Septiembre - Octubre 2021
14° BAFICI Competencia Oficial Argentina
Del 11 al 22 de abril de 2012 Competencia Oficial Argentina |
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La última edición del Festival Internacional de Cine de Buenos Aires, como es habitual, dedicó una de sus secciones principales a las obras de nuevos realizadores argentinos. Así, entre el 11 y el 22 de abril de este año pudieron verse, entre otras películas venidas de diversos rincones del globo, 14 largometrajes que compitieron por el premio a la Mejor Película Argentina. El que finalmente se llevó el codiciado premio fue Papirosen, un documental de Gastón Solnicki realizado en base a videos familiares del propio director. Los protagonistas de la película son sus padres, sus hermanos, su abuela y sus sobrinos, quienes a lo largo de varios años fueron registrados incansablemente por Solnicki. La película es un tanto despareja, por momentos implica una realización medianamente interesante, y por momentos cae en la simple sucesión de escenas de la vida cotidiana de una familia cualquiera… Cuál es el interés que ello reviste para los espectadores, es la pregunta del millón. De todas maneras, es difícil sorprenderse con la premiación de Solnicki, eterno amigo del BAFICI, quien ha pasado en otras oportunidades por el BAL (Buenos Aires Lab, el laboratorio de producción del festival, escenario para works in progress) con igual éxito. Los créditos de Papirosen, sin ir más lejos, incluyen agradecimientos personales a programadores del BAFICI… entre otros programadores de festivales del mundo. Una noticia bastante más gratificante fue saber que Dromómanos le valió a Luis Ortega el premio al Mejor Director dentro de esta sección. El film, tal como él mismo explicó, no fue realizado en principio con la intención de convertirse realmente en una película, pero con el transcurrir del tiempo y la obtención de cierta cantidad de material, surgió finalmente el largometraje. No es novedad que Ortega hace películas a su antojo, sin rendir muchas cuentas a nadie, pero sin embargo Dromómanos es un desafío a la capacidad de asombro del espectador. La marginalidad en sus múltiples aspectos es, básicamente, el corazón de la película, que propone al espectador un viaje ciertamente poco agradable, pero fascinante a la vez. Queda claro que a Ortega no le interesa quedar bien con nadie, cuestión que se agradece en el contexto de un Festival que suele reunir "lo diferente" del campo cinematográfico… aunque lo diferente muchas veces sea tan previsible y plagado de clichés como el cine mainstream. En el marco de la Competencia Argentina Ortega claramente encarnó lo diferente de lo diferente, con una película que puede amarse u odiarse, pero difícilmente ignorarse. Otro feliz hallazgo de este 14° BAFICI fue La chica del sur, el documental de José Luis García. De hecho, se trata de un hallazgo anterior a esta última edición del festival, ya que la obra de García pasó por el BAL en el año 2009. En aquel entonces se trataba de un work in progress titulado Todo lo sólido se desvanece en el aire, título que finalmente fue reemplazado por La chica del sur. La película se centra en la figura de una líder política de Corea del Sur, Lim Sukium, a quien el director conoció en su juventud, y a quien decidió volver a contactar veinte años después. Lim Sukium pasó a la historia por conseguir cruzar la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur en pleno conflicto entre las dos Coreas, con el objetivo de contribuir a su unificación. Con una excelente edición del material de archivo, García construye una interesantísima película, retrato de una dama… y de un país fracturado. Igualmente interesante resultó el film de Gonzalo Tobal, Villegas. Protagonizada por dos de las principales figuras del cine argentino independiente actual, Esteban Lamothe (El estudiante, Historias extraordinarias) y Esteban Bigliardi (Un mundo misterioso, Secuestro y muerte), la película cuenta la historia de dos primos que se reencuentran tras la muerte de su abuelo, y viajan juntos hasta la localidad bonaerense en la que vive la familia, Villegas, para asistir a su entierro. En el camino, las obvias diferencias entre ellos (cada uno ha elegido un estilo de vida radicalmente opuesto al del otro) se evidencian con fuerza. Con muy bellos planos rodados en exteriores, excelentes actuaciones y, sobre todo, un guión muy sólido, Tobal construye un muy buen relato. La película, que en el BAFICI recibió el Premio Asociación Cronistas Cinematográficos Argentinos, ha sido seleccionada para el próximo Festival de Cannes. Igual si llueve (Fernando Gatti), El espacio entre los dos (Nadir Medina), Dioramas (Gonzalo Castro), Mis sucios tres tonos (Juan Manuel Brignole) y Al cielo (Diego Prado) constituyen una suerte de conjunto de películas minimalistas, centradas en la adolescencia (o casi, los protagonistas de Igual si llueve son más niños que adolescentes). Dioramas es, probablemente, la que lleva el concepto de minimalismo a su punto más extremo. Castro construye su película con la alternancia de dos situaciones básicas: las clases de danza a las que asisten dos chicas, que son pareja; y el resto de su vida, que transcurre entre la casa y algunos paseos al aire libre. Eso es todo en el film, al mejor estilo "Nuevo Cine Argentino". Apenas llegamos a saber los nombres de las protagonistas. De su perfil psicológico y sus conflictos mejor que nos olvidemos, no hay lugar para eso en la película de Castro. Dioramas se propone como un espectáculo fundamentalmente visual, sin la