Festival de San Sébastian
57ª edición 18 al 26 de septiembre de 2009 Este año San Sebastián se pinta de colores, pone una sonrisa a los malos tiempos. Pero no demuestra que el cine está carente de ideas y de historias, sino todo lo contrario, está lleno de relatos pequeños, sencillos, cercanos y cotidianos que nos darán fuerza para seguir adelante y quitarle hierro a la crisis. Como siempre, llegar a San Sebastián es un placer, ya no sólo por este maravilloso festival de calidad y tradición, sino porque es una ciudad que brilla en sí misma, sin necesidad de casi nada. Glamurosa y elegante, donde las haya, acoge al festival como todos los años con un despliegue de medios, que facilita la vida al aficionado, al espectador ocasional, a los periodistas y cómo no, a sus invitados. Son nueve días de películas, ruedas de prensa, aplausos o silencios, según se tercie, que dan de sí como para hacerte una idea de qué es lo que se podrá ver o no ese año en la gran pantalla, qué historias nos estremecerán, qué nuevos talentos hay y, como no, ver hacia dónde van los ya asiduos directores de este circuito festivalero. Este año el festival de Cine de San Sebastián se ha vestido de todos los colores para ponerle buena cara a la crisis, y rescata el cine como hervidero de ideas, de formas de pensar, de vivir, de soñar… que incluso nos darán otra perspectiva en estos momentos tan grises. Y para buscar historias hemos tenido mucho de donde elegir. Aunque ha partido con una sección oficial un tanto floja, se ha visto compensado con otras secciones como Zabaltegi Nuevos Directores, Zabaltegi Perlas y Especiales y el emergente cine latinoamericano en Horizontes Latinos que nos ha dado más de una grata sorpresa. La presencia española y francesa ha primado en esta sección oficial y también se ha visto reflejada en el palmarés. La película española Yo, también, de los directores y guionistas Álvaro Pastor y Antonio Naharro, se ha llevado ambas Conchas de Plata, al mejor actor, Pablo Pineda, y a la mejor actriz, Lola Dueñas. Una historia que podía ser la vida del propio Pablo Pineda, un joven síndrome de down que ha demostrado al mundo que todos podemos, y de hecho, es el primer síndrome de down en España que ha acabado una carrera universitaria. Y este joven que se siente igual que nosotros, pero que la sociedad le tilda y le etiqueta todo el rato de ser anormal, quiere y desea tener nuestros mismos derechos, poder amar y enamorarse de una chica normal. Y esto le sucede, se enamora de una mujer herida por la vida, alcoholizada para olvidar, y expuesta al sexo rápido sin deseo y sin ternura. Este encuentro de estos dos personajes es sincero, carente de sensiblería y paternalismo, y eso es lo que hace, junto con las magistrales interpretaciones de estos actores, que te metas en la historia, que te la creas, que te resulte cercana y que te haga cuestionarte cómo miras y ves a los otros que no son como tú. Y de un drama cotidiano nos pasamos a un drama colectivo con la película china City of life and death del director Lu Chuan. Un relato en blanco y negro, que muestra la cruel ocupación japonesa, en 1937, a la capital provisional de China, conocido históricamente como "La violación de Nanjing". Una película, que como dice su director, está dirigida no sólo al público chino, sino al espectador en general, de todos los países, con el fin de que conozcan la verdad de lo que ocurrió, la verdad de esa masacre, una de las mayores masacres del mundo, y a la vez, desconocida por la humanidad. El director chino Lu Chuan, para hacer esta película, que le ha costado cuatro años, se ha documentado mucho, tanto de un bando como de otro, ya que para este director era la única manera de contar la verdad. Y para conseguir este objetivo ha contado este trágico suceso desde la voz de un soldado japonés. Este director, al entrevistar a algunos de los soldados veteranos de guerra ya mayores, que quedan vivos, y al leer los diarios de muchos de ellos, se dio cuenta de que más que monstruos eran personas corrientes, seres humanos, que en una situación de guerra