No nos debemos sorprender porque el mundo del cine ya nos había mostrado las imágenes de la pandemia en muchas ocasiones. Todos sabemos que primero ha sido la realidad y luego el cine, pero no debemos olvidar que el esfuerzo de las imágenes de las películas para captar ese horror ha quedado reflejado en cintas como El séptimo sello, de Bergman, donde Max Von Sydow juega una partida de ajedrez con la muerte. No debemos olvidar esas imágenes sombrías de la película que reflejan aquella famosa peste que asoló al mundo. De alguna manera, el pensamiento de Bergman sobre el tema de la existencia, esa duda existencial que siempre ha sobrevolado el cine del gran director sueco. Bergman conoce el dolor humano, en las relaciones humanas que no acaban de funcionar porque hay una incomunicación latente entre seres heridos por la vida. La muerte ha quedado personificada magistralmente en forma de epidemia por la literatura en La peste de Albert Camus, pero en el cine podemos ver como Gustav Von Ashenbach en la Venecia que creó Mann en su novela y que llevó al cine Visconti come una fresa envenenada mientras la mirada de Tadzio está siempre presente. Cuando muere en la playa mientras el cólera se extiende por toda la ciudad, Tadzio señala al infinito, es el psicagogo (el conductor de almas) que envuelve al ser humano en sus brazos para llevarlo a la nada. Fue Thomas Mann quien en un viaje, en el año 1913, al morir Mahler, a Venecia, conoció a un chico polaco que le sirvió de modelo para su novela. De alguna manera la muerte está presente al llegar a Venecia, claramente lo refleja Visconti en la película porque llega en el vaporetto desde una desolación existencial que no figura en la novela que empieza en la ciudad del escritor Ashenbach, compositor en la película. La muerte aparece en múltiples planos, el viejo demacrado que monologa al principio de la película, el tipo que cae desmayado más tarde, los esperpénticos músicos, todo nos lleva a esa sensación y el engaño, como el que padecemos hoy en día, todo el mundo niega la gravedad del asunto para que los negocios sigan, pero Ashenbach previene a la familia polaca de la importancia de huir de Venecia, algo que él no consigue porque está atrapado en la muerte. Ahora que se han tomado medidas drásticas, para toda la población de confinamiento, se ve cómo no se ha obrado con celeridad y ha permitido que ya haya muchos muertos cuando Italia ya vivía la desesperación del tema del coronavirus y China antecedía a Italia en la epidemia. Como un mal presagio, en Muerte en Venecia, todos niegan lo que ocurre, pero todo se pone en evidencia, el mundo de las mentiras deja paso a las terribles verdades. Otras películas han hablado de epidemias, algunas sobre el tema de un virus en un tren que un terrorista (interpretado por Martin Sheen) introduce en un tren, serán Richard Harris y Sofía Loren los que tendrán que resolver la trama angustiosa que rodea a El puente de Casandra, película dirigida por George Pan Cosmatos en 1976. Otras películas futuristas han hablado de grandes pandemias, de virus que asolan a la población, pero no me quiero detener en ellas, porque son fácilmente olvidables, sino en otra película donde aparecen los cuatro jinetes del apocalipsis, me refiero a la película de Vincente Minelli del mismo título y basada en la novela de Blasco Ibáñez. Hay una diferencia entra la película y la novela, la primera está basada en la Primera Guerra Mundial y la segunda en la Segunda Guerra Mundial. Julio, el protagonista (papel interpretado por Glenn Ford) es testigo de esa ocupación de los alemanes en París. En algunos momentos de la película vemos la imagen de los cuatro jinetes: el hambre, la peste, la muerte y la guerra. Al igual que la metáfora de José Saramago en Ensayo de la ceguera, el mundo ha caído en esa ceguera y solo se reconoce ahora en el miedo y el temor al otro. ¿Sobreviviremos a la pandemia? Seguramente, pero el exceso de toxicidad de nuestro mundo, donde los aviones vuelan el cielo para intoxicar de productos el aire que respiramos, al igual que coches, fábricas, etc, conduce a un paso más a las enfermedades y a los grandes problemas del mundo. Sin saber realmente si fue un animal (un murciélago, quizá, con los grandes enfermedades que contiene, a los que ellos son inmunes) que fue consumido en aquel mercado de Wuhan, el mundo se enfrenta a una de las peores épocas de su historia. Aún recuerdo a ese Ashenbach tumbado en la playa mientras se cae el tinte del pelo, mientras mira a Tadzio, ya inmerso en la orilla del mar. Somos seres que han de pasar y solo tenemos una oportunidad de permanecer, no nos hagamos más daño, aprendamos de este miedo y seamos más felices cuando todo pase.
Pedro García Cueto
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