Septiembre - Octubre 2021
La isla mínima
España, 2014 Dirección: Alberto Rodríguez Guión: Alberto Rodríguez, Rafael Cobos Reparto: Raúl Arévalo, Javier Gutiérrez, Antonio de la Torre, Nerea Barros, Cecilia Villanueva. Duración: 105 minutos Nota Cinecritic ![]() |
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Si hubiera que seleccionar tres de las mejores películas, producidas este año en España, habría que incluir, sin lugar a dudas, "La isla mínima". Se trata de la sexta película del director sevillano Alberto Rodríguez y no es una sorpresa que su trabajo sea un ejercicio cinematográfico espectacular ya que, anteriormente, ya había demostrado su maestría en obras como "Grupo 7" (2012) o "7 vírgenes" (2005). "La Isla mínima" es un thriller, a medio camino entre el cine negro y el social. Este aspecto es seguramente lo más brillante del film, junto con una excepcional y soberbia fotografía que llama la atención del espectador desde los primeros instantes del genérico del largometraje. El hecho de que Alberto Rodríguez haya sabido combinar suspense, intriga y acción con una denuncia de la sociedad española post-franquista es seguramente lo más relevante del film. Un ejercicio de equilibrios perfectos que consigue que las imágenes del film nos fascinen durante dos horas. La acción se desarrolla en la España post-franquista, en 1980, (Franco llevaba muerto desde 1975), en las Marismas del río Guadalquivir, perteneciente a la provincia de Sevilla. Se trataba de una zona más cercana a un país completamente subdesarrollado que a una sociedad que empezaba a conocer unos aires de libertad y avances socio-económicos. Dos policías, uno joven (Raúl Arévalo), lleno de futuro, y otro (Javier Gutiérrez) con un pasado más que oscuro de torturador franquista, son enviados a una zona remota de Andalucía para descubrir el asesino de unas adolescentes. Tanto el contraste de caracteres entre los dos personajes como el choque entre ellos y los lugareños está perfectamente narrado por el director. Sin ser demasiado explícito, consigue transmitir las tensiones visibles y subyacentes de los policías. La interpretación de ambos es de gran calidad y en todo momento, desprenden realismo y contención. Prueba de ello es la Concha de Plata que acaba de conseguir Gutiérrez en el pasado Festival de San-Sebastián. El ambiente, los decorados, el entorno, los personajes del film están perfectamente dibujados. Plasman un marco lúgubre, miserable y campesino, con reminiscencias caciquiles, que nos transportan a un mundo mucho más atrasado que el que aparentemente existía en la mayoría de las zonas urbanas de la España de la época. En este sentido, resaltar, la espectacular fotografía, los colores de las marismas, de los arrozales y los tonos que priman en las imágenes, oscilando desde los oscuros, es decir desde la oscuridad más absoluta hasta la luz más cegadora y casi doliente de Andalucía. Un mundo de contraste que raya en lo exasperante, en lo inhabitable del lugar y en la tragedia que se cierne sobre los más humildes del sitio. Si el retrato del ambiente caciquil y siniestro del lugar nos cautiva, Alberto Rodríguez realiza, con mano firme, un thriller que nada tiene que envidiar a los mejores films del género. Hay intriga, carreras de coches, persecuciones, violencia…Todo encajado en un rompecabezas, donde el misterio de los asesinatos se va develando paulatinamente hasta una situación de desenlace extremadamente original y desesperante. La investigación policial, que parecía relativamente sencilla al principio, se convierte en la búsqueda de unos asesinos múltiples que siembran el terror y la tragedia entre las familias más humildes de las marismas sevillanas, que tienen contactos con el poder político. Porque lo que importa en este film es que el thriller no es en vano, como simple diversión o entretenimiento para el espectador sino un vehículo para reflejar una sociedad atrasada, despótica y corrupta a la que todavía le quedaba mucho camino y que desgraciadamente, tiene muchos aspectos comunes con la España actual. Carmen Pineda |
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