Las películas de Carlos Saura (Huesca, 4 de enero de 1932) triunfaron para un público minoritario en los sesenta, porque había algo extraño en su cine, una mirada distinta a una España que siempre estaba influida por el cine español social, con películas muy aceptables, pero que resultaba siempre la misma propuesta. Llegaron Erice, Martín Patino, Rovira Beleta, Gonzalo Suárez y otros que abrieron una interesante mirada al mundo, con personajes más complejos, algunos tan alucinados como el protagonista de "Peppermint frappé" (1967), producida por Elías Querejeta, gran amigo del director y uno de los mejores productores de la historia del cine español, un José Luis López Vázquez espléndido, reprimido y obsesionado por una Geraldine Chaplin, que se convirtió en la musa indiscutible de Saura. "La caza" (1965), premio a la mejor dirección en el Festival Internacional de Berlín, es una película fundamental, en ella un grupo de hombres se reúnen para cazar, pero al final acaban matándose entre ellos, en la película vemos el cainita mundo hispano, una metáfora de la Guerra Civil, donde los hermanos se mataron entre sí, con un Alfredo Mayo excelente, le acompañaban José María Prada, malogrado actor de gran personalidad, Ismael Merlo y Emilio Gutiérrez Caba, entre otros, la película, rodada en blanco y negro, es un progresivo análisis de la violencia inherente en el ser humano que no sabe convivir, donde salen las peores conductas, lo que hace a esta cinta una reflexión pesimista sobre la condición humana. Saura no deja de sorprender en los setenta, con su "Ana y los lobos" (1972), "La prima Angélica" (1973), premio especial del jurado en el Festival de Cannes, y "Cría Cuervos" (1975), siempre con su musa, Geraldine Chaplin y con José Luis López Vázquez, un actor que venía del cine social, pero que desde la década de los sesenta empieza a despuntar como un actor complejo, obsesivo en sus papeles, de hombre algo enfermizo en sus manías, reprimido y representante, sin duda, del hombre fracasado en la vida, cuyas pulsiones eróticas son reflejo de una dictadura que censuraba todo. Saura quiere denunciar una época y a un régimen represivo que vive ya su ocaso, en estas películas siempre estamos rodeados de algo insano, hay una violencia interior en las miradas, una represión en los sentimientos de sus protagonistas. Luego llega "Elisa, vida mía" (1976), donde cuenta con el excelente y elegante Fernando Rey, película crepuscular donde un hombre mayor vive su amor por Elisa, esta lee el diario de él a su muerte, siendo realmente su hija, lo que él desconocía. En esta cinta sentimos el paso del tiempo, a través de las miradas de sus protagonistas, una Geraldine que siempre ha llevado su luz en cada papel que ha llevado a cabo de la mano del que fue su pareja en aquellos tiempos, Saura. Con "Mamá cumple cien años" (1979) Saura brinda una oportunidad para hacer una película coral donde Rafaela Aparicio hace de madre centenaria, con un Fernán Gómez extraordinario como siempre. Termina así su cine más rupturista, ya en los ochenta y noventa rueda cintas más relacionadas con lo social como "Deprisa, deprisa"(1981) sobre una banda de delincuentes o cintas sobre su amor por el flamenco como "El amor brujo" (1986) con el gran Gades, pero me interesa mucho ese cine primero, que resulta innovador, lleno de matices, donde plasma el gran director un mundo de obsesiones que parece todo un reflejo de una sociedad herida por una Guerra Civil que ha dejado huella en varias décadas. En Saura vive la relación cine y literatura, porque los textos de sus películas son muy literarios, los personajes viven un mundo interior donde late el mundo de las palabras, también las miradas, la música que va dando énfasis al deseo y a su represión, viven en íntima relación en sus películas, hay una sensualidad latente en sus personajes femeninos, una búsqueda incesante de un amor verdadero, que siempre está en hostilidad con el deseo de hombres reprimidos y obsesivos como los que aparecen en las películas citadas. Saura refleja un cine distinto del que comercialmente tenía éxito y ofrece aspectos de muy interesante análisis en las décadas de los sesenta y setenta de nuestro cine español.
Pedro García Cueto
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