Yo, Daniel Blake |
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Reino Unido, 2016 Dirección: Ken Loach Guión: Paul Laverty Reparto: Hayley Squires, Natalie Ann Jamieson, Dave Johns, Micky McGregor, Colin Coombs, Bryn Jones. Fotografía: Robbie Ryan Duración: 100 minutos Nota Cinecritic ![]() |
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Yo, Daniel Blake" es una excelente película de drama social que mezcla dos historias de dos perdedores, dos marginados excluidos de la sociedad opulenta y capitalista occidental: por un lado, la de Daniel Blake, un carpintero que ha sobrevivido a un infarto y que en teoría no puede trabajar por su invalidez y por otro, la historia de una joven madre con dos hijos, a punto de caer en la miseria más absoluta. Sus vidas se cruzan en el dantesco, despiadado y cruel escenario de la oficina de los servicios sociales de Newscastle, una deprimida ciudad al norte de Inglaterra. Daniel Blake sale en defensa de la joven madre, a la que niegan ayuda por un estúpido problema administrativo. A partir de ahí, dos seres que no tienen nada se ayudarán y se darán algo más valioso que el dinero, como se dice al final del film, el cariño, el tiempo, la generosidad. Valores que en el cine de Ken Loach aparecen como un revulsivo, como una defensa frente a la desalmada sociedad neoliberal donde todo se reduce al dinero, al interés y a la deshumanización más absoluta. Loach, en la mayoría de sus films, se posiciona, y "Yo, Daniel Blake" no es una excepción, del lado de los desfavorecidos, de las víctimas de la sociedad capitalista. Pero, por encima de las ideologías de izquierdas o de otras lecturas políticas, el cine del director británico habla de lo humano, de lo que todavía es posible y puro entre los seres humanos a pesar que los Estados, las instituciones o los monstruos financieros que nos dominan y que no podemos derribar, intenten acabar con nosotros. "Yo, Daniel Blake" habla de amor, de dignidad y de justicia. El emocionante Daniel Blake intenta luchar frente al Estado, que le atrapa en su laberinto absurdo, cruel y surrealista de atrocidades administrativas. Los médicos le impiden trabajar porque su vida corre peligro si lo hace pero los servicios sociales le exigen papeles y certificados absurdos y difíciles de conseguir para obtener dicha invalidez. Por cierto, que Ken Loach hace una crítica muy interesante de internet y de cómo se condena a miles de trabajadores de una cierta edad a saber usarlo cuando ni saben y ni tienen ordenador. Sin ello, ya no se hace nada. Las escenas de Daniel Blake, un hombre sesentón, luchando por entender algo del mundo digital son inolvidables. Pero como él, pillado en un enjambre de injusticias y burocracias estúpidas, se encuentra Rachel, una joven madre con dos hijos, a la que los servicios sociales han derivado de Londres a Newscastle. Desarraigada, sin familia, con dos hijos a su cargo, Rachel pasa literalmente hambre. Ken Loach rueda, quizás, una de las escenas más impactantes del film cuando Rachel acude a un banco de alimentos. Impresionante y demoledor. La película es simplemente un puñetazo en nuestras conciencias, un grito de indignación. Es claramente necesaria por estar rodada con la maestría sobria y perfecta de Ken Loach (con el soberbio guion de su habitual Paul Laverty) y esto en sí, es ya una lección de cine. Pese a su dureza, su cruda realidad, su autenticidad (no olvidemos las interpretaciones impresionantes de Hayley Squires y de Nathalie Ann Jameson), no podemos despegar la mirada de esta película a lo largo de su metraje. Esto ocurre cuando el cine es verdad, cuando narra la vida misma sin artificios pero con una humanidad apabullante. Y para ello, Ken Loach es el mejor maestro del cine actual. Nadie como él para hacer cine social y sobre todo para denunciar las injusticias del sistema. Carmen Pineda |
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