Una vez más, el género de la comedia adquiere un gran protagonismo en los cines españoles, acostumbrados últimamente a la presencia de títulos muy rentables de taquilla como "Fuga de cerebros 2" en 2011 u "Ocho apellidos vascos" en 2014. En esta ocasión es el director Carlos Therón con "Es por tu bien", el que nos propone una película que habla de clichés muy populares entre la sociedad española de hoy en día, en torno a términos como "nini", o "perroflauta", que definen estereotipos un tanto despectivos que se dan sobre todo entre la población más joven. La parte positiva de este film reside en la conjunción heterogénea de sus actores masculinos protagonistas, como son José Coronado, Javier Cámara y Roberto Álamo. Las diferencias entre sus personajes son evidentes, pero se unen ante un objetivo común que es tratar de que sus respectivas hijas no continúen con sus novios con los que chocan por sus ideas políticas, por los supuestos coqueteos con las drogas o por la diferencia de edad existente. La temática ciertamente resulta poco original por lo que ya tiene de recurrente y exprimida en el panorama cinematográfico y televisivo, con el clásico papel del padre frente al trance que supone asumir que sus hijos, (por norma general hijas), van a emprender una vida lejos del control y la protección que sobre ellos ejercían desde la niñez. Ese enfrentamiento entre padres y novios, con las hijas y madres como testigos o casi árbitros, es el germen de todo tipo de enredos que como no podría ser de otra forma, acaba dejando en evidencia al padre junto a su postura intransigente que no tendrá más remedio que abandonar. Se trata pues de una comedia a la antigua usanza que aunque no aporta nada formalmente, sí que cumple con las expectativas de entretenimiento y con grandes dosis de humor que sobre todo en la primera parte de la película contribuyen a mantener al espectador enganchado. La parte final en cambio es bastante menos fluida, aunque la sensación general que se tiene al salir de la sala es la de haber pasado una hora y media agradable y entretenida. Es la cotidianeidad de las situaciones a las que se enfrentan los personajes, la que nos hace sentirnos identificados con todo lo que les ocurre y es precisamente ese factor el que genera un mayor divertimento en un género que no deja de ser un arma de doble filo por su complejidad. Pero si hay una película que ha tenido relevancia en la cartelera española durante las últimas semanas esa es "El Bar" del consagrado director vasco Alex de la Iglesia, que ha conseguido retomar su estilo más propio después de algunos films que nos habían ofrecido un punto de vista más alejado de lo que realmente nos tiene acostumbrado el director de películas como "El día de la Bestia" en 1995, "La comunidad" en el 2000 o "Balada triste de Trompeta" de 2010. Esa faceta de la que hablamos es la que hace a sus personajes transmitir lo patético del ser humano frente a determinadas situaciones, con independencia del sexo, la clase social o nivel cultural e intelectual. Todos tenemos dentro un pequeño o gran monstruo al que la sociedad despreciaría por su falta de ética, moral o sensibilidad, pero que refleja inevitablemente una parte intrínseca de nuestro carácter. Hablamos de instintos como la necesidad de supervivencia, las miserias del ser humano, el egoísmo por encima de todo, etc., que expuestos en escenarios concretos conforman una realidad forzada pero cargada de verdades colectivas bochornosas. La película tiene un comienzo arrollador, delimitando el contexto donde se va a desarrollar la trama: Un bar, (escenario castizo y cotidiano por excelencia). Y aglutinando a las personas que han de quedar expuestas a la situación límite que van a experimentar. De pronto, tienen lugar disparos a dos de esas personas cuando salían del bar, lo que va a desencadenar toda clase de conjeturas y discrepancias que tienen como epicentro común al miedo. Es el miedo el que hace que surjan los enfrentamientos, las acusaciones, las amenazas y por último la lucha por la supervivencia más animal. Nadie quiere sucumbir ante la amenaza y los que tienen en sus manos algún tipo de poder lo utilizan para imponerse al resto por la fuerza, y lo que comenzó como un grupo de personas profundamente diferenciables en cuanto a roles dentro de la sociedad, acaba siendo un retrato observado a través de la hipérbole que configura la trama, en el que tan sólo se aprecian seres humanos básicos despojados de todo cuanto les definía. Los diálogos toman un especial protagonismo por su rapidez y eficacia a la hora de mostrarnos una imagen fiel de los sentimientos que experimentan los personajes, ofreciéndonos grandes dosis de humor negro en situaciones especialmente significativas por la crudeza de su naturaleza. Destaca igualmente el elenco de actores elegidos entre los que se encuentran Blanca Suárez, Mario Casas, Secun de la Rosa, Carmen Machi, o el irreconocible Jaime Ordóñez. Tal vez la única pega de la película es que la verdad de lo que está ocurriendo en torno a los asesinatos del principio se descubre demasiado pronto, lo que nos plantea una última mitad de la película en la que se pierde intensidad en cuanto a acontecimientos, pero que resulta muy atractiva en cuanto a la radiografía psico-social que se lleva a cabo con los personajes descendiendo a las cloacas para enfrentarse consigo mismos y entre ellos, algo que nos hace sentirnos interesados permanentemente por conocer el desenlace final. En definitiva, una obra muy atractiva y completa que nos deja un regusto de inquietud y de estupor ante la visión de la raza humana en su versión menos agradable e idílica. A través de "El Bar", Alex de la Iglesia logra apasionarnos de nuevo con un cine vibrante que impacta en cada espectador. Es realmente un maestro.
Juan Sánchez Borox. Doctor en Nuevas Prácticas Culturales y Artísticas.
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