Parece que veo a un hombre elegante bailar con Audrey Hepburn en la inolvidable Sabrina (1955), es un hombre que lleva un traje blanco y el pelo teñido de rubio, es apuesto y se llamaba William Holden. Puede que no fuera el mejor actor de la época, pero tenía la elegancia de esos actores americanos que dejaron su huella en Hollywood, no era Cary Grant, que lucía los mejores trajes sin una sola arruga aunque le persiguiera un avión, tampoco era Gary Cooper con ese rostro de hombre bueno que dio lugar a películas tan memorables como El árbol del ahorcado, ni James Stewart o Henry Fonda, tan grandes actores siempre, quizá no interpretaba tan bien sus personajes, pero latía en él un actor de raza, un hombre que llevaba la elegancia en la mirada, como nos demostró en su Encuentro en París o ya más mayor en Fedora de Billy Wilder. En definitiva, hace cien años nació Holden, pronto se incorporó al mundo del espectáculo, cuando interpretó Picnic todo el mundo se fijó en su torso, sin camiseta con la bella Kim Novak de pareja, Holden siempre estaba bien en sus papeles, en El puente sobre el río Kwai o Los puentes de Toko Ri, estuvo genial, era siempre apuesto, elegante, distinguido. Como buen actor de los años cuarenta y cincuenta se corría sus borracheras y siempre fue adicto al alcohol, cuando ya era más mayor tuvo aficción por los animales y viajaba con frecuencia a África, siempre fue un actor que conquistó a bellas mujeres, ya mayor tuvo una historia con Stefanie Powers. Cuando murió, golpeándose, seguramente ebrio, en su apartamento, se cuenta que andaba en crisis e incluso que tenía cáncer. Cuentan que lo encontraron casi devorado por una anaconda que coleccionaba, quizá es una leyenda, pero todo es posible en la historia de este mito del cine. Holden fue un mito, quizá no tan inmortal como Brando o James Dean, pero sí de mirada honda y de prestancia bella en todas sus películas, hay una que quiero destacar especialmente, cuando en el principio de la película aparece muerto en la piscina, conocemos la historia de un hombre apuesto y muy interesante que conocerá a la vieja estrella de cine Norma Desmond (interpretada por Gloria Swanson), me refiero, como podéis imaginar, a El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder. El genial director le dio a Holden uno de sus mejores papeles, absolutamente inolvidable.
Cuando ya era más mayor participó en el cine de catástrofes, teniendo un importante papel en El coloso en llamas, es decir, Holden supo sobrevivir a la madurez, pero no a sus adicciones, lo que le llevó al alcoholismo que acabaría con su vida. Ya no quedan actores de la talla de Holden, de Brando, de Henry Fonda o Cary Grant, entre otros, actores que inundaban la pantalla, al aparecer ya tenías una historia en su rostro, un papel en la memoria cinéfila. Como Rita Hayworth, Holden nació en 1918, si estuviera vivo, hubiese hecho los cien años, regalo que solo se concede a un Kirk Douglas o una Olivia de Havilland, los demás grandes ya hace mucho que dejaron de existir, pero no su cine que podemos volver a ver y disfrutar porque es inmortal.
Pedro García Cueto
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