fueron capaces de cometer aberraciones. En el fondo ha hecho una película para que la gente entienda cuál era la naturaleza de esa guerra. Este punto de vista, esta visión amplia de tener en cuenta la mirada del verdugo, ha desencadenado que parte del público chino lo considere un traidor. También hay que mencionar que esta película ha obtenido el Premio del Jurado a la Mejor Fotografía. Y otra de las películas españolas, que ha participado en la sección oficial de este festival, que tampoco se ha ido con las manos vacías, es La mujer sin piano, de Javier Rebollo, que se ha llevado la Concha de Plata al Mejor Director. Este director ya nos mostró su valía con su anterior película Lo que sé de Lola, pero con esta última refuerza su idea de ser un cineasta sensual, que parte de sensaciones e imágenes de la vida cotidiana para contar sus historias. De hecho, le interesan las personas anónimas, cercanas, y en este último trabajo ha elegido a un ama de casa, una mujer que entra ya en una nueva etapa de su vida, y que hasta entonces ha llevado una vida dedicada a la familia, a cuidar a otros, a su marido, a su hijo, es decir, una vida milimetrada, sin sorpresas; y, de pronto, decide escapar una noche. Pero, ¿escapar de qué?, ésta y numerosas preguntas son las que se planteará el espectador. Este relato consigue que acompañemos al personaje, interpretado por la actriz española Carmen Machí, en su huída, que no nos despeguemos de ella, que la observemos detenidamente, intentando meternos en su cabeza y entenderla. Pero la presencia española no acaba aquí, ya que otra de las películas de la sección oficial, que ha sido galardonada por la crítica internacional con el Premio Fipresci, es Los condenados, del cineasta catalán Isaki Lacuesta. Toca un tema muy de actualidad, la memoria histórica y las fosas comunes, que aunque este director sitúa concretamente en Argentina, podía haber ocurrido en cualquier país sudamericano o en la misma España. Como antes comentaba, en esta sección oficial también ha primado la presencia francesa con dos películas: El refugio de François Ozon, que se ha llevado el Premio Especial del Jurado y Makings Plans for Lena, de Christophe Honoré, que ha tenido peor suerte y no se ha llevado ningún galardón. Estas dos películas tienen algo en común: parten de historias que pueden ser sacadas de la realidad, de nuestras vidas o de vidas cercanas a nosotros y que son historias que nos tocan, nos hacen pensar y nos conmueven. Y es palpable que estos directores franceses ya se están haciendo mayores, porque ambos, desde una perspectiva distinta, plantean el tema de la maternidad. François Ozon lo hace a través de una maternidad forzosa, por parte de su protagonista, una toxicómana que tiene a su hijo fruto del amor por su pareja, el cual muere antes de saber ella que estaba embarazada. Y el director Christophe Honoré, que indaga en la culpabilidad que arrastramos las mujeres siempre en relación a nuestros hijos, y que es el caso de Lena, la protagonista de su película, que tras su separación, todo su entorno le hace creer que ella no es capaz de tirar sola con sus hijos y que no sabe valerse por sí misma. En una palabra, hablan de la complejidad de las relaciones humanas aún por resolver, tanto en el cine como en la vida. Y, como broche final, apuntar el Premio del Jurado al Mejor Guión que recayó sobre la película australiana Blessed, de Ana Kokkinos; y que premió la labor de los guionistas Andrews Bowell, Melissa Reeves, Patricia Cornelius y Cristos Tsiolkas por escribir una dura historia sobre madres e hijos. Pero hay que hacer hincapié en lo que se ha quedado fuera de este palmarés. Por ejemplo, la gran perdedora de este festival, El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, una película que partía como favorita de la prensa, crítica y espectadores y que está claro que no ha seducido de la misma manera al jurado. Una historia digna de premio, pero que se ha quedado a mitad de camino. Un relato soberbio desde el principio a fin, una dura y trágica historia de amor en toda regla, un enfrentarse al