Por Pedro García Cueto
Si hubiese sido un actor americano, ya le habrían dado por lo menos dos Oscars, pero en España siempre dejamos a un lado a nuestros genios y no les damos la importancia que tienen. José “Pepe” Sacristán ha protagonizado más de cien películas, ha participado en muchas obras de teatro y siempre ha dejado su sello en muchas series de televisión. Hoy cumple ochenta y tres años y el maestro que homenajea al gran Delibes en la obra de teatro que está representando, nos enseña que la experiencia es un espacio donde caben pocos, que puede contarnos tantas anécdotas de rodajes, de amigos directores, de tantos grandes actores, etc. Es Pepe un superviviente que con su voz honda nos demuestra lo grande que se puede ser. Nacido en Chinchón, Pepe participó en grandes películas y también en el cine menor que se llamó “landismo”, pero que sigue siendo divertido y representativo de una época. Protagonista de Asignatura pendiente o Solos en la madrugada de Garci, representó a un español medio, desencantado, que asiste al principio de la democracia con alegría y nostalgia, con esperanzas y pesimismo. Pero también fue Un hombre llamado flor de otoño de Pedro Olea, película magnífica con una interpretación que de haber vivido en Hollywood y siendo americano ya se hubiera llevado el Oscar. Son muchas películas, muchas obras de teatro, muchas series, pero lo mejor de Pepe es su luz que siempre irradia en las sombras de un año pandémico, triste, con miedo. Es nuestro actor español el hombre que transita por la luz del tiempo, que vivió la dictadura, la democracia, con la transición incluida, que representó a un español que quiere cambiar el mundo, sabiendo que el mundo siempre seguirá igual. Me acuerdo de Lampedusa y de El gatopardo, cuando dice “tenemos que cambiarlo todo para que todo siga igual”. De aquellos tiempos cuando fue Martín en La colmena, el actor de El viaje a ninguna parte del gran Fernán-Gómez, el protagonista de La cripta o el director y protagonista de Cara de acelga, queda poco, pero seguro que con Pepe uno no tiene la sensación de hallarse en el vacío existencial, su vida plagada de vidas siempre alumbra nuevos retos, como este homenaje a Delibes al que sigo admirando tanto y del que leí con pasión La sombra del ciprés es alargada cuando yo era apenas un adolescente, aún no envuelto en la melancolía de la vida. Los ochenta y tres de Pepe Sacristán son en paisaje que alumbra su buen hacer en el mundo de la interpretación. Cuando le llamé, supe que detrás de la voz profunda está un superviviente, uno de los que puede contar cómo era aquella España de falta de libertades y de derechos conquistados a pulso, en aquella incipiente democracia de los setenta. Sería difícil quedarme con una película, con una obra de teatro, con una serie, pero siempre me viene a la memoria este locutor de radio de Solos en la madrugada, como él estamos solos en la inexorable lucha del tiempo y en la búsqueda de la felicidad en un mundo de sombras. Felicidades, Pepe, a seguir, porque ahora que aparecen tantos actores de talento (Raúl Arévalo, Luis Tosar, Bardem y tantos otros) yo me quedo con el rostro de Pepe mirando a Fiorella Faltoyano, fumando un cigarro después de hacer el amor, en Fiorella seguimos viendo a la mujer soñada y en Pepe a todos nosotros. Gracias siempre.
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Un hombre llamado flor de otono, Sacristan
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