Los premios Oscar 2013 De la Historia a la pequeña historia
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Las nominaciones y premiaciones de este año cubrieron un espectro amplio de temas, propósitos y geografías mostrando la apertura de la Academia de Hollywood en los últimos años. Si bien las películas de acción y las comedias ligeras constituyen el grueso de la producción para el gran público, el criterio comercial no marcó completamente la selección, balanceando de manera inclusiva el juicio de críticos y espectadores con la importancia de los asuntos tratados. Por ello Amour (Oscar a la mejor película extranjera), un film hecho en Francia por un director austro-alemán, fue escogido junto a Zero Dark Thirty, acerca del terrorismo global y dirigida por una mujer. Además: Lincoln y Djanjo Unchained sobre la esclavitud en Estados Unidos, Argo (Oscar a la mejor película) basada en un caso real durante la revolución iraní, Life of Phi y Beasts of the Southern Wild dentro de la tradición etnográfica, y Les Misérables y Silver Linings Playbook donde la Revolución Francesa y la Gran Recesión marcan la existencia del común de los mortales. Amour, de Michael Haneke, examinó la compleja gama de sentimientos que la enfermedad activa en el devenir de una pareja acercándose al ocaso de su existencia. Anne (Emmanuelle Riva, nominada como mejor actriz) y Georges (Jean-Louis Trintignant) impulsaron la intensidad de la trama dentro de un apartamento parisino, marcada por los intermedios con Eva (Isabelle Huppert), la hija quien desde la distancia asiste a los estadios de la desintegración familiar y deberá darle sentido a los recuerdos, cuando el desenlace la sorprenda sola entre esas paredes. Michael Haneke, nominado como mejor director, ideó una atmósfera donde la meditación acerca de lo vivido y soñado se halla puesta al servicio de la conmiseración hacia la tragedia que los protagonistas confrontan pero sin caer en el melodrama. Más bien permitió que las escenas se encadenasen fluidamente, y la cámara se detuviera sensiblemente sobre las dificultades de Georges concernientes al cuidado de Anne, utilizando el juego de plano-contraplano y los primeros planos fijos para puntuar la intensidad de los intercambios. La veteranía y compenetración de ambos actores, unida a la precisión de la dirección desplegó el balance justo, al interior de una temática cuya complejidad y dificultad para ser llevadas exitosamente a la pantalla, exigía el reconocimiento mutuo y un sentido de veracidad que no traicionara el desarrollo de eventos donde cada quien encuentra conexiones con su propia realidad. Por ello, el reconocimiento de la Academia constituye también un homenaje a quienes, silenciosamente, cuidan y ayudan a morir dignamente a sus seres queridos. Películas más predecibles a la hora de ser inscritas en la exclusiva lista, por tratarse de argumentos de enorme resonancia en la sociedad norteamericana, fueron Lincoln dirigida por Steven Spielberg, también incluido como mejor director, y Django Unchained de Quentin Tarantino. El film de Spielberg contó con todos los ingredientes de las favoritas a los premios Oscar: un elenco estelar, una cuidada superproducción y la mano de un cineasta sumamente influyente en Hollywood. Las brillantes actuaciones de Daniel Day-Lewis (Abraham Lincoln), Oscar al mejor actor, y Sally Field (Mary Todd Lincoln), nominada como mejor actriz secundaria, movilizaron de manera segura la diégesis, adentrándose en la cotidianeidad de uno de los presidentes más influyentes de la política estadounidense. El film de Spielberg destaca entre las numerosas versiones hasta ahora realizadas, por la fidelidad histórica puesta a humanizar la figura del estadista sin idealizarla ni tergiversarla, a fin de perfilar un retrato verídico concerniente a los años de la Guerra Civil, cuando logró mover los hilos del poder con gran astucia, haciendo que los Estados de la Unión reconocieran la igualdad jurídica de la población negra como un derecho constitucional. La extraordinaria caracterización de Day-Lewis le imprimió a la figura del icono una humanidad que resaltó la inadecuación social del presidente, su agudo sentido del humor, lo desgarbado de su figura y la clarividencia para moverse entre