Acercarse a la vida y a la obra de David Lynch supone el reto de ahondar en uno de los directores más interesantes del panorama actual, por su forma de ver el mundo, desde una visión cercana a la paranoia, ya que el ser humano, en las películas, es diseccionado con la capacidad del entomólogo que profundiza en su objeto de estudio. Nació en 1946, en Missoula, Montana, el 20 de enero. En 1961, conoce a Toby Keeler, el padre de éste, el pintor Bushnell Keeler, se convierte en su primer profesor de arte visual. En 1964 comienza sus estudios de Bellas Artes en Washington y en Boston. Le influyen pintores como Edward Hopper y Jackson Pollock. La pintura y el cine van a entrar en su vida de forma impulsiva y penetrante, tanto es así que la forma de mirar el cuadro es, para Lynch, un deseo de adentrarse en el alma del retrato, como el director de cine a la hora de filmar un rostro. Le atrae el mundo del cine, se compra una cámara Bolex en una tienda de Filadelfia llamada Fotorama. En 1967 realiza ya un cortometraje titulado "Six Men Getting Sick". En el mismo año, expone su primera muestra de cuadros en la Vanderlip Gallery de Filadelfia. Ese mismo año contrae matrimonio con Peggy Reavey, compañera de la Escuela de Arte, se separan en 1974. En 1968 dirige el cortometraje The Alphabet, el 4 de abril de ese año nace la hija de David y Peggy, Jennifer Chambers Lynch. Ya en 1970 dirige la película de treinta y cuatro minutos The Grandmother. En el año 1971 se instala con Peggy en Los Ángeles. Como no puede vivir de lo que ha recaudado por sus cortos, trabaja de fontanero y repartidor de periódicos. Ya en el año 1971 empieza a escribir Cabeza Borradora (Eraserhead). Empieza a filmar la película en 1972, hasta 1974 no la finaliza. En el año 1976 concluye el montaje de la cinta. En el año 78 firma el contrato para dirigir El hombre elefante. En 1979 realiza la película en Londres, ese mismo año interviene como actor en Generación perdida de John Byrum. Pero su personaje, un pintor, desaparece en el montaje definitivo. En 1981, George Lucas le propone dirigir El retorno del Jedi, pero Lynch no acepta no controlar todos los engranajes de la película, el conflicto se resuelve apartando al director y pasando el cargo a Richard Marquand. Luego seguirán películas tan destacadas como Dune (1983), Terciopelo azul (1985), la serie de televisión Twin Peaks (1989), Carretera Perdida (1996), Una historia verdadera (1998), Mullholland Drive (2000). La obra de Lynch está llena de momentos muy intensos, donde las escenas nos dejan en la retina una impresión imperecedera, una forma de filmar que nos sobrecoge, su cine, tan enraizado en lo onírico, tiene matices muy claros del cine negro, unido al mismo, un deseo de profundizar en las paranoias del ser humano, sin olvidar la pasión pictórica (que no ha abandonado en todos estos años) ya que sus imágenes son como pinceladas que nos impactan por su desgarro, como la pintura de su admirado Pollock, por poner un ejemplo.
Algunas impresiones de sus películas más importantes Cabeza borradora ya planea por el mundo onírico, ya que la historia nos muestra el absurdo de un hombre que soñó que convertían su cabeza en una goma de borrar. La película ofrece planos con una gran influencia del surrealismo, con esa clara referencia al mundo de Buñuel y Dalí y su famoso Un perro andaluz (1928), donde Mary, la esposa del protagonista, se rasca el párpado izquierdo mientras duerme, podemos ver la obsesión por el párpado de la mujer, también la forma en que se dirige al rostro, como si la cámara estuviese invadida por el mundo de los sueños. Sin duda alguna, la influencia de Jean Cocteau es permanente, ya que Lynch sentía mucha admiración por el cineasta francés. También ha confesado el director la relevancia imaginativa de Laughton en La noche del cazador (1955), cuento de terror donde un impagable Robert Mitchum persigue a unos niños para matarlos, mientras canta una canción de cuna que dice Dreaming. Sin duda alguna, Lynch vertebra una película donde lo onírico es tan real como la propia realidad, porque su mundo está imbuido de esas imágenes nocturnas y surrealistas. El protagonista de la película es Henry Spencer, un tipo con elevado tupé, de rostro alucinado, que vive al borde de la locura, por el llanto de su hijo prematuro que no para de llorar, una atractiva vecina que no tiene que ver con su esquiva mujer, la mirada de Henry, desde el mundo de la paranoia, para atraer a la mujer, todo desemboca en un mundo carente de lógica, pero sumamente atrayente para el espectador implicado en el proceso emocional de la película. Las imágenes de la mujer dando de comer al bebé prematuro, con aspecto deforme, nos dejan helados en la butaca, porque la película plantea la idea de la vida como materialización de nuestras pesadillas, el puente que nos lleva de los sueños dejados en el umbral de la noche a la más pura realidad. Fue una película modesta, rodada con 100.000 dólares, pero que ha recaudado siete millones de dólares, lo que demuestra el interés que la película despertó en los seguidores de Lynch. El hombre elefante (1980), rodada