Cuando veo el Lido, en Venecia, no puedo olvidar la mirada de Bogarde, esa mirada que lleva el rostro sereno y sosegado de un hombre que ya ha conocido la belleza, desde que llega al Lido para quedarse y contempla el rostro de Tadzio, ese joven polaco que, lleno de misterio, va enamorando al compositor Gustav Von Ashenbach. El padre de Bogarde era un artista y eso se percibe cuando vemos sus películas, hay una herencia latente en él, inolvidable como el sirviente de la famosa película de Losey, el Franz Listz de Sueño de amor con su querida Capucine, el Max de Portero de noche, entre otros muchos papeles que interpretó a lo largo de su carrera. Bogarde fue siempre un hombre nacido para el cine, no había hecho teatro, como otros muchos actores ingleses, se educó poco a poco para el celuloide, después de haber estado en comunicaciones en la Segunda Guerra Mundial, su rostro aniñado le dotaba de gran interés para las jóvenes de la época. Dirk siempre fue distinguido, elegante, lo que le llevó primero a papeles de cierta sensiblería, para luego ir creciendo lentamente como actor, logrando los hitos de su carrera: El sirviente, La caída de los dioses o Muerte en Venecia. Fue el papel de El sirviente en el cual Bogarde hacía de criado mezquino y falso, lo que contribuyó a situarlo en primera línea. Junto a James Fox, Bogarde interpretaba a un hombre cínico, sin escrúpulos, un ser que hace lo posible para conseguir sus propósitos. Luego llegó Rey y patria, junto a Tom Courtenay y la original Darling junto a Julie Christie. La película derrochaba ingenio y humor inglés, célebre es la escena en que corren los dos por el metro echándose reproches. Luego llegaría La caída de los dioses, una película muy oscura, que refleja la caída en desgracia de una famosa familia alemana donde los celos, la ambición y el arribismo se combinan para dar lugar a una historia muy dura. Visconti quería a Bogarde para interpretar su ambiciosa Muerte en Venecia. Los canales, el atardecer, la bruma, un hombre descansando en una silla, con la mirada perdida, roto el corazón y la memoria. Un hombre herido por la vida, que recuerda a su mujer y a su hija, al eterno debate de la música, la razón y la pasión que todo artista lleva dentro. Un hombre que pasea su tristeza por las aguas, su elegancia por una ciudad contaminada por el sirocco. La gente irá muriendo y él sabe que el destino está echado, pero no se irá de la ciudad, quiere morir en ella, agonizar en sus aguas, con los ojos de un gran actor, Dirk Bogarde.
Luego llegaron películas como Portero de noche, de Liliana Cavani, extraña cinta donde Bogarde hacía de nazi, cuando, azares de la vida, él confesó que nunca subiría con un alemán en el ascensor, desde que vio, al acabar la Segunda Guerra Mundial, los campos de concentración y un horror que no pudo olvidar. Bogarde era un hombre dotado de sensibilidad, de lágrima fácil, que no eludía criticar a sus amigos, célebres son los comentarios a actores como Richard Attenborough, a quien no soportaba, cuando le dirigió en Un puente lejano, cinta llena de estrellas, con un gran reparto, en el que destacaba Bogarde como Montgomery. Pero fue Providence de Alain Resnais la que dio al actor ese sello de calidad que ya caracterizaba sus interpretaciones en películas europeas, lejos del cine americano, Dirk eligió a Fassbinder e interpretó Desesperación, una extraña película donde Bogarde iba volviéndose loco, desdoblado en dos seres. El actor inglés siempre fue sensible, elegante, vivió muchos años con Forwood, otro actor de menos reconocimiento, pero que compartió su vida con él, ambos se les puede ver en fotos y vídeos caseros que se han conservado y que merece la pena recordar, Bogarde era un hombre de gran honestidad, excelente actor, de mirada penetrante, inolvidable su mirada alegre al volver a Venecia tras saber que han equivocado su equipaje, pocas veces un actor ha dado tanto en una película, ha regalado tanto a la pantalla como Dirk en esa escena, toda la película es un derroche de delicadeza, de miradas, de penetrante luz que se va filtrando por cada rincón, el espíritu de Mann vive en la película pero es la elegancia de Visconti la que va dejando escenas inolvidables, como ese final tremendo cuando a Dirk le cae la tinta del pelo, antes de morir en la playa. Otra vez parece que lo veo, lejano, contemplando al joven polaco, mientras la muerte está presente en la ciudad amada, dejando una luz especial, que se va tiñendo de oscuridad, mientras Tadzio, el psicagogo (conductor de almas) señala al infinito, algo se queda dentro de nosotros, nunca más nos olvidaremos de esa ciudad y de ese hombre enamorado de la belleza para siempre. Dirk fue concluyendo su carrera con un Daddy Nostalgie de Bertrand Tavernier, una interpretación muy bella junto a su hija en la historia, Jane Birkin. Su última escena fue su muerte, de un ataque al corazón, tras haber sufrido una apoplejía, siempre pegado a su cigarro, con ese aire distinguido que muy pocos han sabido tener, la biografía de John Coltrane Dirk, siempre Dirk, es excelente, lo fue realmente, este gran actor, de los más grandes que ha dado el cine.
Pedro García Cueto
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