Corrían los años setenta cuando yo empecé a ver cine con voracidad, no en vano mis padres me castigaban sin ver los sábados el cine que echaban a las diez de la noche donde grandes actores y actrices llenaban las pantallas de nuestros televisores y pude ver por primera vez muchos clásicos que me convirtieron en un gran cinéfilo. Pero también mi generación tuvo la suerte de ver la mejor televisión que ha existido, mucho mejor que la que nos ofrecen ahora, con series de dudoso gusto: zombis, juego de tronos y demás ficciones que pretenden comernos un poco el coco a todos, en una generación tecnológica como esta, aquellas películas de impecables diálogos, de los años treinta, cuarenta, cincuenta y sesenta del cine americano o británico, parecen ahora muy pasadas, cuando son muchísimo mejores que lo que nos ofrece, salvo excepciones, el cine actual. Los actores gozaban de una personalidad que no encuentro ya en los de ahora y los guapos hombres de los cincuenta y sesenta como George Peppard, Rock Hudson, Tony Curtis o Roger Moore, se convirtieron en rostros más conocidos todavía por sus series de detectives. Fue entonces cuando disfrute de esos grandes actores que ya había visto en muchas películas de la década anterior, pero hubo uno, Roger Moore, el Santo, en aquella serie de los sesenta, un poco antes de mi época de niños, que me encantó y se convirtió en el hombre que hubiese querido ser: alto, elegante, siempre rodeado de mujeres, con fina ironía y humor, la ironía y el humor sí lo he conseguido pero lo de alto y guapo ha sido algo más difícil, diríamos que he sido y soy normalito, pero siempre he intentado ser elegante y culto, Moore triunfó en los setenta con la serie "Los persuasores" junto a otro guapo, Tony Curtis. El paso del tiempo se ha llevado a todos, primero a Hudson, luego a Peppard, luego a Curtis y ahora a Roger Moore, no hay que olvidar que triunfó también como un James Bond más refinado e irónico que el más icónico y más valorado Sean Connery. Sin embargo, en aquella época pude ver "Gritar al diablo" junto a Lee Marvin, "Moonraker", como Bond, luchando contra el gigantón interpretado por Richard Kiel, pude verle en muchas otras películas de acción (Moore empezó muy joven siendo el hermano de la muy bella Eleanor Parker en la inolvidable "Melodía interrumpida"). Le vi junto a Gregory Peck y David Niven en "Lobos marinos", también siendo uno de los "Patos salvajes" al lado de Richard Harris, Richard Burton y Hardy Kruger, además de hacer de oficial nazi un poco irónico y poco creíble en "Evasión en Atenea". Quizá no era uno de los grandes, pero muy pocos le ganaron en elegancia y distinción, de la mejor estirpe de actores británicos, con ese aire desenfadado y siempre seductor de su papel como James Bond y anteriormente como "El Santo". Fue una década, esa de los setenta, que, siendo chaval, me atraían esos hombres que yo querría ser, ver en la televisión a William Holden, Glenn Ford o Gregory Peck, pero también disfrutar de las entretenidas películas de Roger Moore, cuando en una serie rodada en Londres hizo de Sherlock Holmes con Patrick Macnee como el doctor Watson. Roger rodó bastante cine de acción, se casó con una bella italiana, Luisa Mattioli, luego con una millonaria y se fue a vivir a Suiza, donde me imagino que habrá disfrutado de una cómoda vida de lujo y riqueza, pero no olvido ese cine, esas series de televisión, esos actores, aún cuando puedo veo cualquier película, sea bélica, de cine negro, romántica, etc, donde trabajaban esos actores. Moore ha muerto hace muy poco, hubiese cumplido noventa el 14 de octubre, pero la vida no perdona y, al final, a todos pasa factura. Fue en los ochenta por mi paso por la Filmoteca cuando descubrí a algunos de mis actores favoritos, más dramáticos y de registro más amplio que Moore (De Niro, O´Toole, Bogarde, Lemmon), pero no olvido a ese irónico hombre de etiqueta que pasea por Venecia como si fuese el rey del mundo en "Moonraker", ese James Bond que un día me hubiese gustado ser. Adiós, Roger, siempre te recordaré.
Por Pedro García Cueto
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