Despedida a Peter O´Toole
Pocos actores han tenido la prestancia, la elegancia, el magnetismo, la mirada arrolladora del actor irlandés Peter O´Toole, nacido el 2 de agosto de 1932 en Connemara y hombre de talento deslumbrante desde que empezó a estudiar teatro, tras acabar sus estudios en un internado a los quince años (años que le marcaron porque sufrió malos tratos por parte de las monjas), quizá esa experiencia terrible en la niñez quedó en su rostro de hombre herido por la vida. Pero O´Toole fue también un vividor, todos sabemos su afición al alcohol, tanto es así que muchas veces se le pudo ver ebrio en varias ceremonias de premios. Nunca se llevó un Oscar, solo el honorífico en el año 2003, pese a haber sido nominado en ocho ocasiones, algo incomprensible, dado el talento del actor, sus interpretaciones míticas, como el comandante Lawrence en la inolvidable Lawrence de Arabia, interpretación magnética, llena de matices, donde vemos a un hombre enamorado del desierto, pero también un ser atormentado porque el mundo real no satisface sus íntimos anhelos, papel inolvidable donde nos dejó la mejor de las miradas, al mar, en una escena mítica y al desierto, como si fuese la eternidad. O´Toole logró que nos olvidáramos de la larga duración de la cinta, del hombre que había detrás, era Lawrence, luchando por los árabes en el desierto, no en vano, vivió con los beduinos una temporada y ellos creyeron, dada la arrolladora personalidad del actor, que había vuelto el mismo comandante. Luego llegaron Beckett (1963), genial como Enrique II, Lord Jim (1965), Cómo robar un millón y (1966), una deliciosa película en la cual tuvo como pareja a la angelical Audrey Hepburn, el papelón inolvidable de Enrique II en El león en invierno, magistral como el rey desencantado, en un inigualable combate actoral con la genial katharine Hepburn, pero no hay que olvidar La noche de los generales, otra gran película, cuyo personaje de general psicópata ha pasado a la leyenda de los grandes del cine. Son muchas las películas de O´Toole, me dejó fascinado por la elegancia enorme de su papel en Adios, Mr. Chips, remake del papel que hizo Robert Donat como el profesor que seduce a todos los alumnos, pero también me creí su interpretación de Don Quijote en El hombre de la mancha. O´Toole perdió fuerza en los ochenta y noventa, con una carrera algo desigual, pero verlo en El especialista o en Mi año favorito deparaba también el gusto de los grandes actores, la personalidad de los actores únicos, aunque fuese un error su papel de Tiberio en Calígula, de Tinto Brass, una película casi pornográfica. O´Toole fue el único actor, junto a Richard Burton, que no durmió a Churchill cuando hizo de Hamlet, fue un genial actor de teatro, fue un hombre de gran calado emocional que hace pocos años demostró con su interpretación en Venus, pero también fue el comandante Lawrence, un papel mítico, que rechazaron antes Brando y Albert Finney, uno de sus compañeros de generación. O´Toole nos regaló su mirada poderosa en Troya o en El último emperador de Bertolucci, pero el cine de los sesenta fue su época dorada, donde nos deslumbró con la mirada azul más portentosa del cine, mirando el desierto, apagando una cerilla con los dedos, asaltando un tren, mirando la inmensidad de arena como si fuese su alma, ya herida por la vida. A punto de morir en varias ocasiones, se bebió la vida a tragos de whisky, nos dejó parlamentos inolvidables en el teatro, el Old Vic Londinense, como Hamlet, El rey Lear, porque cuando interpretaba O´Toole Shakespeare resucitaba para los espectadores. Si tuviera que quedarme con una película, sería con la mítica Lawrence de Arabia, pero también con la fuerza de ese rey que sabe que sus hijos no son como su padre, no tienen el coraje y el valor que él ha tenido, salvo el futuro Ricardo Corazón de León, el cual no es el preferido de su padre, sí de su madre, en la inolvidable El león en invierno. O´Toole que hizo un pequeño papel en la extraordinaria Los dientes del diablo de Nicholas Ray, junto al gran Anthony Quinn, vuelve con la mirada azul de los grandes, como Lord Jim, el personaje de Conrad que dio vida de forma magistral, pero también como un hombre de teatro, enamorado del verso, ya inmortal, ahora que se nos ha ido para siempre, quizá al desierto que nos ha quedado siempre en el corazón cuando vimos y volvimos a ver su más grande interpretación, Lawrence, o Peter O´Toole, tanto monta, monta tanto, más grande que la vida misma. O´Toole se bebió la vida de un largo trago, ese que fue ingiriendo tantos años, porque en su mirada latían miles de seres humanos, hombres marcados por el dolor, pero seres cuyo magnetismo no ha envejecido, gracias a un mito del cine, que supo ser mucho más que un actor, fue, sin duda alguna, un hombre de mil rostros, ahora, tras su muerte física, ya inmortal para nuestra memoria cinéfila. Pedro García Cueto |
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