en blanco y negro, es una película que vuelve al tema de la deformidad, la de John Merrick, un hombre que tiene la cara deformada, porque su madre, artista de circo, recibió en la tripa, embarazada, el golpe de un elefante, al hacer un número de circo. Las imágenes de la ciudad londinense, el rostro hermoso de la actriz que interpreta Anne Bancroft, que siente pena por el hombre deforme, los rostros de los seres crueles que se burlan de Merrick, van inundando la pantalla, dejando una imagen de una realidad cruel y monstruosa, con las luces y sombras del blanco y negro. Merrick nació en 1862 y murió en 1890. Fue un hombre maltratado con extrema crueldad en los circos, para burlarse de él, solo Treves, un doctor (interpretado por el excelente Anthony Hopkins) se preocupa por su caso, desde la humanidad. Vemos las imágenes oníricas de la película (en la más realista de todas sus propuestas) cuando la cámara entra en el agujero del ojo de Merrick a través del saco que tapa su cabeza, vemos el hospital, el momento del parto, donde podemos ver cómo la pesadilla de los sueños se convierte en real. Diagnosticado como síndrome de Proteus, que producía malformaciones de los huesos y diversos tumores musculares y óseos, la vida de Merrick estaba condenada a ser muy corta. Pese a la crueldad de la historia, Lynch crea una cinta muy poética, porque siempre pesa la elegancia de la mirada de la actriz (la estupenda Anne Bancroft), la humanidad de Hopkins y la ternura de un casi irreconocible John Hurt en el papel de Merrick, donde cierto aroma a calidez, contrastado con las imágenes de los crueles tipos que explotan y se ríen de Merrick, hacen de esta historia una de las más hermosas de su cine. No recibió ningún Oscar, pese a las nominaciones que tuvo, algo incomprensible, dada la calidad de la película. Pese al interés que puede despertar Dune (1984) con su extraño mundo de seres salidos de un universo de ciencia ficción, me quiero centrar en Terciopelo Azul (1986) porque Lynch filma con capacidad de entomólogo un mundo malsano, lleno de sombras y de crueles aptitudes humanas. La película nos habla de un desequilibrado, el genial Dennis Hopper, que controla, hasta la saciedad, a una bella novia, Isabella Rossellini, para ello, vemos el mundo de la violencia en estado puro. El director lo refleja en los sonidos que pululan en la película: el zumbido eléctrico de las fuentes de luz de los interiores, la mascarilla de oxígeno que lleva Hopper, el roce de la aguja de un tocadiscos, el agua de la manguera, el sonido de los insectos bajo la tierra. Todo muy tangible, para provocar en el espectador el ambiente idóneo para esta pesadilla, donde Hopper amenaza, con su mirada malvada, a la mujer, mientras un frágil Kyle MacLachlan contempla como un voyeur el mundo sórdido en que se ha introducido. Nosotros, los espectadores sufrimos y gozamos con ese mundo, porque Lynch sabe que el deseo del ser humano es saciar una morbosidad que ocultamos, pero que existe en nuestro fuero interno. Tras Carretera Perdida (1997), cine negro con mayúsculas y la muy hermosa Una historia verdadera (1998), otra apuesta realista del director, lejana al mundo onírico, Lynch filma otro hito en su carrera, la apasionante Mulholland Drive, película que constituye un puzzle donde las piezas encajan poco a poco, porque la mirada del director nos impacta, a través del onirismo que representan dos mujeres que representan el sueño dorado de Hollywood, pero envuelto en las sombras de la propia realidad tergiversada del director, ya lejos del clasicismo de un Vicente Minelli, por ejemplo, y su excelente Cautivos del mal. Betty (Naomi Watts, muy aceptable para este papel) llega a Hollywood para triunfar, allí descubre que todo tiene una atmósfera enrarecida (ya aparecida en otras películas del director). Allí conoce a Rita, una joven amnésica, que empieza a adentrarse en su vida, la amistad que surge se transforma en atracción. Para no adentrarme en una trama complicada y que solo el espectador, preparado para asistir a un juego de inteligencia y de metáforas visuales, puede desentrañar, cabe decir que el universo de Lynch muestra su lado más apasionante, ya que todo es un juego, un sueño, una forma de penetrar en la mente, para que perdamos el sentido de la realidad, a lo largo de nuestra visión de la cinta. El cine de Lynch llega a su cenit con Inland Empire (2006), con las interpretaciones sobresalientes de una habitual de su cine, Laura Dern y de Jeremy Irons como un director de cine con obsesiones declaradas, donde una prostituta y un cliente mantienen el juego de miradas y la turbadora obsesión que hemos visto en otras películas, aquí en una atmósfera malsana, lo que corrobora la preferencia de Lynch por un mundo perturbador y onírico, que le sitúa, sin duda, en la categoría de uno de los directores más originales y poseedores de uno de los universos más extraños (salvo Atom Egoyan, por ejemplo), del cine actual.
Pedro García Cueto
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Mulholland drive

Blue velvet

Inland empire
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