Septiembre - Octubre 2021
La ruina en diálogo
12º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria
1 al 9 de abril de 2011
Cuando descuidamos el tiempo, cuando dejamos de habitarnos, de reconstruirnos, cuando miramos sólo hacia delante, con el miedo terrible de convertirnos en sal, nace la ruina. La ruina convierte los edificios deshabitados en fantasmas, ánimas sin descanso de lo que no termina de ser. Cómo si, el pasado más inmediato, el tiempo reciente, no pudiera morir en paz; entonces la herida mal curada, el dolor del desarraigo, la violencia. Crecer sobre la ruina es elegir de entrada un mal cimiento y eso parece que ocurre con este futuro esquizofrénico, por lo poco que tiene de referente y medio loco, en una deriva total, amnésica. Otro tipo de ruinas, menos obvia en el paisaje pero que configura sociedades enteras, es la ruina moral, la falta de atención a nosotros mismos como individuos plenos. En este punto el crecimiento es imposible, el ser humano mutilado en la moral se convierte en animal y, otra vez la herida que no cicatriza, hace que simplemente envejezcamos sin que la experiencia haya pasado por nosotros de una manera distinta a la erosión. Parece que en casi todas las nuevas películas que concurrían a concurso en el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, esta reflexión estuviera presente, aunque puede que en muchos de los casos de forma involuntaria, como una manera de dialogar con el pasado y la necesidad brutal de este presente de encontrarse. La película Jean Gentil, de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas (República Dominicana, México, Alemania, 2010) ganadora de la Lady Harimaguada de oro, en un plano aéreo de la ciudad nos muestra, en última instancia, una ciudad construida sobre la ruina, en todos los sentidos que la palabra ruina alcanza, casas que nacen de ruinas y que son en ese preciso momento ruinas cimientos de más ruinas, como en un juego de espejos y muñecas rusas. La ruina del personaje también se expone, no sólo en el sentido más común ( no tiene dinero, ni casa…) sino en un sentido profundo: la incapacidad vital de entender el presente, el desarraigo absoluto de la lógica y la ineficiencia de la fé como herramienta de adaptación. Por seguir el hilo conductor del palmarés, en la cinta china Jiabiangou / The Ditch de Wang Bing, que logró el Premio Especial del Jurado, el Premio del Público y el Premio Signis, ocurre también esto de un modo diferente: la ruina social. Aquí se nos muestra al individuo desposeído de todo, y cómo esta miseria del horror nos deja huérfanos de dignidad, arruinados moralmente y sin redención posible. Los cadáveres amontonados, enterrados por el propio desierto, desposeídos de identidad, dialogan con los vivos, convirtiéndose así esta imagen, en pasado, presente y futuro que aniquila la memoria de los habitantes del campo de concentración, convirtiéndoles en bestias. En otras películas a concurso aparece la metáfora de la ruina de un modo más gráfico, con la ruina del urbanismo de la revolución griega en Attemberg. No es casual que el padre moribundo de la protagonista sea arquitecto. La despedida de su padre se convierte en viaje iniciático, funcionando esta dualidad padre-hija como metáfora de la era post-industrial, Marina representa al nuevo siglo y su padre al siglo que se muere "y no te he enseñado nada", le dice él. Las ruinas de un pequeño pueblo de Grecia rodeado de fabricas, sirven a la narración como marco histórico que redondea la metáfora; las capas se suceden solapándose, no hay revolución sino un destino en ruinas: el "urbanismo de la muerte". Dejando a la generación futura en ese contexto de arquitecturas muertas, desposeídas, descuidadas, el futuro no encuentra aquí ni su arraigo en el presente y encara el nuevo siglo sin haber aprendido nada. Otras referencias autobiográficas generacionales como True Love o Somos Nosotros, retratan sus ciudades como el contexto en el que se mueven, asumiendo la ruina como parte integradora de lo cotidiano, pero las imágenes de los edificios vacíos, (los no lugares en las ciudades, las casas derrumbadas, antiguas fábricas…) fascinan a los realizadores por lo que tienen de poético y de narración, asumiéndolas en su presente y mostrándolas como parte de este tiempo que nos toca, que corre raudo entre los despojos del pasado. Hi-So la película tailandesa del director Aditya Assarat, muestra con el tsunami de fondo, escenarios que retratan un país aún en reconstrucción ó a punto del derribo. No hay tiempo para reconstruir pasados y la identidad se diluye en la propia inmediatez de la joven vida. En Ocaso de Thèo Corte, la vieja casona otrora señorial y llena de vida, aparece como un espectro feudal embalsamado, residuo de un tiempo pasado que persiste convertido en ruina. El relato mitológico de la aldea de Malasia en Year without a summer, nos cuenta cómo el marinero que parte y vuelve a la aldea ya no encuentra su sitio; el mundo cambia y la huida a veces nos deja la vida en el camino. Otro ejemplo de la necesidad de explicar el presente a través de la memoria y de cómo fueron necesarios sacrificios ideológicos para adaptarse a las nuevas necesidades de los tiempos es la cinta de Pablo LLorca, El mundo que fue y el que es, que sugiere, casi al final, cómo el protagonista, interpretado por Pedro Casablanc, premiado como mejor actor en esta edición, intenta comprender éste mundo después de aquellos años de lucha, otra vez, pero a la inversa, esa necesidad de comprender este tiempo. Estos son algunos ejemplos, que en esta breve muestra parecen concluir que la necesidad de explicarnos, de entendernos, es vital para construir un futuro sólido de individuos con memoria y no de seres alienados de sí mismos. Porque saber de dónde venimos nos permite reformularnos en una identidad que nos deje avanzar sanos, con las cicatrices necesarias, pero con la atención que se merecen las heridas. El retrato que es el cine por lo que sugiere de nosotros y del otro, convierte a este arte en un testigo fundamental de nuestra historia, y parece necesario tanto para los creadores como para el público que se posibiliten estas reflexiones. El Festival Internacional de Las Palmas de Gran Canaria, sigue apostando por el cine aún a costa de lo incómodo y lo no convencional, en una dirección clara hacia el cine como arte. Ahora que los cines pueblan las ciudades como ruinas de otro tiempo, iniciativas como esta demuestran que es posible reencontrarnos a la luz del proyector. Nira Rodríguez |
![]() Attenberg
![]() The Ditch
![]() Hi-Sol
![]() Jean Gentil
![]() Pablo Llorca
![]() Ocaso
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