Hubo un tiempo donde el cine americano tenía eso que llamamos magia, era como si la pantalla lo iluminase todo, veías a los actores y no te hacía falta nada más, tenían esa personalidad que te atrapaba para siempre. Parece que veo a Gene Kelly cantar bajo la lluvia, mientras un policía lo mira, mientras chapotean sus zapatos en los charcos, fue Stanley Donen buen amigo de Gene, ambos se conocieron muy jóvenes porque Stanley amó el cine musical y quiso dedicarse a ello muy pronto, como director nos dejó ese halo mágico de la película Cantando bajo la lluvia, con Debbie Reynolds y Donald O´Connor, todos estaban excelentes y uno se dejaba llevar por la felicidad que transmitían los personajes. Esa felicidad tuvo su época, aquellos musicales donde todo era fiesta, "Siete novias para siete hermanos", Pal Joey, Ellos y ellas, magnífica cinta de Mankiewicz, cuando Marlon Brando y Jean Simmons nos deleitaban con su gran actuación. Donen fue sobre todo un fiel representante del buen cine americano, aparte de aquellos musicales, como la citada Siete novias para siete hermanos con Howard Keel, como protagonista, también realizó comedias estupendas, no puedo olvidar Dos en la carretera, una película nostálgica, que nos recuerda una historia de amor, vista en el paso del tiempo, con dos actores inolvidables, Albert Finney y el ángel que fue Audrey Hepburn, Donen tenía ese buen tino para dirigir actores, sacar de ellos una sonrisa, una mirada bella, con diálogos estupendos e ingeniosos que el cine ha ido perdiendo. También me quedo con Charada, una película que me gusta especialmente, tocada con el humor negro de unos actores secundarios de lujo, es inevitable recordar la escena cuando van a ver al cadáver del marido de Audrey Hepburn y todos comprueban que está bien muerto, ese James Coburn tremendo, con su rostro de hombre duro o George Kennedy, un magnífico secundario, pero siempre nos queda Audrey y Cary Grant, el colmo de la elegancia, siempre un actor irresistible. Fue una época estupenda para el cine, que producía grandes películas todos los años, con grandes actores, había estudios, grandes diálogos, magníficos guionistas, aquella cinta tan bella que fue Una cara con ángel, de nuevo con Audrey, su musa, aquel ángel que iluminó el cine, dicen que lo era en la pantalla y en la vida, como confesaron amigos como Gregory Peck o Cary Grant. Aquí Fred Astaire está estupendo, ese gran bailarín que nos deleitó en tantas películas inolvidables. Quiero recordar a Stanley Donen, ver de nuevo sus películas y cerrar los ojos, como si aún existiese la elegancia, la inocencia, el ingenio, la dulzura, ver de nuevo sus películas y ser feliz, aunque sea soñando con otro tiempo, aquel cine clásico y de siempre. Qué grande Stanley, siempre volveremos a cantar bajo la lluvia.
Pedro García Cueto
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