptarse al cine sonoro. Hubo muchos actores que pagaron caro ese cambio, ya que no entendían el cine sino como un medio de expresión gestual y las palabras rompieron los esquemas de muchos hombres del cine, sólo hay que recordar el caso de John Gilbert, arruinado física y psicológicamente al empezar el cine sonoro. La película pretendía empezar con una escena en el depósito de cadáveres de Los Ángeles, tenía que verse el coche fúnebre entrando el cadáver en el depósito, en este caso, el del personaje interpretado por William Holden (uno de los pocos amigos actores de Billy Wilder, junto a la gran pareja formada por Lemmon y Matthau). Incluso, para mayor hilaridad, el cadáver hablaba con otros, sobre lo que les había pasado. Naturalmente, semejante principio fue un desastre en el primer preestreno, en Evanston, a las afueras de Chicago. Se cambió el principio y se decidió poner el cadáver de Holden en una piscina, para que éste, a través de la voz en off, contara la historia. Lo curioso es que rodaron la escena de la piscina desde arriba y colocaron un espejo al fondo de la piscina para que pareciese otra perspectiva (Wilder siempre se caracterizó por la originalidad en sus escenas, como en la famosa secuencia de El apartamento, cuando Lemmon aparece en la oficina, parece toda una sala pero también hubo truco). La película es una radiografía de la soledad, porque la famosa actriz vive recluida del mundo, solo atendida por un mayordomo Eric Von Stroheim, papel excelente que nos recuerda a sus encarnaciones en las películas alemanas de los años veinte y treinta. El reparto de la película también sufrió cambios, ya que Montgomery Clift iba a hacer del periodista (papel que hizo Holden) que se interesa por la vida de la actriz, pero dos semanas antes del rodaje se echó atrás, para no interpretar un personaje como ese. Toda la película es un homenaje al cine mudo, pero también a aquellos seres que imbuidos por la soledad no supieron adaptarse a otros tiempos, los personajes que van a la casa de Norma Desmond para jugar al bridge son estrellas del cine mudo: Buster Keaton, Anna Q. Nilson y H. B. Warner. También tiene un papel en la película el prestigioso director Cecil B. De Mille haciendo de sí mismo. Eric Von Stroheim es el marido de ella, pero es su cuidador, el hombre que alivia a la gran estrella de la soledad inevitable en una fotografía en blanco y negro que hizo las delicias de muchos amantes del cine, Norma Desmond apareciendo como estrella al final de la película a través de los impresionantes ojos de Gloria Swanson, Norma bajando rutilante las escaleras, mientras Von Stroheim la mira como si volviese a ver aquellas películas de los tiempos felices. La muerte de Holden en la historia introduce la intriga, porque al director vienés le gusta aderezar la película con tintes de cine negro, como hizo con la excelente Testigo de cargo, en esta última a través de la mirada de una actriz rutilante, la muy bella Marlene Dietrich. Las imágenes en claro oscuro, las sombras que se proyectan en la casa, la imagen de la piscina reflejando un mundo de glamour donde nadie debe entrar, me recuerda al mausoleo que tiene Bates en la casa de su madre muerta en Psicosis, espacios anticuados, dejados atrás por el tiempo, eternizados en el pasado, como también lo era Bette Davis cuando Joan Crawford y ella mantenían ese pugilato lleno de amargura en la impactante ¿Qué fue de Baby Jane? de Robert Aldrich. Nos da la sensación que la estrella de cine sólo vive para bajar la escalera, como si saliese de mil años de sombras y de soledades, lo que ratifica la pericia de Billy Wilder al hacer una película donde la amargura y el glamour conviven majestuosamente. La casa es simplemente un espejo de esa inmensa soledad que planea en la película, una imagen que se nos queda grabada, la de los ojos de esa mujer, pintados como el hombre viejo que le dice a Aschenbach al llegar a Venecia en la famosa película de Visconti que dé recuerdos a su lindo amorcito, son ojos de guiñol, de mujer de otro tiempo, ojos que nos asustan y nos dan miedo, pero que no podemos dejar de mirar, los ojos de la Swanson, equiparable a los de otras diosas del cine: Bette Davis o Marlene Dietrich. Pedro García Cueto |
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Estados Unidos, 2011
Dirección: Mike Mills
Intérpretes: Ewan McGregor, Christopher Plummer, Melanie Laurent, Goran Visnjic
Duración: 105 minutos
Nota Cinecritic