Roman Polanski: la mirada alucinada de un cineasta singular
Nació en París, en 1933. Director de cine polaco. Dos años antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, la familia de Roman Polanski regresó a Polonia desde Francia. Tiempo después, el director haría el viaje contrario para alejarse de un pasado que incluía la reclusión de sus padres en un campo de concentración. El cine en Polonia pasaba entonces necesariamente por la propaganda alemana, pero aún así el joven Polanski aprovechó aquellas lecciones, que le hicieron decantarse definitivamente por su vocación de cineasta. En los años cincuenta, primero apareciendo como actor en algunas películas y después estudiando en la escuela de Lodz, Polanski se fue iniciando poco a poco en el cortometraje. Allí estaban ya los rasgos de su futuro cine: el humor negro y el lado más surrealista de las relaciones humanas. El cuchillo en el agua (1962), su primer largometraje, le convirtió en una figura reconocida internacionalmente. Era la primera película polaca de posguerra que no hablaba de la contienda. La aparición de desnudos, el peculiar estudio de los personajes y la tensión dramática a que los sometía contribuyeron a desmarcar su cine del que se había hecho en el Este hasta aquel momento. El cuchillo en el agua serviría de referente a otros títulos posteriores, como Calma total (1989), de Philip Noyce. A pesar de haberse convertido ya en un reconocido director en Polonia, Polanski decidió irse a Francia. Allí conocería a su colaborador más asiduo, el guionista Gérard Brach, con quien compartiría su éxito internacional en dos títulos emblemáticos: Repulsión (1965) y Cul-de-sac (1966), ganadoras, respectivamente, del Oso de Plata y Oro en el Festival de Berlín. Ambas se realizaron en Inglaterra, ambas aislaban a los personajes en un hogar que se iba volviendo cada vez más hostil y ambas ahondaban en la psicología perturbada de sus protagonistas. El baile de los vampiros (1967) se acercaba claramente al terror clásico pero sin abandonar el sentido del humor que le permitía colocar a un vampiro judío, a quien no afectan los crucifijos, junto a la historia erótica que acompaña al género. Aquí Polanski trabajó junto a su mujer, Sharon Tate, que un año después sería brutalmente asesinada por la secta de Charles Manson, justo después de que Polanski hubiera dirigido La semilla del diablo (1968), su título más carismático, rodada en el edificio de apartamentos donde sería asesinado John Lennon. La semilla del diablo, cuyos papeles fueron ofrecidos en un principio a Robert Redford y Jane Fonda, tuvo como principal acierto situar una historia demoníaca en el mismo centro de Nueva York, rodeada de acciones absolutamente cotidianas. Al igual que anteriormente había sentido el impulso de salir de Europa, tras el asesinato de su esposa Polanski salió de Estados Unidos. En Europa completaría dos proyectos: Macbeth (1971) y ¿Qué? (1973). La primera, protagonizada por John Finch y Francesca Annis, acabó siendo financiada por Playboy, después de tratos fallidos con Allied Artists y Universal, lo que le valió no pocas críticas y una calificación X. La segunda, con Marcello Mastroianni y Sydney Rome, volvía a tener una casa (en este caso una villa) como centro neurálgico de los desatinos de un grupo de personajes; algunos la consideraron la segunda pieza de una trilogía que tenía sus otros dos vértices en Repulsión y El quimérico inquilino. En 1974 Polanski regresó a Hollywood. Allí le esperaban el alumbramiento de uno de los clásicos del cine negro, Chinatown (1974), y un juicio por mantener relaciones sexuales con una menor, razón por la cual fue expulsado del país. De hecho, no volvería ya a Estados Unidos para evitar ser encarcelado. Chinatwon, basada en un hecho que ocurrió a finales de los años treinta, obtuvo un Oscar al Mejor Guión original, escrito por Robert Towne, además de otras diez nominaciones. De regreso en Europa, Polanski volvió a