intereses opuestos con objeto de lograr sus metas. La iluminación fluctuando entre la penumbra de las habitaciones y los fuertes contrastes para los exteriores, enmarcó la figura de Lincoln con un halo de grandeza cónsono con la estatura de quien llevó sobre sus espaldas el peso de una contienda, que no solo dividió a la nación sino fue causa de una intimidación y un resentimiento aún presentes en la vida del país. Y en la dirección de Spielberg, esa corriente de incongruencias e injusticias resonó en las actuaciones imprimiéndoles una fuerza dable de magnificar la gravedad de los eventos sin impostarlos, aun cuando la manipulación sentimental, característica de su filmografía, le hizo destacar los elementos patrióticos propios de la simbología asociada con este presidente para tejer una estrecha identificación entre la Historia y la audiencia. Como contrapartida irónica al film de Spielberg, Tarantino echó mano a las boutades de los llamados espagueti-westerns, desdramatizando así la rivalidad entre el Norte y el Sur a mediados del siglo XIX, en el dúo constituido por Django (Jamie Fox) y Dr. Schultz (Christoph Waltz, Oscar al mejor actor secundario). Un esclavo liberado y un cazador de recompensas, respectivamente, conforman el dúo dinámico indispensable en estas producciones, a fin de vengar crímenes diversos y proteger a los desposeídos mientras van llenándose los bolsillos. La fuerte y disparatada acción encadenando los cuadros escénicos característica del estilo de Tarantino, fue llevada a un crescendo mediante el ágil trabajo de cámara y lo fragmentario del montaje, capturando la atención del espectador con un vivo collage cinemático. Liberar a la mujer de Django de las garras de un esclavista (Leonardo DiCaprio) dueño de una plantación era el objetivo último del dúo, y resulta ser aquí donde Tarantino despliega su complacencia por la brutalidad indiscriminada, mostrando detalladamente los castigos que los esclavos sufrían a manos de sus dueños pero, a diferencia de Lincoln, permitiendo que fuera la venganza y la barbarie lo que se privilegie sobre la legalidad y la civilización. El constante uso del plano-secuencia, donde se muestran las persecuciones y luchas, espejea también los clásicos westerns de los años cincuenta, aunque sin atenerse a las normas tradicionales de buenos contra malos propias del género pues, en la dirección de Tarantino, todo es sujeto de corrupción, perversión y represalia. Ello, no tanto para realzar la historia del esclavismo sino para subvertirla, distorsionando las preconcepciones y exponiendo la hipocresía de la sociedad que elude el tema racial o lo aborda prejuiciadamente. Para romper estas cadenas, el director desencadenó las pasiones más abyectas, desbordando sin tasa el horror mediante cuadros de una violencia extrema cuidadosamente coreografiados, buscando espejear el amarillismo de la prensa y el supremacismo propios de la época, por supuesto mucho más desmesurados que cualquier ficción, hasta hilar un gran tapiz donde lo interesante son las costuras por donde puede rasgarse y revelar las taras del sistema que sustenta los valores del estadounidense medio. Anegar en escenas sangrientas la hipocresía norteamericana fue la terapia de shock que el director abordó con un gusto superior al de sus films anteriores, quizás porque el drama histórico requiere una precisión mucho más fidedigna a fin de hacerse creíble aunque, tal cual el mismo Tarantino apuntó en una entrevista, "lo que pasó durante la época de la esclavitud es mil veces peor a lo que yo expuse en mi película. Así que de mostrarlo tal cual era, no habría sido explotar malamente el tema sino ser históricamente veraz". Dentro de esta línea de pensamiento, Argo de Ben Affleck y Zero Dark Thirty de Kathryn Bigelow se apoyaron en casos concretos del terrorismo, sus causas y consecuencias para exponer efectivamente los entretelones de la política norteamericana en Oriente Medio. El film de Affleck se centra en el rescate de 6 diplomáticos, asilados en la casa del embajador canadiense durante la revuelta islámica que depuso al Sha de Irán en 1979. Tony Mendez (Ben Affleck), agente de la CIA, se hace pasar por un cineasta y, con la complicidad de un amigo productor interpretado por Alan