Al otro lado de la línea - Un resumen del festival de cine austriaco Diagonale
Todos los años en marzo, puntualmente, la escena cinematográfica austriaca acude en masa a Graz, donde el festival de cine "Diagonale" se afana, desde hace ya doce años, para dar cabida a todo el espectro de la producción fílmica. Un abanico que se extiende desde el cine experimental hasta las producciones para televisión. No obstante, es el cine documental el que, año tras año, va ganando la partida en los diversos formatos y vías de programación. Incluso las retrospectivas de este año (Peter Schreiner y el alemán Romuald Karmakar) se centran, y no por casualidad, en directores que reinventan el vocabulario estético formal del documental. Con ello se evidencia la riqueza de facetas de unas creaciones que se extienden desde el nuevo género del documental de agitación ecológica ("Plastic Planet" de Werner Boote) hasta el puramente convencional. Curiosamente, este predominio del documental es de tal magnitud que se hace palpable incluso en las pocas películas de ficción programadas. Y es que éstas no sólo están interpretadas preferentemente por actores amateurs, sino que en ellas la línea que las separa del documental es tan fina que ha desaparecido casi por completo. No sorprende que esta tendencia se haya visto reflejada en la lista de los galardonados: El premio a la mejor película de ficción fue a parar a "La Pivellina" de Tizza Covi y Rainer Frimmel, un ejemplo en el que la diferencia entre realidad y ficción ha perdido su definición. Los directores no sólo no se limitan a tender un hilo entre narración y vida misma, sino que sus protagonistas, exclusivamente amateurs, se representan en la película a si mismos, es decir; viven su día a día en la ficción. Los directores buscan la autenticidad perdida en el cine, buscan gestos, miradas, frases y sonidos que sólo pueden ser el resultado del momento, que no son susceptibles de ser recreados tal cual. Y lo consiguen narrando el vuelco que da la vida de una familia de artistas circenses al encontrar a una niña abandonada a las afueras de Roma. Una película que oscila constantemente entre la vida real y la representada, que ha sabido captar magistralmente el tránsito, la vida nómada que ha ido moldeando a los personajes, a unos personajes a los que nos acerca y que recrea con un cariño y una ternura sin igual. Un realismo orgánico que recuerda a los hermanos Dardenne, pero que también tiene elementos del neorrealismo italiano aunque sin su persistente mirada a la crudeza de la realidad. También el premio del público se inclinó por un documental:"Kick Off" de Hüseyin Tabak, es un retrato convencional, pero entrañable, del equipo nacional austriaco de fútbol de camino al Mundial de Indigentes en Melbourne. De nuevo un ejemplo de que son los pequeños gestos los que realmente demuestran la calidad de una película, desvelándonos mucho más que confesiones y permitiéndonos lanzar una mirada a las heridas interiores mucho más profunda que decenas de páginas llenas de diálogos. "Hana, dul, Sed" de Brigitte Weich y Karin Macher se llevó el premio al mejor documental. Una mirada, probablemente un poco ingenua políticamente, al fútbol femenino profesional en Corea del Norte. La internacionalmente galardonada Jessica Hausner recibió el premio al mejor guión por "Lourdes", que narra, de nuevo mezclando ficción y escenas reales, la peregrinación de un grupo al santuario francés. Esperanza, curación, arbitrariedad, milagro…, la reflexión sobre el catolicismo aparece a menudo en el arte austriaco, desde el polémico Thomas Bernhard hasta los estudios religiosos de Ulrich Seidl en "Jesus, Du Weißt" (Jesús, tú sabes), pasando por las liturgias artísticas de Hermann Nitsch. Hausner analiza, o quiere analizar, los aspectos paradójicos del turismo católico de masas. Pero es una película crítica sólo superficialmente: las escenas irónicas son demasiado pobres para hacer que la fe, que es el combustible del negocio con los artículos de devoción, se tambalee. El milagro se plantea en Lourdes como metáfora de un modelo de sociedad conservador en el que uno mejor se queda en su sitio y deja de tener aspiraciones o sueños (aunque se trate de soñar apenas con coquetear un poco con el enfermero). Ni la ironía de la escena final nos salva del regusto a incienso. En la Diagonale 2010 se perfila un cambio. Quedan pocas reliquias de la tendencia temática del reconocimiento de la Europa del Este, retratos de artistas o supervivientes del holocausto que habían llamado la atención en los últimos años. Parece que la nueva generación de realizadores y realizadoras está siendo alcanzada por la globalización y tiende sus redes cinematográficas desde México hasta Kenia. De los grandes nombres con relevancia en las alfombras rojas internacionales había pocos representados este año en Graz. Tan sólo "La Cinta Blanca" de Haneke sobresalía con su formato clásico de película de ficción en el programa del festival. Haneke, que tras la puesta en escena de "El Castillo" de Kafka o "La rebelión" de Josef Roth ha vuelto a elegir un tema histórico, utiliza el microcosmos de un pequeño pueblo para mostrar la génesis del protofascismo como fantasma de la sociedad represiva burguesa-religiosa. Un tema muy austriaco, a pesar de desarrollarse bajo el manto de una sociedad germana-protestante, en el que de nuevo aparece la culpa reprimida de la católica Austria. Mónica Ibarz |
![]() Kick off
![]() La pivellina
![]() Lourdes
![]() Plastic planet
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