sumergirse como actor en un guión claustrofóbico, que cambiando el género del protagonista se parecía mucho a Repulsión. Lo más brillante de la película es el juego en que se ve inmerso el espectador, intentando averiguar si la paranoia del personaje interpretado por Polanski es tal o si realmente está amenazado. El quimérico inquilino (1976), que contó también en su reparto con Isabelle Adjani y Shelley Winters, tenía uno de sus mejores golpes de efecto en la banda sonora compuesta por Philippe Sarde. En 1980 adaptó el clásico de Thomas Hardy, Tess, protagonizado por Nastassja Kinski. Visualmente, la película es una obra maestra, pero le falta la pasión que domina la obra de Hardy; aun así, obtuvo tres Oscar. A partir de ese momento la obra de Polanski sufriría distintos altibajos. Frente a títulos comerciales como Frenético (1988), protagonizada por Harrison Ford y Emmanuelle Seigner (pareja de Polanski), se encuentran estrepitosos fracasos comerciales como Piratas (1986). La muerte y la doncella (1994) volvía a colocar la tensión en un espacio cerrado y se internaba por primera vez en el terreno de la aspiración política. Lunas de hiel (1994), sin embargo, regresaba a los escenarios marítimos (al menos en parte), al igual que lo había hecho El cuchillo en el agua, y se movía por el pantanoso terreno de los personajes de comportamiento cambiante que tanto apasionan al director y a su guionista, Richard Brach. Años después rodó La Novena Puerta (1999), filmada en parte en España y protagonizada por Johnny Depp. La adaptación de la novela de Arturo Pérez Reverte El Club Dumas le sirvió a Polanski para volver a encontrarse con el terror psicológico y con lo demoníaco, pero, a pesar de las expectativas, la película no gozó de buenas críticas. Sí mereció reconocimiento unánime El pianista, obra cumbre del cineasta polaco que logró la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2002, el premio Goya del cine español a la mejor película europea, siete premios César de la Academia francesa, dos premios Bafta británicos y tres Oscar, entre ellos al mejor guión adaptado y al mejor trabajo de dirección del año. La cinta también recibió el David de Donatello, máximo galardón de la cinematografía italiana. Ha rodado más recientemente El escritor, una cinta de gran interés, con el sello habitual del gran director, un mundo donde las apariencias nos engañan, en una trama basada en las memorias de un ministro del Gobierno a manos de un escritor que busca dar otro giro a la realidad. Polanski se ha convertido, forzado por su prohibición de regresar a Estados Unidos, en un director itinerante por Europa. Sus temas son recurrentes pero atados a un espectro suficientemente amplio como para permitirle dar giros en su carrera. Es quizá esa "reclusión" europea la que le ha permitido mantenerse como un autor y salvarse de ser convertido en una pieza más del engranaje comercial estadounidense, donde una vez pareció tener una prometedora carrera. SUS GRANDES PELÍCULAS: UNA MIRADA ALUCINADA AL MUNDO El baile de los vampiros, es, sin duda alguna, una película que muestra su mundo alucinado, todo en clave de humor, donde podemos ver la estética gore del director, su búsqueda de un mundo de sombras, donde podemos ver a Polanski como actor, mirándose en un espejo, sin poder reflejar su imagen, porque es un vampiro, el famoso baile, donde sentimos la presencia del mal, en esa idea que siempre tiene la película, la parodia y el humor, con el sarcasmo que imprime el director polaco a la historia. Como anécdota, cabe decir que ya conocía a Sharon Tate, la malograda mujer del director, en esta película, antes de formalizar su relación (se habían conocido en Londres), Polanski dudaba del talento del a actriz y la hizo repetir una escena hasta setenta veces. Fue con La semilla del diablo, basasa en una novela de Ira Levin, cuando Polanski, estando en Londres, ya acabada la película, vivió el horror de saber que su mujer