Arkin, nominado como mejor actor secundario, convierte a los funcionarios estadounidenses en sus asistentes a fin de sacarlos del país. El recurso de utilizar el cine dentro del cine, junto con los irónicos y satíricos malentendidos de mezclar política con ficción, fueron aprovechados por el director para abordar las fallas de la CIA, el fracaso de la diplomacia en la región y la complicidad norteamericana en las políticas represivas que mantuvieron por décadas en el poder a la monarquía iraní. La fidedigna reconstrucción histórica, el uso de material documental de la época, una banda sonora impactante y las bien logradas escenas de acción, enmarcaron las actuaciones del conjunto, manteniendo el suspense a lo largo del film. Si bien, como es predecible en este tipo de películas, solo se mostró la versión de los victoriosos estadounidenses, ya que no incluyó actores iraníes que habrían podido proporcionar una versión menos parcial de los eventos. Zero Dark Thirty resultó, en este sentido, más satisfactoria pues contó con un reparto internacional encabezado por Jessica Chastain, nominada como mejor actriz por su papel del miembro de la CIA que descubre el lugar donde se oculta Osama bin Laden. Siguiendo la tónica de films anteriores como The Hurt Locker (2008), por el cual obtuvo el primer Oscar concedido a una mujer en la categoría de mejor dirección, Bigelow construye un completo fresco de lugares, instancias y personajes hasta llegar a la casa del terrorista y aniquilarlo, el 2 de mayo de 2011. Ello, aun cuando por motivos de seguridad solo se alude tangencialmente a los protagonistas reales de la histórica cacería. El guion de Mark Boal combinó realidad y ficción apoyado en el verismo de la cinematografía donde se incluye la tortura de prisioneros políticos. Las fuertes críticas que la CIA ha recibido por utilizar repetidamente la tortura en Irak se reviven aquí aun cuando, tal cual ocurrió con Django Unchained, el auténtico horror de los tormentos queda apuntado en la ficción. Esto no resta efectividad al film, sin embargo, en su tarea de confrontar a la audiencia con las encrucijadas que el terrorismo presenta a las naciones occidentales cuando se deben tomar difíciles decisiones para proteger a ciudadanos inocentes. La actualidad de los hechos aquí presentados dificulta no obstante la toma de distancia con respecto a los mismos, aunque la impecable factura técnica, el excelente trabajo de cámara y la fuerte presencia escénica de los protagonistas es sin duda icónico dentro del rubro de los films de acción, rompiendo consecuentemente los estereotipos de género a la hora de dirigir este tipo de películas. Pero más que una película, Life of Pi de Ang Lee, Oscar al mejor director, es un espectacular despliegue de las nuevas tecnologías puestas en función del cine, pues los pormenores del guion, sobre las peripecias de un muchacho que zozobra en el océano con un tigre de bengala, se pierden ante los mundos virtuales tridimensionales, los personajes digitalizados y las panorámicas de un océano llevado al hiperreal. Aún la visión de una India sanitada y edulcorada quedó obliterada por el zoológico digital donde Pi pasa sus primeros años, marcándolo en las andanzas futuras por lugares donde la fauna y la flora se expanden hasta deslastrarse de todo viso de realidad para metamorfosearse en los ingredientes de una novela de aventuras. De hecho, la influencia del best-seller de Yann Martel en el cual Lee se basó para crear esta fantasía, se inclina hacia los manuales de autoayuda, la superficialidad del hinduismo y una pátina ligera de las nuevas filosofías, con lo cual tampoco en el texto existe profundización alguna. Solo el goce de la imagen por la imagen misma, donde los planos picados entre el océano y el firmamento y las tomas aéreas dan sentido a la diégesis, que acaba difuminándose bajo el centelleo del cosmos y el mundo animal. De manera similar, Beast of the Southern Wild de Benh Zeitlin, nominado como mejor director, capturó lo intrincado de la vegetación propia del sur de Luisiana, enmarcando la sobrevivencia de la población marginal vista por una niña de seis años (Quvenzhané Wallis, nominada como mejor actriz). Las dificultades para sobreponerse a la desesperanza, hicieron de