Después de La Herida (2013), una de las películas más premiadas del cine español en los últimos años, en el Festival de San Sebastián y en los premios Goya de 2014, Fernando Franco nos presenta su nueva película, Morir. En ella, mantiene su línea de historias dramáticas, desgarradoras y devastadoras, pero siempre envueltas en sobriedad, en un casi ascetismo que busca la espiritualidad del alma y de todos sus sufrimientos, ya sea por la enfermedad, la muerte o la separación. Seguramente, Morir, cuyo título directo, sintético y crudo ya nos indica el espíritu del film, se va a quedar como una de las películas españolas más sólidas, más impactantes y más conmovedoras del 2017. Además, posee unas soberbias interpretaciones de Marián Alvarez (que ya ganó la Concha de Plata en San Sebastián por su sobrecogedor trabajo en La herida) y de Andrés Gertrúdix, en un papel difícil por su introspección. El film narra la aparición de una enfermedad terminal en uno de los miembros de una pareja treintañera. Lo que hasta entonces es una relación fácil, sin sobresaltos, feliz, se convierte con la llegada de esa muerte certera, en una vida donde afloran tensiones y disgusto, teniendo casi únicamente cabida la terrible espera hacia el desenlace fatal. Sin embargo, no hay nada en el film tratado con exageración, con efectismos, con florituras, lo que aporta un realismo estremecedor que se condensa en planos fijos, en intervalos en negro, a modo de separaciones, que nos dejan de vez en cuando varios segundos a oscuras, a modo de hachazos brutales. Se trata, sin lugar a dudas, de un sobresaliente hallazgo de Fernando Franco, quien firma con "Morir" su segunda película. Un realizador valiente como pocos que no teme hacer un film difícil, duro, dramático y por decirlo claramente poco comercial. Sin embargo, esta osadía de Fernando Franco le define como lo que es: un autor inteligente con su personalidad propia que no va a ceder ante las imposiciones cinematográficas más facilonas, como ya estamos viendo en sus dos películas. La narración del film reproduce un año, desde que la enfermedad aflora hasta los últimos momentos de vida. La relación entre Marta y Luis cambia por las circunstancias. Los miedos a la pérdida, la soledad, la incomunicación, la dificultad de la cotidianeidad se hacen patentes. Con una cámara que escudriña fielmente cada gesto, cada mirada de los dos personajes, Morir necesita un cierto esfuerzo del espectador para adentrarse en ese ambiente de sufrimiento, y de ocaso. Pero, una vez superado, estaremos ante una bellísima, sensible y pudorosa película, donde la vida y la muerte se confunden y debaten por vencer cada una. Una historia que comienza con el agua, con el mar, símbolo de la vida, de la energía y que termina como en una espiral o un cauce a través del ruido de un grifo del que, ya incluso en el último plano, seguimos oyendo todavía su rumor. Poesía y realismo se dan de la mano en esta triste y sobria película que alcanza momentos de gran emoción, demostrando que el cine español no son solo comedietas vacías, sino que existen directores importantes como Fernando Franco.
Carmen Pineda
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