El Castor
Estados Unidos, 2011 Dirección: Jodie Foster Guión: Kyle Killen Intérpretes: Mel Gibson, Jodie Foster, Anton Yelchin, Jennifer Lawrence. Duración: 91 minutos Note Cinecritic ![]() |
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Ha llegado a nuestras pantallas la película de Jodie Foster, El castor, una interesante película que toca el tema de la soledad de un hombre que ha tocado fondo. Su protagonista es Walter Black, un tipo que nunca ha logrado establecer una comunicación fluida con su familia, que siempre ha vivido de forma torpe y sin afianzar los valores que debería tener claros, al ser adulto. Jodie Foster nos plantea en la película que los valores siempre están a punto de resquebrajarse, que caminan por una línea muy fina, que nuestros principios siempre se sustentan en creencias que, un día, pueden parecernos un sueño o tan irreverentes como para pensar que no son nuestros verdaderos lazos con la vida. El personaje de Walter Black está interpretado por el famoso actor Mel Gibson, un hombre que ya nos deslumbró en Gallipolli o en El año que vivimos peligrosamente, pero que fue envolviendo sus papeles de un aura de hombre máquina como demostró en Mad Max, famosa película que tuvo varias secuelas, sobre un futuro estremecedor, donde se necesitaba el petróleo, jugándose la vida por el acariciado tesoro que ha creado la mayor crisis de nuestro tiempo. Pero también fue el protagonista de Arma letal, donde se veía la vena humorística de Gibson, componiendo un personaje interesante, aunque, a veces, previsible. La fama de Mel Gibson ha llegado a una cierta situación de desprestigio, por comentarios racistas, presuntos maltratos a alguna de sus mujeres, etc, todo ello, demuestra que el mundo real puede servir también, estoy seguro de ello, como reclamo a los que quieran ver a un actor que ya ha cometido excesos. Pero no hay que olvidar, fuera de los hechos que he citado, que Gibson también es un director comprometido, no en vano, Braveheart es una brillante película y La pasión de Cristo o Apocalypto, dos títulos de gran impacto emocional. Por ello, Foster (íntima amiga de Gibson) le brinda este papel en donde Walter Black encuentra en una mascota que descubre en la basura, un castor de peluche, su alter ego, su confidente, el que le rescate de la tremenda depresión que tiene. Puede parecernos irrisorio, pero la directora, hábil e inteligente, como ha demostrado ya en películas anteriores (no olvidemos que puede ser considerada una de las mujeres de Hollywood más afianzadas en la cultura, con su licenciatura en Literatura y, además, actriz de películas muy renombradas, desde su papel de Iris, casi niña, en Taxi Driver, hasta su labor en la dirección que comenzó en 1991 con la notable El pequeño Tate), logra que creamos a Gibson, que sintamos que el peluche puede ser su confidente, como si nosotros fuéramos los espectadores de una realidad que, lejos de su aspecto humorístico, nos suscite el interés por una buena resolución de los hechos. Hila fino la directora, porque centra su película en la recuperación de la familia, un hijo que no quiere ser como su padre, pero que lleva mucho de él dentro y, quizás, el mayor defecto sea que la directora no quiere dejar nada al azar y compone una historia bien medida y estudiada, donde los afectos entre los personajes podrían desarrollarse más, pero el miedo de la directora a caer en el melodrama, rompe esa tendencia y nos deja a medias en nuestra espera del momento afectivo máximo. La química de Foster (hace de mujer del protagonista) y Gibson es notable y eso mejora mucho la historia, porque percibes que no son dos actores que han sido contratados para hacer una película, como si fuesen dos desconocidos que interpretan lo mejor que pueden su papel, sino que llevan la sombra de la confidencia en sus espaldas, lo que hace que la película gane en verosimilitud, que, a veces, estemos a punto de caer en la emoción, sin que Foster nos deje, ya que maneja la cinta en todo momento, para no caer en ningún sentimentalismo excesivo. Lo mejor es, sin duda, que el castor, personaje de peluche, no nos haga reír y que creamos en un actor más que notable, que, cuando quiere, puede regalarnos una interpretación llena de matices, donde se ve la sombra de un hombre que arrastra el bulo y, por qué no decirlo, la fama de mal tipo, sin que estemos seguros, nunca, de cuánto hay de verdad y cuánto de mentira en todo ello. Es inevitable en esta película que nuestra información sobre el actor y su vida real penetre en la historia, porque vemos a un hombre que no es corriente, sino que lleva el misterio en la mirada. El castor no pasará a la historia, como tantas películas de hoy en día, pero no se nos olvidará a los cinco minutos, porque la voluntad de la directora de retratar la depresión de un hombre que ha fallado en la vida, sí es veraz y nos llega, lo que hace que recordemos esta película, enterrando a otras que ya deben ser recicladas. Pero no nos engañemos, algo falta para que sea un muy buena película, en mi opinión, la falta de riesgo de una directora que, no queriendo que nada falle, no ha aprendido de los genios como Billy Wilder, quien hubiese hecho de ésta una obra maestra, porque hubiese dejado que Gibson llegase hasta el final, para que el espectador se quedase para siempre hechizado de las imágenes de la película. Pedro García Cueto |
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