la geografía el principal protagonista, mediante las continuas panorámicas en que se contrasta la inmensidad natural con la miseria humana donde la pequeña heroína, como un remedo contemporáneo de Shirley Temple, logró con su gracia y candor empinarse por encima de los obstáculos. Las adversidades etnográficas y familiares se equipararon aquí a lo verídico de tornados y maremotos, que periódicamente arrasan las zonas en que habitan los más desposeídos, mediante planos-secuencia donde se alude a los documentales filmados a lo largo de la región próxima a Nueva Orleans tras el paso del Katrina. Aunque los encuadres, movimientos de cámara y efectos de iluminación buscaron, como en el film de Ang Lee, diseñar un mundo paralelo en el cual lo mágico y lo sobrenatural tamizaran la violencia existente. Les Misérables, dirigida por Tom Hooper, es una adaptación del musical de Claude-Michel Shönberg, con lo cual lo que se ganó como espectáculo se perdió en efecto dramático. El recurso de utilizar grandes primeros planos y cantar en vivo buscando la inmediatez del teatro, no logró sin embargo trasladar a la pantalla el genio del original que, por décadas, recorrió los escenarios internacionales. Anne Hathaway, Oscar como mejor actriz secundaria, en el papel de Fantine, y Hugh Jackman, nominado en la categoría de mejor actor, como Jean Valjean, lideraron un extenso reparto caracterizado por los grandes movimientos de masas en el París de Víctor Hugo, manipulado digitalmente para traducir la amplitud de espacios donde, no obstante, se perdía la intimidad que el material exige. En este sentido, las adaptaciones de la novela realizadas en 1998 y 1935, dirigidas por Bille August y Richard Bolewslaski respectivamente, compendian más exitosamente las vicisitudes del período y la complejidad de caracteres sacudidos por pasiones encontradas, en medio de la Revolución Francesa con sus injusticias y excesos. El film de Hooper acaba siendo más bien un híbrido entre el cine y el teatro, donde lo más destacable es la elegante cinematografía y la acertada iluminación que dibujan grandes frescos épicos semejantes a los cuadros de Géricault y Delacroix, revelando las posibilidades plásticas de la pequeña historia dentro de la Historia. Y aquí cabe subrayar lo importante de esa pequeña historia para la crítica y el público, pues solo así puede entenderse la atracción que Silver Lining Playbook dirigida por David O Russell, también nominado, tuvo en las votaciones de la Academia, que igualmente concedió nominaciones a los actores principales (Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Oscar a la mejor actriz) y secundarios (Robert De Niro, Jacki Weaver). La disfuncionalidad de la familia suburbana norteamericana con sus victorias y fracasos, teniendo la Gran Recesión de fondo, caló hondamente en el sentir de espectadores y conocedores. Pat Solatano (Cooper) quien ha perdido el trabajo, la casa y la esposa, regresa a casa de sus padres (De Niro y Weaver), tras pasar varios meses institucionalizado por no poder controlar sus instintos, conoce a otra joven con problemas mentales (Lawrence) y, entre partidos de fútbol americano, peleas de bar y terapia casera, comienza a rehacer su vida bajo el sol de esta tierra de oportunidades. Lo complaciente de la dirección y las actuaciones con el grueso de la audiencia, coloca este pastiche entre comedia y drama junto al sin fin de películas similares que constituyen el pan cotidiano de realizadores e intérpretes. La falta de originalidad del guion y lo predecible del trabajo actoral tampoco contribuyeron a elevar el nivel del film por encima de la media. Quizás haya sido la necesidad de darle voz a los acuciantes problemas de la América profunda lo que resonó al momento de incluir la película de Russell, quien ha repetido esta misma fórmula en producciones menos afortunadas como Spanking the Monkey (1994), Three Kings (1999) y I Heart Huckabees (2004). Con todo, las nominaciones y premiaciones para la edición número 85 de los premios Oscar, incluyeron un conjunto extenso de películas donde se puso de manifiesto, una vez más, la versatilidad y capacidad de renovación constante del Séptimo Arte. Alejandro Varderi |
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