La ilusión por la escena
Muchas veces creemos que la felicidad la dan las grandes cosas, pero puede que no, un simple día festivo, un encuentro con amigos que hace mucho que no vemos, hay tantas razones para ser feliz que debemos cambiar nuestra mentalidad y disfrutar del momento, sacar partido al mundo que nos rodea, no hay más que verse en una situación difícil para valorar lo que se tiene, para encontrar en lo cotidiano motivos de felicidad. Pero también hay motivos de felicidad en aquello que nos ha dado la vida, como puede ser para los protagonistas de "El último metro" (1980) de François Truffaut, el mundo del teatro, son personajes que lo han vivido en sus entrañas y que tendrán que sufrir las consecuencias de un mundo difícil y adverso. El actor Bernard Granger (interpretado por Gerard Depardieu) se dirige al Teatro Montmartre donde se va a representar la obra del director de la compañía Lucas Steiner, judío, que tiene que abandonar el proyecto por la presencia de los alemanes en el París de la Segunda Guerra Mundial. En esos años de ocupación ya late el deseo de enfrentarse al destino adverso, de luchar por la libertad frente al autoritarismo que imponen los alemanes. Hay una historia de amor latente entre la bella Catherine Deneuve (Marion en la película) y Depardieu. Marion es la mujer de Steiner pero sufre el influjo de ese hombre rudo que interpreta Depardieu, un actor que siempre ha mostrado, desde los tiempos de Novecento, su aspecto varonil y rudo, la historia se centra en ese momento histórico (la ocupación alemana de Francia) en la ciudad de Paris como escenario y el mundo del teatro, hay un claro debate entre el arte y la vida, presente en la película, donde el deseo y la ilusión de interpretar choca con la adversidad que supone tener a unos enemigos enfrente, unos invasores que condicionan la vida de los franceses. Lucas Steiner se esconde en el sótano del Montmartre, Marion decide hacer una obra que agrade a los alemanes y elige como director sustituto a un hombre del agrado de los nazis, Jean-Loup Cottins (Jean Poiret). Pese a las adversidades, la ilusión de los actores por no perder totalmente su identidad, les lleva a representar, de una forma que sobrepasa la censura, sus propios ideales, sin que los alemanes se percaten de ello. La película termina con un canto a la vida, porque París es liberado y Bernard y Lucas pueden salir a celebrar tan buena nueva, cuando el público les ovaciona en escena al acabar la obra, sin duda Truffaut creía en un final feliz, hay una ilusión latente en la película, que no elude la presión, pero que se vive por dentro, está en los personajes, en sus miradas, en sus diálogos. También hay enemigos dentro de los propios franceses, no hay que olvidar que en Vichy se formó un gobierno aliado de los nazis, con el mariscal Petain, en la película el crítico de extrema derecha Daxiat (interpretado por Jean Louis-Richard), hace todo lo posible para poner trabas a la obra, para censurarla, etc. Hay citas en la película a grandes escritores como Montherlant, Chéjov, Ibsen o Thomas Mann, ya que los personajes aman profundamente la literatura y el teatro y quieren manifestar su libertad de alguna manera, mientras París vive toques de queda, refugios, reuniones clandestinas, etc. Hay una escena cuando Marion y Bernard se besan que representa la mayor libertad, porque los alemanes pueden condicionar la vida de los franceses, pero no el amor que sienten y que expresan en su intimidad. Una canción que suena en la radio ya puede ser un espejo de la libertad, una mirada entre Deneuve (en esta película refleja su belleza, su elegancia y su distinción) y Depardieu (en un papel muy agradecido que interpreta con soltura), es suficiente para que viva la libertad de los dos personajes, donde late un amor especial, el que nace de las dificultades, siendo Marion la mujer de Lucas, como ya cité antes. Truffaut no se olvida nunca de los homenajes, Marion le dice a Bernard que se parece a Jean Gabin, el gran actor francés, también hay una deuda a "La regla del juego" de Jean Renoir, en Truffaut vive el mejor y más apasionado amante del cine, que creció viendo películas, que sufrió una adolescencia difícil, un hombre que tuvo que crear ilusiones desde su interior porque el exterior era muy difícil. En definitiva, bella película, hermosa imagen de unos seres que tienen que enfrentarse al dolor de la ocupación, pero que sabrán huir de sus fantasmas y llevar a cabo la representación de la obra, lo que nos hace felices a los espectadores, una película realmente notable, donde brilla el gran François Truffaut.
Pedro García Cueto
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