A principios del siglo XVIII, se desarrolla la Guerra de Sucesión Española entre las dos potencias de la época, Francia y España. Con el fin de consolidar la paz entre las dos naciones, Felipe de Orleans, Regente del rey niño Luis XV, lleva a cabo un plan para sellar la buena entente. La operación consistirá en casar a su propia hija de 12 años, Mademoiselle de Monpensier con el hijo de Felipe V, Rey de España, llamado Luis de Borbón y a Luis XV con la Infanta española Mariana Victoria de tan solo cuatro años. Con este maquiavélico intercambio de premisa, se inicia la película "Cambio de reinas" que cuenta este triste episodio histórico de manipulación, intereses, secretos y sobre todo, de terribles abusos infantiles.
Desde la perspectiva actual, el film es, profundamente, escandaloso y terrible porque desprecia toda libertad individual, convirtiendo los príncipes, reyes, aristócratas en moneda de cambio para llevar a cabo los planes de Estado. Si bien eran las personas más privilegiadas dentro del ranking social, económica y socialmente, a la hora de la verdad, su poder se veía absolutamente restringido en el momento de elegir sus parejas sentimentales. En este caso de "Cambio de reinas", la situación es aún peor porque se trata de niñas y niños a los que manejaban los adultos a su antojo. Marc Dugain filma todo este episodio histórico con gran fidelidad, sensibilidad y delicadeza. Recrea con mucho acierto los ambientes, los trajes, las costumbres, dando veracidad al tema que trata. Pero, además, y esto es lo que sobresale en la película, da humanidad a los personajes y nos acerca a ellos. Lo que no pasa siempre en las historias de corte histórico en el que los personajes se nos quedan muy lejos y un tanto estereotipados.
El film se enmarca dentro de lo que se ha dado en llamar la intrahistoria. Es decir, dentro de un marco histórico determinado, se nos cuentan los avatares del día a día, de las pequeñas cosas cotidianas, de los sentimientos o comportamientos de los protagonistas. Las dos actrices que interpretan a la Infanta Mariana Victoria de Borbón, hija de Felipe V de España, que con tan solo 4 años fue trasladada a la corte francesa en espera de crecer y poderse casar con Luis XV, a su vez, un adolescente y a la jovencita Luisa Isabel de Orléans, enviada a la austera corte de España son excelentes. Bellas, sensibles, delicadas, expresan toda la soledad y el horror de la pérdida de sus raíces pero también su ingenuidad, su bondad, su alegría, a veces su belión y su juventud. La pequeña Juliane Lepoureau en el papel de Maria Victoria, tan pequeña y desvalida, pero tan encantadora y alegre a la vez (al parecer era de una vitalidad, fortaleza y encanto espectacular) está maravillosa. Lo mismo ocurre para la joven actriz Anamaria Vartoleomei, en un papel complejo, donde se aprecia la soledad descarnada de una adolescente, a penas formada culturalmente en la corte de Francia, sin amor desde muy pequeña y destinada a un matrimonio complejo y malogrado con Luis de Borbón.
Aspectos como la alta mortalidad infantil de la época, la falta de niñez en estos pequeños, a los que se les arrebataba para cumplir altos intereses políticos, el desapego familiar entre padres e hijos, la frialdad de las cortes, tanto la española como la francesa, trazan un retrato fiel y apasionante de una época en la que los seres humanos, aunque pertenecientes a las élites de la sociedad, no eran más, en muchos casos, que carne de cañón, o lo que también llamamos hoy en día, tráfico humano.
Una bella película, perfecta en su recreación histórica, emocionante y sensible que apasiona desde su primer fotograma.
Carmen Pineda
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