Beginners
Estados Unidos, 2011 Dirección: Mike Mills Intérpretes: Ewan McGregor, Christopher Plummer, Melanie Laurent, Goran Visnjic Duración: 105 minutos Nota Cinecritic ![]() |
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Al leer ciertas comparaciones que asemejan el film de Mike Mills al del maestro Allen no puedo dejar de sorprenderme. Que ambos productos basen su encanto en la mezcla de géneros (el género tragicómico) no es suficientemente determinante como para llegar a tan curioso planteamiento. Son diferentes en tratamiento, forma y contenido. Simplemente basta con eliminar el componente musical para dar al traste con cualquier atisbo de igualdad. Beginners apuesta por una estructura desestructurada fragmentada en breves puzzles argumentales-temporales con el propósito de guiarnos por el confuso mundo interior de su protagonista. Esto lo consigue con una premisa argumental mínima (no necesita más): su padre es gay a los setenta y pico años y Oliver conoce a una chica. Las relaciones paterno filiales y amorosas, temas tratados hasta la saciedad, pero no de esta forma. Como dice Eastwood, todas las historias están contadas, solo hace falta encontrar otro punto de vista. Y aquí lo hay. Mills nos presenta a Oliver (McGregor) metiendo cosas y trastos en bolsas de basura y deshaciéndose de ellas. Para contar una historia hay que saber de dónde viene el protagonista. Cuál es su estado anímico, qué le pasa, cómo es normalmente, etc., para afrontar lo que viene más adelante con conocimiento de causa (no significa que se necesite una excusa emocional para justificar sus acciones) y no dar lugar a un mal entendido. Oliver cierra una etapa de su vida para abrir, indirectamente, otra con un alud de montañas rusas en su interior. Debido al ya citado imprevisible esqueleto narrativo, esta escena cobra más importancia de lo que en un principio debería ya que, realmente, no es el inicio del film ni de una etapa en lo que a temporalidad se refiere. El director de Thumbsucker se revela como un autor perspicaz de los lazos afectivos y empáticos que unen indivisiblemente a los personajes que circulan por el farragoso terreno construido para observar cuán voyeurs como se cogen, se dejan, se hieren y se aman, se decepcionan y se alegran de pequeñas victorias personales. Desde luego no es coral (tiene tres, a lo sumo cuatro personajes a los que se puede calificar de principales) pero sin duda se asemeja mucho más a un film de Altman que de Allen. Esa condición de espectadores-observadores-sufridores tan característico del autor de Streamers es aquí condición sine qua non para optar a sentir emociones de diversa índole. ¿Por qué nuestro protagonista solo puede expresar sus sentimientos cuando los de los demás están castrados por uno u otro motivo? Esa incapacidad de sentir (auto-amputación mental por parte de Oliver) ¿está relacionada con la marginación que la sociedad impone a la imaginación individual en beneficio del rutinario mundo colectivo representada aquí por la necesidad de mostrar la añorada creatividad, aunque sea en un trozo de pared? Desde luego, la reacción del personaje de McGregor al desenlace de la trama del padre, interpretado por Plummer, y su primer contacto estilo Chaplin con la chica de la función, aquí Melanie Laurent, no son aleatorios y nos habla más de la dificultad de expresión de Oliver que cualquier otro fotograma. Particularmente no soy fan de la Nouvelle Vague (supongo que por mi estúpida obsesión por compararlo al muy superior Neorrealismo Italiano) pero las referencias a Godard y Truffaut son creíbles, simpáticas y bien insertadas en la función, por lo que aportan y no restan (a eso se le llama homenajear a Tarantino, no saquear). Pero si de algo hay que estarle agradecido al director americano es de haber conseguido sacar a McGregor de la rutina interpretativa de los últimos años y brindarnos su mejor interpretación desde la colosal Trainspotting (cuánto le va a pesar esa película al bueno de Obi-Wan). No hace falta más que mirar sus ojos y sus naturales reacciones para darnos cuenta de la fragilidad emocional que sufre su personaje. No era fácil, pero es posible que después de esto, su carrera se encauce hacia los derroteros que se esperaba hace 10 años. De Plummer no podemos decir lo mismo (cualquiera que haya visto The Man Who Would Be King entenderá el por qué) ya que siempre ha mantenido una carrera regular y sin sobresaltos muy poco reconocida. Ya era hora de obtener esa justa recompensa. Melanie Laurent cierra el trío de intérpretes aportando una locura innata en la que parece sentirse muy cómoda. No me gustaría acabar sin alabar el buen criterio musical de Mills y, sobre todo, el buen tacto al montar las piezas musicales de este homenaje a esas personas sufridas y esperanzadas con un mañana mejor de la que todos hemos formado parte en alguna ocasión. Jos Rodríguez |
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Estados Unidos, 2011
Dirección: Mike Mills
Intérpretes: Ewan McGregor, Christopher Plummer, Melanie Laurent, Goran Visnjic
Duración: 105 minutos
Nota Cinecritic

Dirección: Mike Mills
Intérpretes: Ewan McGregor, Christopher Plummer, Melanie Laurent, Goran Visnjic
Duración: 105 minutos
Nota Cinecritic
