La portentosa mirada de Michael Cimino
Hay pocas películas que se metan en el alma hasta el punto de provocarte un desasosiego permanente en cada visión como esta cinta de Michael Cimino, tocada con la gracia de un conjunto de elementos que nos sobrecogen para siempre: la amistad de un grupo de americanos de origen lituano, que se dedican a la metalurgia, la guerra del Vietnam que va hiriendo nuestra visión a través del destino de tres de los amigos, pero que contagia su amargura a todos ellos, la historia de amor del personaje interpretado por Savage que contrae matrimonio con su novia (Talia Shire) pero cuyo destino quedará marcado para siempre por el fatum terrible de una boda donde se derrama el vino y cae una gota en el vestido blanco inmaculado de la novia. Han pasado cuarenta años de esta inolvidable cinta. El cazador (1978) es una película que nos sobrecoge, un fresco dividido en tres partes: la primera, la boda, muy larga y minuciosa, donde se ven los preparativos que se llevan a cabo, mientras el grupo de amigos comparten su vida entre el trabajo, las juergas en el bar y su escapada al monte para cazar ciervos (inolvidable las imágenes de Robert de Niro subido a la cima mientras apunta a un ciervo, con el majestuoso paisaje de las montañas de Penssylvania, fotografiadas con maestría por Vilmos Zsigmond), la segunda, cuando tres de ellos se marchan a la guerra del Vietnam en el momento más crudo de la misma (1968), creyendo que es un juego de niños y quedando marcados para siempre, la ruleta rusa que practican los vietnamitas con los americanos va insertando una violencia en la película que cala en la retina para siempre, la tercera es la vuelta de Michael Vronsky, el líder del grupo, hermético, el que se sentía mejor solo al cazar ciervos, el que vivía su pasión callada por la novia de Nick (Meryl Streep en su primer encuentro con el gran De Niro), la vuelta supone una herida imposible de cerrar, ha dejado atrás a Nick, que sigue en el Vietnam, perdiendo lo más importante, su memoria, y a su otro amigo, que interpreta con mucho acierto John Savage y que ha quedado paralítico. Con estos mimbres, "El cazador" es una película que nos va dejando huella en cada fotograma, cobrando importancia la primera parte para entender el resto, la que el director italoamericano dedica a la boda de Savage y Shire. La boda es muy significativa porque representa el lugar de encuentro, la amistad que se ha forjado con el tiempo, la caracterización introspectiva de los personajes, bien perfilados, desde Nick (un extraordinario Christopher Walken que se llevó el Oscar al mejor actor secundario), al personaje que interpreta John Cazale, impulsivo, alocado, pero noble, que llega a sacar una pistola cuando su novia baila con otro hombre. Sobresale sobre todos ellos Mike, el personaje que va puliendo como si lo fuese moldeando poco a poco hasta dejarnos impactados, Robert De Niro, un actor único que logra aquí una interpretación sobrecogedora, porque no le hace falta grandes gestos (a los que se ha acostumbrado después) sino la mirada, honda y concentrada, como si en ella escondiese todos sus sentimientos, el que siente hacia la novia de Nick, el que comparte con sus amigos, su singularidad que le lleva a discutir con Cazale por unas simples botas, el hombre que debe cazar solo para enfrentarse con el mundo y saber que existe de verdad, lejano de todo ante la inmensidad del paisaje de Penssylvania. La boda es, sin duda alguna, una larga primera parte donde se fragua la tragedia, cuando al beber los novios el vino, sin que deba derramarse ni una sola gota, para que la suerte acompañe sus vidas, se derrama una gota y condena a todos los personajes a un mundo de tragedia imparable. En la boda se presiente la pasión de Mike por la novia de Nick en las miradas de ambos, como si Mike fuese incapaz de decir algo más allá de sus palabras balbuceantes, empapadas por el alcohol, como si la pasión de ese hombre hermético, pero resistente, fuese un entusiasmo contenido y silencioso, sin posibilidad de continuidad. Pero el destino irá trenzando esas miradas y, en la tercera parte, la bella novia de Nick, habiendo perdido casi la esperanza de encontrar a su amado, caerá en brazos de Mike. El desencanto de esa felicidad inicial llega en la tercera parte, la alegría de la boda se contrasta con ese panorama sombrío de la llegada de Mike en un taxi, mientras todos le esperan para darle la bienvenida y él decide pasar de largo, la guerra ha hecho mella, los héroes ya no son más que perdedores, la felicidad sólo es una cicatriz que sangra ahora, ante un mundo de derrotas y de muerte. La partitura inolvidable de Stanley Myers con los sonidos de guitarra del gran John Williams van acompasando una historia que nos va llenando de amargura, porque queremos la felicidad de sus protagonistas, añoramos la dicha de la boda inicial, pero estamos ya sobrecogidos por el dolor de la guerra, de las escenas en Vietnam, cuando De Niro y Walken juegan a jugarse la vida en la ruleta rusa, sabiendo que aquella imagen de la primera parte cuando, ebrios, sondean a un veterano del Vietnam para saber cómo es la guerra (en un mundo todavía imbuido de películas y de hazañas) mientras el soldado los rechaza, detestando a esos tipos que no conocen el horror que después vivirán plenamente, es solo una sombra en un camino sembrado de derrotas. La película se llevó cinco Oscars de la Academia del Cine, a la mejor película, al mejor director (Cimino, que luego arruinaría a la United Artists con otro fresco monumental de gran belleza pero fallido en su consecución, "La puerta del cielo"), mejor actor secundario (Walken, dotado de un magnetismo y de una ambigüedad que nos destroza cuando juega a la ruleta rusa como profesional con la mirada perdida mientras un impagable De Niro juega con él para hacerlo volver a la realidad y sacarlo de allí, sin éxito), mejor montaje y mejor sonido. Si tuviese que quedarme con una escena, me quedaría con el final, cuando todos cantan God Bless America, brindando mientras la partitura de Stanley Myers y el sonido de guitarra de Williams nos destroza el corazón ya para siempre. "El cazador" es cine, único, del que nos hiere en la memoria para la eternidad y sus imágenes, desde la boda, donde convive la felicidad del grupo hasta el brindis de la derrota final son sobrecogedoras, porque nos hablan de lo más humano que tenemos, los hilos del corazón que esta película con honestidad logra unir para siempre.
Título original de "El Cazador": "The Deer Hunter" Título en Latinoamérica: "El francotirador"
Pedro García Cueto
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