Lo que llama más la atención de "Maudie, el color de la vida" es el descubrimiento de un personaje extraordinario, tanto por su calidad humana como por su talento artístico. El film de la directora irlandesa Aisling Walsh nos enseña en este emocionante y refinado biopic cómo fue la vida de la pintora canadiense Maud Lewis. Una artista muy conocida en América del Norte pero quizás no tanto en otros países. Por eso, a parte de su calidad cinematográfica, que la tiene sin lugar a dudas, la película posee el gran mérito de darnos a conocer esta entrañable figura, especialista en el arte folk y naïf. Tan famosa llegó a ser en América, que hasta el presidente Nixon le encargó varios cuadros. La película recorre la vida de Maud, desde su juventud, cuando inicia sus escarceos artísticos en una familia que ni la entiende ni la ayuda, muy al contrario, la perjudica trágicamente, como descubriremos a lo largo de la historia. Con un hermano y una tía que la rechazan por su enfermedad (Maud padecía artritis reumatoide) y la califican poco menos de retrasada, la joven decide marcharse del hogar familiar. Buscando un techo, se contrata como criada en la humilde casa de un pescador asocial y brusco. Aislados en una apartada casita de Nueva escocia, en Canadá, el choque entre la dulce y tierna Maud y el hosco Everett será tremendo. Sin embargo, las cosas llegarán a cambiar hasta el punto de que se casarán y se amarán hasta el final. Si Everett no era el rey de las relaciones sociales, tuvo, sin embargo, el gran mérito de ver el enorme talento que poseía Maud, quien pintó su pequeña casa de madera, de flores, animales, colores…, además de realizar innumerables cuadros, que muy a menudo, pintaba en cualquier soporte como tablas de madera abandonadas, por ejemplo. Todo un mundo de alegría, de esperanza, de bondad y de sencillez que Maud poseía en ella misma y que traslado a su arte. Maud y Everett vivieron humildemente siempre, a pesar del renombre de ella. Su pintura, que crea bienestar cuando se ve, fue descubierta por Sara, una vecina relacionada con los ambientes neoyorkinos que quedó fascinada por el arte y la personalidad de Maud. Es admirable cómo en toda su obra, se siente el alma y el corazón de esta pequeña gran mujer llena de bondad. Alguien muy especial que el film refleja perfectamente y que hace que nos "enamoremos" del personaje de Maud Lewis casi al instante, desde los primeros fotogramas, seguramente, la mejor parte de la película. La historia está rodada con serenidad, con maestría y con credibilidad. Mostrando, además, una plasticidad impactante y centrándose principalmente en la interpretación de los dos actores, que dan vida a esas dos almas diferentes del resto de la gente, pero con una bondad fuera de lo común. Impresionantes y conmovedores tanto la británica Sally Hawkins, que pudimos ver en "Blue Jasmine" de Woody Allen y en "Happy, un cuento sobre la felicidad" como Ethan Hawke ("Boyhood"), imparable en su carrera de actor, en la que se crece año tras año. Sin estos dos intérpretes la película hubiera sido otra. Sally Hawkins merecería por este papel un Oscar, sin lugar a dudas.
Carmen Pineda
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