Basada en la novela homónima del escritor argentino Antonio di Benedetto (1992-1986), "Zama" es la última película de Lucrecia Martel ("La ciénaga", "La niña santa"). Di Benedetto, encarcelado por los militares argentinos y obligado al exilio (por cierto, estuvo viviendo en España o malviviendo, para ser más exactos) retrata la lenta agonía, la angustiosa espera del oficial español Don Diego de Zama, corregidor en las Américas, concretamente en Asunción, deseoso de ser trasladado a un puesto mejor en Buenos Aires. Corre el siglo XVIII. Mientras que Europa conoce revoluciones progresistas como la Francesa, en el imperio colonial español, subsisten la miseria, la explotación de los bienes y de los seres humanos, concretamente la esclavitud de los indios y de los negros. En una Asunción decadente, pobre, salvaje, donde los funcionarios españoles corruptos se otorgan poderes excesivos, Don Diego de Zama, se deja vivir, corroído por el aburrimiento, la frustración y la falta de expectativas. Esperando durante meses, que se convertirán en años, para ser trasladado de destino, con el afán de prosperar y poder reencontrarse con su familia, que dejó en España muchos años atrás, Zama se va asimilando a la desesperación, al fracaso, a la inmoralidad de una sociedad y una tierra corrupta que da, en definitiva, sus últimos signos de aliento. La película ha supuesto un éxito para Lucrecia Martel, allí donde se ha estrenado, siendo seleccionada para competir por el Oscar y también en los premios Goya 2018 a la mejor película iberoamericana. Con este film, Martel regresa al cine tras una prolongada ausencia. "Zama" tuvo su estreno mundial en el festival de Venecia y ya se ha podido ver en Argentina, cosechando excelentes críticas. No es de extrañar porque el trabajo de Martel va más allá de una típica película de época sino que cuenta con su propia narrativa (conceptual, despojada de aderezos), su propio universo entre mágico, fantasmagórico, si se puede decir, dramático y sobre todo muy estético. La imagen es poderosa. De hecho, muchas no poseen diálogo, con lo que el espectador se debe dejar llevar por lo que desprenden las imágenes desde un punto de vista visual o sensorial. Las ideas, la crítica subyacente a una época colonial está ahí pero "Zama" es mucho más. Se trata de penetrar en un mundo de sensaciones, de efectos de colores, de olores, de brisas…, que Martel reproduce en imágenes donde los personajes desbordan la escena, se oyen sonoridades fuera de campo o se simultanean varios niveles visuales en el mismo plano. Todo ello, desde la mirada penetrante, agotada, expectante del gran actor hispano-mejicano, el excelente Daniel Giménez-Cacho que lleva todo el peso de la película con este personaje que no hace otra cosa que esperar hasta que el desenlace de su propia historia le hace perder trágicamente sus expectativas, incluso algo de su propio cuerpo, pero paradójicamente, sus infructuosos anhelos, su vana espera se transformarán, por fin, en algo más vital y con más sentido. "Zama" es un cine intelectual, que hay que saber apreciar. Su lentitud, por momentos, debe ser integrada en un sentido más abierto y dentro de lo que el film significa. Un hombre cuya vida se ha detenido, cuya espera se eterniza no puede contarse con un ritmo rápido. Su aburrimiento, el vacío de su despacho o de ese mar que Zama contempla continuamente marcan el latir de un film especial y poético que hay que saber mirar.
Carmen Pineda
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