pretensión de que el espectador siga alguna clase de argumento. El espacio entre los dos, Al cielo y Mis sucios tres tonos se ocupan principalmente de las frustraciones adolescentes, cuando no de las confusiones que también son típicas de esa edad. En el primer caso, la historia gira alrededor de dos chicos y una chica habitantes de un pueblo cordobés, que conforman una banda de rock. Pablo está de novio con Male, y Tomás, el tercero, es de hecho un "tercero en discordia": igualmente enamorado Male, no sabe qué hacer con la situación, dado que no quiere herir los sentimientos de sus amigos. Al cielo gira igualmente alrededor de idas y venidas amorosas, en el proceso de descubrimiento y construcción de la identidad sexual de un joven adolescente. Mientras su familia solo piensa en llevarlo a la Iglesia, Andrés accede con desgano en tanto conoce a otro joven involucrado en la parroquia, frente al cual comienza a sentir una fuerte atracción. Afortunadamente, el interés es mutuo, y hacia el final del film ambos muchachos comienzan una relación. Así y todo, la atmósfera tensa no se diluye, dada la fuerte impronta religiosa que tiene la familia de Andrés, que, suponemos, no aprobará la relación homosexual. Mis sucios tres tonos narra, nuevamente, una situación conflictiva en la vida de una serie de adolescentes, aunque no se centra específicamente en cuestiones amorosas. La película de Brignole retrata a un grupo de amigos fanáticos de Fun People, banda a la cual quieren ir a ver en vivo aunque no tienen dinero. La estrategia para solucionarlo es confeccionar entradas falsas, que finalmente son rechazadas por el personal de organización del recital, que descubre la trampa. La incapacidad o dificultad para lograr lo que se busca es, así, el tema fundamental de estas películas. Igual si llueve es, en este contexto, una de las más optimistas: sus preadolescentes protagonistas, habitantes de una pequeña localidad provinciana, pasan la tarde juntos, pescando, igual si llueve: no hay fenómeno meteorológico que pueda arruinarles el plan. El problema de este film es la falta total de conflicto, que hace que la película se estire infinitamente en situaciones que no llevan a ninguna parte. Finalmente, la película retrata un día en la vida de dos amigos, pero con un guión tan impreciso y vago que los espectadores no terminamos de comprometernos con la historia. Salsipuedes (Mariano Luque) retoma, como otras películas de la Competencia, el tema de las relaciones humanas, pero en este caso trabajando más la violencia que la frustración. Rafa y Carmen, la pareja protagonista, constituyen una auténtica familia disfuncional, que vive en un clima de tensión permanente, siempre a punto de estallar. Un clima similar de tensión, aunque mucho más ameno, es el que se vive en Cassandra, de Inés de Oliveira Cézar. La directora construye la historia de un viaje de ida: Cassandra se va al Chaco y, literalmente, no vuelve más. Pero ese alejamiento definitivo de su hogar será lento y progresivo, plagado de tensiones, hasta llegar finalmente a un punto de no retorno. Por su parte, Ante la ley (Pablo Klappenbach y Emiliano Jelicié) se propone como un documental hiper ambicioso sobre la vida y obra del escritor Carlos Correas. El proyecto es interesante, aunque un tanto agobiante para el espectador: la película dura más de tres horas, en las cuales hay prácticamente de todo: la búsqueda de información sobre la condena judicial que recibió uno de los cuentos de Correas, entrevistas a infinidad de intelectuales que lo conocieron, la reconstrucción de su muerte y -paralelo a todo esto- la evidencia de la puesta en escena general del documental y la dramatización de uno de los relatos del escritor, con actuaciones no muy convincentes. Igualmente ambicioso (aunque en el extremo opuesto de la escala de saturación informativa) es la obra de Jonathan Perel, titulada 17 monumentos. El director se lanza a la tarea de registrar, en 17 planos fijos, 17 monumentos argentinos que recuerdan que allí donde están erigidos se practicó el terrorismo de Estado. Minimalismo puro y ambición máxima en una película que apela a, y promueve, la memoria. Por último, resta mencionar la película de los hermanos Levy, Masterplan, la única comedia de la Competencia Argentina. La historia es sencilla: Mariano tiene un "plan perfecto" para llevar a cabo una estafa con su tarjeta de crédito, pero la cosa no sale como él lo esperaba. Los problemas no tardan en aparecer, complicándole la vida y comprometiendo la relación con su novia y futura esposa. El film, protagonizado por Alan Sabbagh y Paula Grinszpan, tiene un guión fuerte y excelentes actuaciones, lo cual lo transforma en una obra bastante efectiva. Algunas situaciones un tanto televisivas, muy al estilo de las sitcoms norteamericanas, rompen un poco el encanto, pero no la llegan a opacar. Una vez más, hay de todo en la Competencia Argentina del BAFICI. Tal vez lo más rescatable sea, además de un par de muy buenas películas, la apertura del festival a producciones de diferentes puntos del país (hay films oriundos de, o realizados en, diversas provincias: Misiones, Córdoba, Buenos Aires, Chaco) y un intento, tímido pero presente al fin, de incluir en la programación películas que no responden en principio al típico "estilo BAFICI", que a veces se torna agotador para el espectador. Dromómanos y Masterplan son claros ejemplos de esto, entre los films que este 14° Festival Internacional de Cine Independiente nos permitió ver. Soledad Pardo |
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