Katell Quillévéré ("Suzanne") firma con su último largometraje "Reparar a los vivos", una obra reflexiva, sensible y casi documental, en algunos momentos, sobre el tema de la donación de órganos. Basada en la aclamada novela de Maylis de Kerangal, la película cuenta cómo la tragedia de Simon, un joven surfero de 17 años, permite devolver la vida a Claire, una cincuentona cuyo corazón, aquejado de una enfermedad degenerativa, le impide llevar una vida normal. Gracias a la muerte del chico y a la generosidad de sus padres al permitir donar su corazón, ella podrá sustituir su debilitado órgano por uno nuevo. La historia está tratada de una forma sensible pero a la vez muy realista y casi documental, como en las escenas de las operaciones en quirófano, de manera que nos conmueve la historia pero sin llegar al patetismo. Es como si la directora quisiera recordarnos que la vida y la muerte están entrelazadas haciendo parte, en definitiva, del mismo círculo y que lo que puede salir del aspecto más negativo de la existencia, es decir, la extinción de la misma, puede, a su vez, generar esperanza y vida. Un cuerpo se va pero ayuda a otro a sobrevivir. Tan simple y tan complejo como esto. Por ello, en el film, existe una especie de contraste entre los brillantes avances tecnológicos y científicos, muy bien retratados por la directora, y la reflexión sobre la fragilidad y la humildad de los seres humanos. Quillevéré rueda su historia utilizando flash-backs, escenarios más bien oscuros y aunque la película consta de dos partes, la primera con la historia más centrada en el joven y la segunda, destinada a hablarnos de Claire, estas dos se unen, pero en un plan más espiritual, a través de ese corazón que contiene el alma de Simon. No hay que olvidar que en los trasplantes de órganos, las partes, donante y receptor, no se suelen conocer y así ocurre en la película. Vemos cómo además de los protagonistas, sus familias y amigos sufren pero todo en un tono muy controlado, sereno e introspectivo. Se trata de un film que no pretende conmover al espectador desde una vía fácil y lacrimógena sino desde un punto de vista más profundo y más filosófico, si podemos decirlo así. Sin embargo, llama la atención y esto es una de las originalidades de la película, que no se limite simplemente a intentar conmovernos o a enseñarnos cómo funciona el sistema de trasplantes de órganos, sino que nos muestre con qué cariño, sensibilidad y delicadeza se trata y se deja morir el cuerpo del que dona. Tahar Rahim, uno de los mejores actores franceses de la actualidad, está maravilloso en las escenas en las que debe hablar con los padres de Simon, en la operación de trasplante de éste y en cómo le prepara para dejarle ir definitivamente. Un amor al ser humano y un respeto a la muerte que rara vez se ve en el cine. Con una banda sonora del magnífico Alexandre Desplat, nominado al Oscar varias veces, que aporta inquietud, tensión y sirve de nexo entre las dos historias, podemos decir que "Reparar a los vivos" es una película valiente, bien filmada y cargada de delicadeza hacia lo que nos afecta a todos: la vida y la muerte.
Carmen Pineda
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