En el libro de Peter Biskind Moteros tranquilos, toros salvajes, el autor nos habla de los grandes años del cine americano de los setenta, una época dorada donde triunfaron grandes directores como Scorsese, Lucas, Coppola, Milius, fueron años de gran interés en el cine, muy lejos del cine actual, donde todo o casi todo es tecnología. Eran películas con actores que resaltaban, tenían eso que yo llamaría grandes guiones, no hay que olvidar cómo el guión de Paul Schrader dio lugar a Taxi Driver de Scorsese con un actor prodigioso, Robert de Niro (que fue taxista en Nueva York para preparar el papel, que iba al zoo del Bronx para observar a los animales y preparar a su Travis Bickle). Cuando vemos la película, ya sabemos que nos hallamos ante un film clásico, porque en cada escena vemos la mano de un estilista, Scorsese, en cada detalle se filtra la mirada de un genio del cine. Fue De Niro uno de esos iconos de los setenta, ya extraordinario en El padrino, segunda parte, como el Vito Andolini joven, que luego triunfaría en El cazador de Cimino y en un Toro salvaje impresionante de Scorsese de nuevo. En esta última, vemos el poder de la mirada de Scorsese, en aquellas escenas de boxeo donde la cámara filma con detenimiento la esponja donde se ve coagula la sangre de La Motta, los golpes que se dan los dos contrincantes, cómo las cuerdas del ring van estrechándose a través de los golpes y se llenan de sangre, una obra maestra, sin dua alguna, con un De Niro inigualable. Otro gran actor de la época fue Al Pacino, que triunfó ya con El padrino de Coppola, con esa mirada hierática y profunda, mientras los crímenes se van sucediendo él asiste al bautizo de su hijo, luego nos demostró lo gran actor que era en Justicia para todos, como abogado, o en la muy polémica A la caza, la escena final cuando se mira al espejo y ya no sabe si es homosexual como aquellos con los que ha convivido para descubrir a un asesino es estremecedora, sin olvidar Serpico, una película magnífica, la vida de ese policía que delató a otros compañeros, con un Pacino magnífico. Tanto De Niro como Pacino han seguido cultivando éxitos, pero nunca tan impactantes como en aquellos lejanos años setenta. De Niro y Pacino, buenos amigos, siempre quisieron ser actores y siguieron el Actor´s Studio, teniendo como mito a Marlon Brando. Otro gran actor de la década fue Jack Nicholson, actor de películas como The King of Marvin Garden hasta El último deber de Hal Ashby, hasta triunfar con Alguien voló sobre el nido del cuco, una película esencial en su filmografía, en la que Nicholson bordó el papel de J:J Gittes, un hombre cuerdo que entra en un sanatorio mental donde será torturado, la interpretación de Nicholson ha pasado a la historia. Luego llegaron otras cintas, pero no hay que olvidar Chinatown con Faye Dunaway y La fuerza del cariño, ya en los ochenta en un papel de un antiguo astronauta, muy divertido, la otra parte de aquel drama estupendo con la enorme Shirley McLaine. Luego llegaría Mejor, imposible, una cinta divertida, donde confirma a Nicholson como uno de los mejores actores americanos del cine contemporáneo (no en vano es poseedor de tres Oscars de Hollywood). Algo menos reconocidos han sido Richard Dreyfuss, un excelente actor que ha tenido una irregular carrera, inolvidable en Tiburón y Encuentros en la tercera fase, para lograr el Oscar con La chica del adiós, donde estaba genial como actor de comedia; otro actor de más relevancia en la década fue Dustin Hoffman, inolvidable a finales de los sesenta en El cowboy de medianoche, para lograr en los setenta éxitos como Kramer contra Kramer. Pero siempre me quedaré con la mirada de De Niro en Taxi Driver, observando a los negros mafiosos en el bar o a Pacino en El padrino, cuando abraza al gran John Cazale, su hermano Fredo, sabiendo que tiene que matarlo por traicionarlo. Y, como colofón, ese cine inolvidable, donde los diálogos tenían gran importancia, lejos de la técnica actual, época de grandes directores y grandes películas que suscitaban una expectación que el cine actual no parece tener.
Pedro García Cueto
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