pasado para entender el presente, una mirada a la historia de un país y las aberraciones que se cometieron y una mirada a uno mismo. Un relato poético a la altura de lo que nos tiene acostumbrados el director de El hijo de la novia y Luna de Avellaneda. Pero hay que saber perder, y tanto el director Campanella como su actor fetiche, Ricardo Darín, asumieron la derrota con humildad y buen humor. También hay que mencionar a duros competidores de esta sección oficial como fueron los directores Etom Egoyam, con Chloe, y el reconocido director Rodrigo García, que participó con su cinta Mother and Child. Del resto de las secciones yo destacaría los títulos que más me impresionaron, pero sobre todo por inesperados, como, por ejemplo, la película Precious, de Lee Daniels, que obtuvo en este festival el Premio Otra Mirada, de Televisión Española, y que ya venía premiada del Festival de Sundance. Un relato duro y desgarrador sobre la vida de una adolescente negra, que tiene un presente que nadie desearía y que está marcada por los abusos de su padre, una madre maltratadora y amargada, unos hijos, fruto de las violaciones a la que se ha visto sometida, y que no están con ella, y además, para más desgracia, su paso por el Instituto no le ha llevado a aprender nada. Pero esta historia, mezclada con los sueños de la protagonista, recurso utilizado por el director para descargar esta película de tanta carga dramática, demuestra que a pesar de todo esto hay una salida, pero no una esperanza ficticia, sino real, fruto de la voluntad, de la constancia, de la educación y de la ayuda de personas y profesionales que creen en lo que hacen. Esta película, que está basada en la novela Push de Shappire, puede ser un ejemplo de lucha para muchas jóvenes que están sumergidas en una situación parecida y que piensan que no hay salida y, también, un ejemplo para el público, para que se conciencie y denuncie todas aquellos abusos de poder que se dan dentro y fuera del seno familiar. Pero dando un giro hacia la ternura, también han habido historias pequeñas, de presupuesto pequeño, que han llegado al alma del espectador, como Gigante, de Adrián Biniez, un joven argentino afincado en Montevideo, que con su primer largometraje no solo ha conseguido llevarse el Premio Horizontes Latinos en San Sebastián, sino que ya se traía tres grandes premios de Berlín: el Gran Premio del Jurado, el Premio Opera Prima y el Premio Alfred Bauer. La historia de un amor secreto que siente un guardia de seguridad de un supermercado, y que a través de la pantalla de control se va enamorando poco a poco de una de las jóvenes de la limpieza. Este director demuestra que las historias sencillas, pequeñas, cotidianas y cercanas nos gustan, nos identificamos con ellas y, en el fondo, las necesitamos. Ejemplo de ello es el éxito de público que tuvo la película Norteado del director mexicano Rigoberto Pérezcano, que participó en la sección nuevos directores. Este director nos relata con maestría, sencillez y originalidad un hecho que sucede diariamente en la frontera de México, el intentar cruzar a Estados Unidos para tener una vida mejor. Y esa es la historia de Andrés, que llega a Tijuana para intentar llegar al otro lado, pero que mientras lo intenta y lo devuelven, establece unos nuevos lazos con la gente que conoce en Tijuana y le quiere ayudar. Como decíamos antes son historias pequeñas, de bajo presupuesto, bien rodadas y bien contadas, que nos dicen más de lo que se ve en la pantalla. Pero, como bien sabemos, es imposible abarcar todas las historias, películas y directores que pasan por un festival de cine. Y, por ello, les invito a viajar por la página web del festival (www.sansebastianfestival.com) en la que podrán, ver, sentir y escuchar, todo lo que allí se gestó, todo lo que allí se convirtió en cine, en buen cine. Fátima Santana Mahmut |
![]() City of life and death
![]() El refugio
![]() El secreto de sus ojos
![]() Gigante
![]() La mujer sin piano
![]() Los condenados
![]() Making plans for Lena
![]() Norteado
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