Anna Karina ha muerto a los setenta y nueve años, con rostro mayor pero alma de niña, dicen algunos que paseaba con su sombrero por París, como si todavía fuera aquella década de los sesenta que la llevó a la fama. Anna caminaba con una sonrisa en los labios, porque todavía creía en el ser humano. Tras una infancia difícil, su padre era capitán de barco y abandonó a Hanne (nombre real de la actriz) y a su madre cuando ella era apenas una niña. Estuvo en casas de acogida y a los ocho años se fue a vivir con su madre, pero debido a la mala relación con ella trató de fugarse varias veces. Nació en Dinamarca y a los quince años ya trabajaba como secretaria de elevadores en la ciudad de Copenhague. A los diecisiete años se fue a vivir sola a París, donde poco después sería descubierta. Empezó como modelo de revistas. Fue la gran Coco Chanel la que le puso el nombre de Anna para que tuviera más repercusión en su carrera cinematográfica. En 1959 conoció a Jean-Luc Godard quien vio un anuncio de Anna en una revista le pareció magnética e interesante y contactó con ella para trabajar en una película, la famosa Al final de la escapada, pero como tenía que aparecer con los pechos al descubierto, la joven aspirante a actriz se negó. Aceptó, sin embargo, en la siguiente película del director, El soldadito, una película que fue censurada porque mostraba torturas por ambos lados en la Guerra de Independencia de Argelia. Luego rodó con Godard, con quien contrajo matrimonio, Una mujer es una mujer, con la que consiguió el premio a la mejor actriz en el festival de Berlín. Anna trabajó con Godard en otras películas como Vivir su vida, Banda aparte, Pierrot el loco y Lemmy contra Alpahaville. Trabajó con otros directores como Visconti en El extranjero o Cukor en Justine. En 1973 fundó su propia productora llamada Raska, también probó éxito en el mundo de la canción. Lo que se puede decir es que siempre cautivó con su belleza, su sentido del humor y esa elegancia que siempre tuvo en el mundo del cine. Anna era una actriz especial, cuando la vemos en Pierrot el loco ya sabemos que nos hallamos ante un ángel, con su delicadeza, no hay que olvidar que Anna conquistó al público con Una mujer es una mujer, una cinta donde brilló su talento y belleza. En Justine se unió a Michael York, Dirk Bogarde y Anouk Aimee, era entonces cuando Anna Karina resplandecía con su pelo corto y su aire de enigmática mujer. En ese caleidoscopio que filmó Cukor basada en la novela El cuarteto de Alejandría de Durrel, la Karina estaba excelente en el papel de una mujer frágil y vulnerable. Se ha muerto un ángel, parece que la veo con Belmondo en Pierrot , el loco, cuando ella llama a Ferdinad, Pierrot, como si todo fuera un sueño, para cometer atracos y asesinatos en aquel delirio de película de Godard, al que quiso como nadie, pero que, según contó Anna, se cansó de esperarle en casa, mientras el célebre director hacía vida social. Esta actriz bella que se nos fue un día invernal de París, ya no la volveremos a ver con su sombrero camino de la Torre Eiffel, mientras los bulevares la admiran por su gran belleza. Adiós, Anna, para siempre.
Pedro García Cueto
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