Wenders y Fassbinder: dos miradas al cine alemán
El cine alemán ha contado con dos figuras de gran renombre, entre otras muchas, la de Wim Wenders, uno de los cineastas más interesantes de las últimas décadas y la de Fassbinder, un director prodigio, que en sus treinta y siete años, revolucionó el cine alemán, con su visión de un país regido por la disciplina y el fanatismo, como demostró los años del nazismo. Ambas miradas son necesarias para comprender la fuerza de estos dos directores que revelan mundos interiores de gran complejidad. Fassbinder ya plantea la dependencia psíquica de un pueblo herido por su pasado en la excelente La ansiedad de Verónika Voss, donde una psiquiatra, alter ego de todos los complejos de un pueblo que ha fracasado tras la Segunda Guerra Mundial, hace que los pacientes consuman morfina para apropiarse de sus propiedades inmobiliarias, el abuso de una mujer maquiavélica hacia sus víctimas es una clara metáfora del periodo hitleriano, donde un hombre que sedujo a las masas, se apropió de las mentes de los ciudadanos para creer en una falsa redención. Querelle de Brest fue una obra de Genet donde Fassbinder mira al marinero que se vende al mejor postor al llegar al puerto, otro ejemplo del alma y el cuerpo prostituido, vendido por dinero, donde vemos la depravación de un mundo que se derrumba, no fue otra cosa el nazismo, con sus excesos de todo tipo. Fassbinder, hombre homosexual y drogadicto, quiere redimir el dolor que siente ante la vida, ante personajes excesivos, como Querelle (un Brad Davis que también morirá pronto, por su dependencia con la droga), o el personaje de la extraña Desesperación, donde Bogarde realiza un papel prodigioso de un esquizofrénico, donde sentimos el latido del relato de Nabokov, la fuerza de una historia alucinadora, donde el personaje de Bogarde (Hermann) hace el amor con una excesiva Andrea Ferreol, planteando la leve distancia entre lo trágico y lo cómico en el acto sexual. Pero será en El matrimonio de Maria Braun donde vemos de nuevo la dependencia a la morfina, tema clave en la filmografía de Fassbinder, personajes que huyen de sí mismos para encontrar un paraíso artificial, claro espejo de la vida de este genio del cine alemán que malogró su vida demasiado pronto. El médico, en la película, es morfinómano, lucha contra esa incapacidad de sanar a los demás, harto de sí mismo y de la propia debilidad humana, el cuerpo es solo un cáncer que roe a todos, frente al otro cáncer que es el alma, donde se halla herido para siempre, prevalece la derrota del pasado nazi, donde todos han sido culpables, sin posible redención. En La ley del más fuerte el tema de la homosexualidad predomina para dejarnos una película desgarradora, hiriente, que hurga en la llaga del pasado, de una sociedad enferma, que ya no puede sanar, sin paraísos artificiales como la droga. Sin duda alguna, prevalece en Fassbinder la mirada de Claude Chabrol, la misma radiografía de la sociedad burguesa, en esos personajes enfermos, los vicios ocultos de la vida privada, la denuncia ante las falsas apariencias, la sensualidad de la carne que transfigura a los personajes en viciosos, seres que viven para sus obsesiones. Frente a todo ello, Wenders filma con otro ritmo, plantea el cine como una exploración de seres débiles, recordemos El amigo americano donde Bruno Ganz cree al personaje que interpreta Dennis Hopper, lo que lleva al asesinato, seres que no encuentran su lugar en el mundo, erráticos. Wenders concibe el cine como mirada, hay un desencantamiento del mundo en sus películas, porque la sociedad alemana, tras el nazismo, vive su derrota, en la línea de Fassbinder, pero su cine no hurga en la llaga de la misma manera, ya que es una desolación que no utiliza falsos paraísos, sino silencios, mundos herméticos, como el personaje de El miedo del portero ante el penalti, donde el protagonista sabe que las palabras ya no sirven para designar las cosas, han perdido su significación, después de tanto desprestigio del lenguaje en la Alemania nazi, donde las palabras eran demagogia, pura balada de la muerte. En Alicia en las ciudades ya aparece el tema del viaje, clave en su cine, el viaje como fuga para huir de la realidad (que retomará en la excelente París, Texas), donde Philip Winter inicia un viaje a Estados Unidos con el objeto de escribir un reportaje sobre suu paisaje, de nuevo, los palabras ya no sirven y se dedica a hacer fotos, porque la imagen vale más que el lenguaje, ya sin significación posible, como el cine cuando escucha los silencios de los personajes, en la línea del cineasta italiano Antonioni. Frente a Fassbinder donde el lenguaje es pura jerga, en Wenders, el lenguaje ya se transforma en silencio, en imágenes, para huir de la palabra que ya no dice nada. También la muerte es un tema fundamental, lo es en El estado de las cosas, El hombre de Chinatown, ¡Tan lejos, tan cerca! o en París, Texas, donde la muerte posiblita el relato, como ocurre con el ángel de ¡Tan lejos, tan cerca!, donde su muerte para salvar a una niña hace posible el lenguaje. La muerte en espacios triviales, en el metro en El amigo americano, en un tren en marcha, en lugares que indican siempre viaje a ninguna parte, contrasta con la imagen del personaje de Jonathan mirando al mar, en la ya citada El amigo americano, donde podemos ver el peso de Ripley sobre él, como si fuese el ángel de la muerte que señala el infinito, recordando la imagen inolvidable del final de la película de Visconti Muerte en Venecia. Dos miradas opuestas sobre un tema común Para concluir, me gustaría dejar claro que Fassbinder plantea siempre un mismo escenario, donde predominan los seres envueltos en sus vicios, frente a la insignificancia del hombre en el cine de Wenders, imbuido en el paisaje como protagonista, ya que las ciudades sustituyen al hombre, lo envuelven en una figura fanstasmagórica, casi inexistente. Otro elemento clave es la desolación tras el pasado que ha marcado Alemania, ambos son conscientes de la culpa del pueblo alemán y lo plantean de forma distinta, si Fassbinder crea personajes desolados por el exceso, que huyen de la realidad, en Wenders la importancia del ser humano apenas es visible y solo se convierte en apariencia significativa cuando crea al ángel, porque este ya no es humano, sobrevuela sobre las cosas, por ello, los espacios son tan importantes, al igual que los silencios, en ambos podemos asistir al fracaso de la vida, pero nunca, como en Fassbinder, a través de la truculencia o el exceso. Sí es cierto que la muerte está presente en Wenders, (también lo está la división de Alemania por el muro como una muerte de las ideas como en la magistral El cielo sobre Berlín), pero lo es de forma rápida, a veces accidental, frente a la lenta agonía de los personajes del cine de Fassbinder. Como conclusión, ambos hacen de la mirada un puente hacia el dolor, si en Wenders predomina el paisaje y la parquedad verbal, en Fassbinder todo se torna en exceso, porque los personajes del cine de ambos directores son hombres y mujeres sin destino, envueltos en la insignificancia de su propia existencia en el mundo. Pedro García Cueto |
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