había sido asesinada en su casa de Cielo Drive en Los Ángeles, por la banda de Manson, estando la joven actriz embarazada de ocho meses, en compañía d varios amigos, entre ellos, el famoso peluquero Jay Sebring, quien pudo ser, como luego se investigó, el objetivo principal, por haber mantenido relaciones con varias adeptas de Manson, entre ellas, Susan Atkins, quien presa del LSD, asesinó de bastantes puñaladas a la mujer de Polanski y al resto de sus amigos. El atroz crimen dejó al director polaco conmocionado, ante el estreno de una película que ya llevaba el sino de la maldición, la historia de una joven, Rosemary, que está casada con una hombre con la que concibe un hijo del diablo, una historia de suspense que tuvo la fortuna de ser un éxito, con una Mia Farrow muy brillante, al lado de Cassavettes, como el marido y una Ruth Gordon, como la vecina diabólica, un conjunto que funcionó de maravilla en la pantalla y convirtió a esta cinta en una obra maestra del suspense. Parecía que el destino trágico perseguía a Polanski, la muerte de sus padres en un campo de concentración, el brutal asesinato de su esposa embarazada y su cine, envuelto siempre en mundos alucinados, no en vano, la película se rodó en el edificio Dakota, en Nueva York, donde Lennon moriría asesinado en 1980, frente al mismo, cuando entraba a su apartamento, de manos de un loco llamado Mark David Chapman. Chinatown será otra cinta importante, una película dotada con el estilo de cine negro que le lleva a Polanski a recibir grandes críticas, su amistad con el protagonista, el inefable Jack Nicholson, abriría las puertas a otro episodio fatal, la violación de una joven en casa de este último, durante el transcurso de una fiesta, lo que llevó a Polanski a salir de Estados Unidos ante una orden de busca y captura, que aún continúa. La película es cine negro, ambientada en los años cuarenta, la interpretación de Nicholson es soberbia, también Faye Dunaway, en su mejor momento, tras deslumbrar con su papel de Bonny en Bonny and Clyde, de Arthur Penn. La atmósfera, la fotografía, las interpretaciones, la trama, todo ello, lleva a considerar esta cinta como una de las mejores de Polanski, algo lejos de sus paranoias habituales. Luego llegó El quimérico inquilino, extraña película basada en un relato de Topor, donde vuelve al ambiente claustrofóbico de su cinta Repulsión, donde la Deneuve estuvo magistral, aquí, Polanski, con su físico poco agraciado, hace de un hombre torturado que encuentra en el apartamento donde vive los fantasmas que persigue. Éxitos más actuales son la impactante El pianista, magnífica en cada plano, con el trasfondo del nazismo y la matanza de los judíos y El escritor, buena película donde Polanski nos deja su fuerza de gran narrador y de hombre de gran psicología, al lado de personajes con más sombras que luces. Destacadas son también Frenético, rodada en París, con un aceptable Harrison Ford (mejor que en otras cintas donde siempre tiene cierta inexpresividad) y la mujer de Polanski, la bella Emmanuelle Seigner, en una trama de desaparición que no pierde ritmo y entretiene bastante. Polanski será siempre el director marcado por la tragedia, el hombre que, estando en Londres, supo del asesinato atroz de su mujer, bella y algo insípida actriz, pero también es el genio de un cine que despierta alucinaciones, como Repulsión, Cul de sac, La semilla del diablo o El quimérico inquilino, un director de alucinada mirada, un hombre marcado por la vida y por el cine, que hace obras maestras, como cine de consumo, pero siempre con su sello particular, el de un voyeur al alma humana, como pudimos en la extraña La muerte y la doncella, otro ejemplo de cine enrarecido, el de un maestro de nuestro tiempo, marcado por los dramas en su vida, pero también por la inspiración, fruto quizá de un alma atormentada que exorciza en el cine todos sus demonios. Pedro García Cueto |
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